Marco Antonio Vázquez Villanueva
Cerca de 100 asesinatos al día, 81 personas desaparecidas cada 24 horas, para algunos organismos pro derechos humanos cerca más de un millón de asesinatos en los últimos tres sexenios, para los conservadores y datos públicos “sólo” han sido medio millón de muertos a consecuencia del crimen, esos son los datos de lo que ocurre en este México lindo y querido, aunque por suerte para los políticos, para desgracia del pueblo, este país padece una memoria selectiva y de los cientos de miles de muertos y de los miles de desaparecidos solo se acuerda de los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que el gobierno ya no busca porque, según la parte oficial, fueron ejecutados y quemados por miembros del crimen organizado en complicidad con autoridades para desaparecer sus rastros.
Lo difícil es que los 43 de Ayotzinapa ni siquiera sirven para motivar la justicia, ni para buscar desaparecidos ni aclarar asesinatos, no, hoy únicamente es un tema que se usa con mala leche en la política, que sirve, o sirvió, para muchas manifestaciones y, en casos aberrantes, para actos de propaganda política.
Viene a colación el tema porque han trascurrido 10 años de ese vergonzoso acto acontecido entre la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre que no termina por aclararse y ha dañado mucho a México, tan es así que el gobierno de Enrique Peña Nieto es recordado por esos 43 estudiantes que están muertos o desaparecidos y al de López Obrador casi le sucede lo mismo de no ser por la ahora reforma al Poder Judicial, es cierto, duele lo que ocurrió, pero existe mucha más gente inocente en las mismas condiciones, es innegable que hay miles de desaparecidos, cerca de 100 mil, del 2006 a la fecha según los datos oficiales, por lo que la preocupación debe ser mayor. Los 43 de Ayotzinapa lamentablemente solo han sido utilizados para anclarnos en el pasado, para detener el reloj nacional 10 años más o que el cambio político se fragura desde esa trinchera o con esa bandera que al final quedó casi como al principio, rasgada, manchada de sangre, sin dejar contento a nadie.
Existe una certeza, exceptuando a los delincuentes, ninguno de los caídos vale más que otro, todos son personas con familias que los buscan, padres que mueren de tristeza, hermanos que sufren, hijos que se han quedado casi huérfanos, por eso hay que decir que el mismo esfuerzo que se puso en buscar a los 43 el gobierno debería estar obligado a invertirlo para la localización de decenas de miles que están desaparecidos y otra realidad es que no debimos permitirnos el lujo de estancarnos de esa manera, que no debimos permitir que el tema sirviera para opacar otras muertes, otros no localizados.
Pensando mal parece que Ayotzinapa se utilizó en el pasado para mantener al pueblo distraído, ocupado, si es verdad que se requería aclarar qué pasó, con un agregado, lo mismo debe ser para las otras víctimas, e igual no pasado nada en el presente. Conclusión, llegamos a 10 años en el caso de los 43 de Ayotzinapa, de los normalistas desaparecidos en Guerrero, y todo el país sigue detenido en esos actos de barbarie, qué, tiene razón, deben aclararse, la desgracia aquí estriba en que solo se menciona para seguir manchando o machacando el pasado y no para lograr la justicia y reparación del daño, los padres de esos desaparecidos exigen hacer todo lo posible por dar una versión creíble, saber qué pasó, el país igual lo reclama, sobre todo, para superar el tema, para que luego de ello este México y su memoria selectiva se enteren que estamos en un problema mayor en violencia y no solo por esos hechos sino por todos los que se registran día a día…
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