No podemos hablar de la historia de la panadería victorense, sin mencionar que en las colonias Río Verdito y Mainero, existieron numerosos personajes relacionados con dicha actividad. Por ejemplo: José Castillejas, Bernardino Salazar, Saturnino Pérez, José Villegas, Wenseslao, Pedro y Francisco Overa, Leopoldo, Melitón y Antonio López Sáinz -tultecos-, Jesús Lumbreras, Cecilio y Rodolfo Pinzón, Homero González y otros.
Justamente en el barrio cercano al Santuario de Guadalupe, nació Francisco Javier Quilantán Rojas, -1939- quien ocupa un lugar destacado en el ramo panadero. Hijo de Hortencia Rojas y Teodoro Quilantán de Palmillas, Tamaulipas. Entre los fundadores de esta familia, destaca el arriero Tiburcio Quilantán, nativo de Picachos a quien el emperador Maximiliano, salvó del fusilamiento en 1866. Además de los revolucionarios constitucionalistas Roberto y Tiburcio.
Al egresar de la Escuela Redención del Proletariado, el joven Francisco decidió practicar el boxeo amateur en un modesto gimnasio de la Sociedad Alianza Guadalupe Mainero. En esa época destacaban Severiano Guevara, Kid Gavilán, Teddy Pérez, El Grillo Arévalo, Antonio López y otros pugilistas locales. Quilantán soñaba ser campeón, influido por los campeones José Becerra, El Alacrán Torres y Ricardo Pajarito Moreno.
En aquel entonces, jamás imaginó que su destino sería convertirse en maestro panadero. Fue su hermano Juan Quilantán, quien lo animó en 1952 a realizar sus primeras ensayos en el amasijo de harina de trigo en la panadería La Moderna; una célebre cooperativa de tahoneros, administrada por Mencho en la calle Juárez.
Un año más tarde, después de aprender el oficio ingresó a la recién inaugurada Panificadora Victoria, propiedad de Vicente Cabeiro un español espigado, pelo castaño claro y ojos verdes quien llegó a Progreso, Yucatán en 1920. Gracias a un sueldo seguro para subsistir, en 1958 decidió contraer matrimonio con Ema Dávila, con quien ha compartido más de sesenta años de vida familiar, rodeados de sus hijos.
La panificadora pasó a manos de Alfredo Negrete Hernando, quien no dudó en recontratar los servicios de los hermanos Quilantán y otros panaderos de prestigio en la localidad. Ellos perfeccionaron sus conocimientos y estilo gracias a las enseñanzas de los mejores maestros tahoneros, «franceseros» y pasteleros contratados en la capital del país.
Rápidamente, Francisco adquirió una visión clara del oficio y se convirtió en uno de los colaboradores más cercanos Negrete, hasta ser un experto en elaboración de panes con cierto grado de dificultad. Por ejemplo la «calabaza» rellena de crema y espolvoreada con azúcar glas. Lo cierto es que en poco tiempo, aprendió a cocinar una amplia variedad de piezas, preferidas de los victorenses. Sobre todo el pan francés al vapor en hornos de leña. Lo mismo se puede opinar de hojaldrados, cielos, conchas, tortugas, donas, campechanas, nidos, hojarascas,
Quilantán incursionó también en actividades políticas en tiempos de Vicente Huerta, líder del Sindicato de Panaderos. Una organización que en 1956 aglutinó más de 120 trabajadores. Fue secretario general de ese gremio y varias ocasiones, acaudilló movimientos de aplazamiento a huelga. Generalmente los pliegos petitorios se relacionaban con la obtención de beneficios sobre jornadas laborales de ocho horas, aumentos salariales, seguro médico y otros beneficios.
Sobre el sabroso alimento ancestral, afirma don Francisco que «La vida sin pan, es un error.» Su experiencia de casi setenta años y reconocimiento de la comunidad, lo convirtieron en uno de los maestros panaderos de mayor prestigio en Victoria. Heredero del sabor, calidad y prestigio de la recordada Panificadora Victoria del Nueve Hidalgo y Morelos, donde laboró entre 1953-1975.
En dicho establecimiento, aprendió con paciencia los secretos de grandes panaderos mexicanos que ahí laboraron. Más todavía, en su panadería del Tres Mutualismo en la Colonia Mainero, perfeccionó la técnica en la hechura de tortugas, cochinitos, conchas, ojos, nidos, hojaldrados, cielos, panqués, hojarascas, chilindrinas, tubos, roles de canela, donas de chocolate, pan francés y roscas de reyes. Todos estos manjares, preparados bajo los cánones ancestrales de la familia Quilantán.