Por Tania Villanueva
La tarde del domingo 1 de octubre la iglesia de la Santa Cruz en Ciudad Madero se desplomó dejando a cerca de 70 personas atrapadas en su interior.
Este hecho dejó como saldo, hasta el momento, 12 personas muertas y 60 lesionadas, de las cuales seis continúan hospitalizadas, una de ellas de gravedad.
En un primer momento, vecinos de la zona acudieron a auxiliar a los afectados, con picos, palas y cubetas se trasladaron hasta la esquina de las calles Nuevo León y Chihuahua de la colonia Unidad Nacional.
Cámaras de seguridad de un domicilio cercano captaron el momento preciso en que la iglesia colapsó.
En el interior, se llevaba a cabo la segunda misa del día: una ceremonia especial de bautizos colectivos que reunió a feligreses, entre ellos muchos menores de edad.
Personas que quedaron cerca de las ventanas pudieron ser rescatadas de inmediato, sin embargo, la situación se convirtió en dramática debido a que gran parte de los feligreses se mantenían en el interior de la iglesia, atrapados entre los escombros.
En las horas que siguieron al derrumbe, personal de los tres órdenes de gobierno se dieron cita para iniciar las labores de rescate.
El primero en aparecer, pocos minutos después de la caída del techo, fue el alcalde de Ciudad Madero, Adrián Oseguera, quien con un marcado rictus de tristeza coordinó las primeras labores en la zona.
Elementos de la Policía Estatal llegaron también a acordonar el perímetro de la iglesia.
Cientos de personas salieron de sus domicilios de todas partes de la zona conurbada de Tampico, Madero y Altamira para llevar ayuda.
Todo apoyo era vital en esos momentos, brigadas de voluntarios se veían por decenas en las calles aledañas entre vecinos con comida, con agua hasta personas que llevaban palas, picos, gatos hidráulicos, extensiones, sábanas, toallas, colchas entre otros.
También trabajaron elementos de la Cruz Roja, quienes desde un principio ingresaron a la zona del derrumbe con la intención de tratar de rescatar a la mayor cantidad de personas posibles.
Los lesionados fueron instalados en un triage improvisado en una de las esquinas de la calle Nuevo León, hasta donde médicos, paramédicos, enfermeras y rescatistas se trasladaron para brindar las primeras atenciones.
Médicos vecinos de la colonia Unidad Nacional también arribaron por docenas con sus instrumentos de trabajo dispuestos a apoyar en lo que se requiriera.
Varios cuerpos fueron rescatados de entre los escombros, cubiertos con sábanas fueron uno a uno trasladados en carrozas fúnebres que se abrían paso entre la multitud de voluntarios que se arremolinaban.
Al ser rescatados, los heridos eran recibidos con aplausos y su salida al exterior era un bálsamo para quienes presenciaban la escena en medio de la emergencia.
Ambulancias de Altamira, de Pemex y de la Cruz Roja intentaban darse abasto y movilizarse para trasladar a los lesionados a hospitales cercanos.
El lugar, que tras el derrumbe se había convertido en un sitio de bullicio, de pronto se transformó en la zona del silencio con la esperanza de escuchar, entre los restos, a alguien que pudiera pedir auxilio.
Las horas transcurrieron y la noche estaba por caer así que las nuevas solicitudes fueron la instalación de plantas de luz y reflectores que permitieran la visibilidad.
Poco después de las 8 de la noche, el gobernador del estado de Tamaulipas, Américo Villarreal llegó a la zona del desastre.
Fue informado de la situación y se situó frente al sitio, donde maquinaria pesada trataba de retirar la mayor cantidad de pedazos de concreto.
Para ese momento, ya no se esperaba localizar más víctimas con vida, así que las labores se centraban en la recuperación de los cuerpos.
Con la llegada de la noche, las condiciones cambiaron, muchos voluntarios se retiraron de la zona y se dio paso a la labor de rescatistas expertos, quienes instalaron programas de auxilio.
Con ayuda de binomios caninos la Semar y la Cruz Roja continuaron recorriendo el sitio, los chalecos de los elementos de la Marina portando a Frida, la perrita rescatista, eran un recordatorio de la importancia que tienen estos perros en caso de desastre.
Voluntarios con café, pan, agua, sueros y comida permanecieron durante la noche y la madrugada en el área en atención a los cuerpos de emergencia.
El derrumbe le costó la vida a 12 personas, entre ellos, cuatro integrantes de una misma familia de profesores del sur de Tamaulipas; dos médicos originarios de Ciudad Victoria y su hijo pequeño así como a una joven estudiante de la UAT en Ciudad Victoria.
Entre los lesionados, destaca el caso de una menor que permanece hospitalizada con riesgo de perder un brazo.
La rápida respuesta de las autoridades fue fundamental en este caso, sin embargo, la tragedia también nos hace preguntarnos ¿cuáles son los protocolos de Protección Civil para edificaciones en la zona sur de Tamaulipas? y sobre todo ¿cuáles son los protocolos de Protección Civil ante este tipo de tragedias?.
Sin duda, una reflexión más profunda que debe involucrar al gobierno y la sociedad civil que, dicho sea de paso, mostró una vez más esa solidaridad que, aunque parezca cliché, siempre sale a relucir en casos como este.
La zona sur de Tamaulipas permanece de luto, en las esquinas de las calles Nuevo León y Chihuahua los vecinos instalaron un pequeño altar donde, desde que se retiró el acordonamiento, acuden a rezar el rosario por las noches, en memoria de quienes murieron en la tragedia.
Y tal vez esperando que el próximo domingo sea un mejor domingo.