Alicia Caballero Galindo
La risa es la más espontánea expresión exclusivamente humana, capaz de reflejar un sentimiento
De acuerdo a las definiciones establecidas por la Real Academia Española, “reír es una acción que manifiesta de alegría, regocijo, expresada por medio de movimientos de la boca, los ojos y otras partes del rostro. Risa es la expresión facial y respiratoria que acompaña una reacción afectiva de carácter agradable producida a veces por ciertos estímulos físicos como las cosquillas, por situaciones psicológicas de triunfo o de naturaleza cómica”. Está comprobado que cuando una persona ríe, pone en movimiento más de 400 músculos, baja la presión sanguínea, se incrementa el nivel de oxigenación de todo el cuerpo, aumenta la autoestima de quien ríe, se libera serotonina, conocida como hormona de la felicidad, en fin, si se ríe a carcajadas, es mejor. Desde 1999 se fundó una asociación de 300 personas que empezaron a aplicar la risoterapia en hospitales con magníficos resultados; los enfermos que fueron asistidos con este recurso, registraron una notable mejoría en su proceso de recuperación. Andrés Aguilar Larrondo, mexicano, fundador de esta Asociación Civil no lucrativa, afirma que está comprobado que la risa produce endorfinas, considerado en analgésico natural producido por el cuerpo, aumentando los niveles de las células T que defienden al cuerpo de la formación de tumores. Según estudios del psiquiatra estadounidense, William Fry, cinco minutos de risa, equivalen a 45 minutos de ejercicio moderado; la risa proporciona un masaje vibratorio a todo el cuerpo, ayuda a eliminar toxinas que provocan estrés.
Sin embargo, comprobamos, por desgracia que este maravilloso recurso que la vida nos ofrece y ¡que es gratis! Poco a poco se va perdiendo con los años. Los niños ríen cerca de 200 veces al día y un adulto de 15 a 20 veces. Es para pensarse; indudablemente que los seres humanos, al crecer y evolucionar, el nivel de compromisos, preocupaciones y complejos personales va en aumento y las razones para reír y sonreír disminuyen. A veces llega al extremo de no encontrar razón para iluminar el rostro con una sonrisa y de ahí a un estado de neurosis, hay un paso. En un niño, es fácil provocar una sonrisa, los adolescentes, son extremistas, ríen mucho al estar reunidos pero temen hacerlo ante una jovencita que les atrae o se inhiben entre los adultos por temor al ridículo. Los adultos, generalmente transitan por el diario vivir llevando a cuestas las cargas emocionales propias y los problemas implícitos a sus actividades, de tal manera que muchas veces la sonrisa se transforma en una mueca mecánica. En ocasiones, la risa, en vez de ser algo sano y reconfortante, se convierte en un gesto de sarcasmo, desprecio, burla, impotencia contenida, coraje reprimido o antipatía que se disfraza con algo que semeja ser sonrisa. En estos casos, la acción deja ejercer los efectos antes mencionados. Para que la risa o la sonrisa sean saludables, deben ser gestos naturales, reflejo de una actitud positiva ante las incidencias de la vida.
En una ocasión, impartiendo un taller a un grupo de adolescentes, con los que tenía poca familiaridad, tropecé con un banco y fui a dar hasta el suelo, no sin antes chocar con uno de ellos, mi primer pensamiento fue levantarme como si nada hubiera pasado y continuar mi clase, sin embargo, yo sabía que se reirían de mí porque la acción fue graciosa. Entonces me levanté, me sacudí la ropa y riéndome les dije a los jóvenes, ”no me pasó nada, ya se pueden reír.” La respuesta fue obvia; nos reímos todos a mandíbula batiente unos minutos, festejando el incidente, rompimos el hielo y reanudamos el trabajo con entusiasmo. Lejos de perder el respeto del grupo, mi actitud hizo que me ganara su simpatía y fue más sencillo conseguir mis objetivos de trabajo. ¡Todo por el poder de la risa!
Una sonrisa franca es un rayo de luz que nos abre las puertas en nuestro diario caminar, haciendo los incidentes cotidianos más llevaderos, si al conducir hay que cambiar de carril, es más fácil dirigirse al conductor vecino con una sonrisa, solicitándole abrir un espacio que dar un cerrón acelerando y agrediendo con cara de pocos amigos. ¡Ah! Pero hay sonrisas que lastiman y hieren, ¡La desgracia o el malestar de un semejante, no debe ser motivo de burla o júbilo! ¡Hay que saber dónde y cómo reír a carcajadas, o sonreír! Debemos caminar por la vida, pensando que el sólo hecho de “vivir” es un privilegio que debemos disfrutar y es más sencillo buscar razones para sonreír que para sufrir. El presente es un regalo por eso ambas palabras se usan como sinónimos. Al tropezar con una mirada adusta, hay qué sonreír, ¡la respuesta será mágica! Nadie se resiste a la amabilidad. Se dice que, en la sonrisa de un niño, está el rostro de Dios. Provocar alegría un anciano es regalarle un minuto de felicidad que llenará el alma de gozo y satisfacción. Cuando alguien sonríe o ríe a carcajadas, descarga negativismo y se llena de energía positiva. Al abrir los ojos al nuevo día debemos sonreír a la vida agradeciéndole la oportunidad de vivir, y poder percatarse de ello. La vida es más llevadera cuando sabemos reír sanamente hasta de nosotros mismos, y dejamos que los ecos de las risas propias y ajenas sean música para nuestro corazón.
Cuando la sonrisa es el reflejo de la alegría de vivir se transforma
en una sinfonía del alma.