Durante más de 50 años, el bendito aroma del pan recién horneado invadió las calles empedradas de un populoso barrio, cercano al cementerio del Cero Morelos. Ahí se encontraba La Oriental de Don Darío Montoya Medrano, una de las panaderías más célebres de Ciudad Victoria donde se elaboraban milagrosas piezas de pan, capaces de resucitar muertos.
Don Darío hacía pan: «…pan de dulce,/pan de sal,/rosquitas para para los niños que lo miran hacer pan/»; mientras a media tarde, los vecinos del sector de carniceros y albañiles se arremolinaban afuera de expendio, preguntándole: «¡¿Don Darío ya está el pan?!» Igual a Domingo Arenas del corrido de Miguel N. Lira, el tahonero asomaba la cabeza por la puerta del negocio y respondía: «Lo estoy poniendo a dorar.»
Don Darío era un hombre sencillo, piel aperlada, pelo lacio, ojos azules, regular estatura, abundante bigote, trabajador, pulcro, forjado en la adversidad de la región lechuguillera tamaulipeca. Nació a finales del siglo XIX en Mamaleón, una comunidad serrana perteneciente al municipio de Tula, Tamaulipas.
El 1º de enero de 1907, junto a otros trabajadores, fundó la Sociedad Mutualista de Panaderos Benito Juárez bajo el lema: Unión, Legalidad y Trabajo, donde tenía la comisión de enarbolar el estandarte durante las asambleas. Luego de varios años, debido a situaciones de carácter político abandonó la ciudad trasladándose a Santa Engracia, donde instaló una panadería.
En 1927 regresó a la capital tamaulipeca y radicó en el 1 y 2 Morelos, donde abrió su panadería. Ahí prestaron sus servicios varios operarios entre ellos Mateo Sánchez, Lucio Hernández, Chano Ramírez, Lalo Tovar, Pancho, Antonio, Castillo y Leodegario, convirtiéndose en una de los negocios más populares y respetado entre los «panéfilos.» En esa época también funcionaba la Panadería El Nuevo Cantón -11 y 12 Hidalgo-, donde horneaban pastelería, repostería, pan de huevo y pan francés desde las once de la mañana.
Era un personaje muy cuidadoso, disciplinado y creativo en su trabajo. Conoció como nadie, el generoso oficio que ejerció durante toda su vida. Sabía que la humedad, corrientes de aire, variedad de leña, ingredientes, visitas inesperadas y temperatura ambiental influían en el cocimiento. Por las tardes, al concluir el segundo turno, acostumbraba tomar café acompañado de sus hijos y esposa Guadalupe Ortiz, mientras saboreaban una pieza de pan para comprobar su textura, sabor y estilo propio, logrado después de años de experiencia y consagración al oficio.
A la entrada del negocio construido de antiguos sillares y ladrillo rojo, había un enorme mostrador de madera de pino, donde la clientela surtía devotamente las piezas de pan artesanal de su preferencia: conchas, mantecadas, banderillas, orejas, pedradas, cuernos, cielos, ojos de Pancha, hojaldrados, trenzas, campechanas, cocoles, moños, bigotes, donas y otras variedades de la tradicional panadería victorense.
En otra pequeña habitación, estaban las estructuras de madera donde se colocaban las charolas. En otro cuarto, instaló varias mesas para el amasijo y hechura del pan. Al fondo de la casa, estabas dos hornos de ladrillo, alimentados con leña de ébano y mezquite. De esa matriz campirana, salían las más sabrosos piezas que no le pedían nada a los panes franceses y españoles. No es por presumir, pero los mejores hojaldres, cielos, pan de canela, campechanas, cemitas de manteca de puerco y pan de anís de Victoria eran hechura de Darío Montoya.
Durante muchos años fue muy feliz en ese lugar, hasta su fallecimiento en 1972. Antes, compartió los secretos para transformar la harina de trigo Mayrán en mejores panes. No sólo enseñó el oficio a numerosos aprendices, sino también heredó esa tradición a sus hijos -Luciano, Darío, Chano, Guadalupe, Rosa y Margarita-, quienes continuaron el negocio en diferentes rumbos de la ciudad.
La más conocida es la Panadería Rosita en la Colonia Revolución Verde, atendida por la tercera generación de la familia Montoya, donde elaboran el tradicional pan victorense, cocido en leña de mezquite o ébano. Al caer la tarde, cerca del CBTIS 119 numerosa clientela acude a surtirse de conchas gigantes, semitas, hojaldrados, trenzas, marranitos y pan francés recién salido del horno.