La rutina es castrante, cada día parece ser copia del anterior, la monotonía cotidiana es abrumadora, las restricciones para salir de la casa, son molestas. Hemos perdido el interés en arreglarnos para vernos mejor. El vestir informal, se ha vuelto hábito, porque las pocas salidas que tenemos, son al super, al banco, o a hacer pagos de servicios que no hacemos por Internet. Cuando salimos, a veces no alcanzamos a reconocer a nuestras amistades detrás de los cubrebocas que por obligación sanitaria debemos llevar, parecemos fantasmas, yo me siento como caballo con bozal. La respiración se dificulta porque consumimos nuestro propio bióxido de carbono en lugar de respirar aire natural, la verdad, no sé cuál de las dos cosas sea peor; exponerse a un contagio o intoxicarse con los propios deshechos. Pierde importancia saber el día de la semana es, porque todos son iguales. ¡Bueno! Ahora es necesario recordar que los fines de semana, debemos estar más aislados que nunca por el cierre de los centros comerciales. Realmente “el remedio es peor que la enfermedad”, porque a sabiendas de tal medida, los viernes, se saturan los comercios y la gente está más expuesta a un contagio porque es imposible guardar las distancias indicadas. Limitan la venta nocturna, pero quienes están decididos reunirse se preparan anticipadamente y es la misma cosa. Más que restricciones físicas, es necesario hacer conciencia de la gravedad de la situación para que la población se proteja por convicción y no por imposición.
Ya ordené y reordené, la ropa en los cajones varias veces, pinté la despensa, y arreglé mis zapatos una y otra vez, repasé libros encontrados. He ordenado mis archivos literarios y algo bueno hemos alcanzado del encierro. Mayor convivencia con la familia, pero la verdad, con los recursos comunicativos de la época, los chicos se pasan en Internet o comunicándose con sus amigos por medio del teléfono o la computadora, es lo mismo.
Por las mañanas, ¡es mi hora de recreo! salgo a dar una caminata en una plaza cercana y he aprendido a distinguir el canto de infinidad de aves, en esta época del año, cantan sin cesar formando un verdadero concierto, eso me llena de gozo. La región en que se encuentra enclavada nuestra ciudad, es considerada por los ornitólogos una zona privilegiada por la gran variedad de aves. Se destacan por sus voces maravillosas, los cenzontles, las calandrias y las primaveras, así como la algarabía de los pájaros carpinteros y otros más de los cuales desconozco sus nombres, las palomas de ala blanca, en esta época, abundan en la región y las escuchamos día y noche con su monótono cantar. Pero una vez terminado el recreo de la caminata, vuelvo otra vez al encierro y las restricciones. Todos nos hemos vuelto paranoicos, en las tiendas, es molesto ser tratado como presidiario por empleados que, a su vez están hartos de tomar la temperatura, repartir gel y checar que la gente lleve cubrebocas, no es una tarea agradable, los comprendo… Las instituciones bancarias limitan la entrada, pero la fila de espera fuera del banco crece de comodidades para la espera y la gente no respeta las distancias por falta de espacio y además la fuerza del sol veraniego agota e irrita a quienes esperan. Creo que las medidas no son aliadas de la salud. Mientras tanto, escuchamos en diversos medios que la gente enferma y muere del virus incontenible. ¿Hasta cuándo parará esta situación?
Además de la lectura, el cultivo del jardín o el huerto, tejer, cocinar, etc. uno de los distractores en el confinamiento, es encender el televisor para estar en contacto con el mundo, y lo que vemos en los noticiarios es tremendamente preocupante; hospitales saturados, escasez de insumos médicos, carencia de espacios para satisfacer la demanda hospitalaria, violencia en las calles, inconformidad con la situación, bloqueos en distintos lugares por inconformidad de algunas medidas, además de la efervescencia política que priva en toda la nación.
Los pequeños comerciantes padeciendo una tremenda crisis… y no hay solución a esta problemática.
Las personas que tienen una situación económica alta, no padecen, usan sus reservas y salen adelante sin detrimento de su “status quo”, los grupos más desprotegidos, siguen igual, y la clase media, que es la verdadera aristocracia de una nación, porque nos la rifamos con el país, ya que dependemos de la actividad que desempeñamos, e intentamos hacer lo mejor posible las cosas, somos los más desprotegidos porque al bajar el ritmo de la economía, baja también el poder adquisitivo, y… ¡no se vale!
Al principio de esta situación, buscamos en qué ocupar el tiempo dentro de nuestros hogares, pero… ¿quienes no tienen patio?, ¿quiénes viven en casas pequeñas y son muchos?, ¿quiénes no tienen clima y sus ventanas, son pequeñas? ¿y quienes están confinados en departamentos reducidos? Y cuando, no pueden trabajar, ¿de dónde echar mano porque viven al día y no reciben apoyo alguno? ¿y los despidos masivos por la contractura de la economía? Además, deben seguir pagando impuestos y al empleado que atendía su pequeño comercio. La situación se convierte en una olla de presión que aplasta, irrita e irremediablemente produce conflictos por lo tenso de la situación. No es tan fácil eso de ¡quédate en casa!