Por Guadalupe Correa-Cabrera
No cabe duda que Andrés Manuel López Obrador ha sido uno de los políticos mexicanos más hábiles, exitosos y carismáticos de todos los tiempos. El partido que fundó y el movimiento que ha encabezado por varios años sobrevivieron a la coyuntura y constituyen ahora la piedra angular de un renovado sistema de partidos y un nuevo proyecto de nación en México. La llamada Cuarta Trasformación (4T) deja de ser meramente una aspiración para avanzar hacia lo que se vislumbra como un verdadero cambio de régimen en el país. Los resultados de las elecciones del pasado 2 de junio avalaron con contundencia la continuidad del proyecto obradorista que sobrevivirá a su fundador.
Si bien son claros los ejes centrales del proyecto “transformador” materializados en el asistencialismo, el militarismo y una ideología progresista (con todo lo que ello conlleva), persisten aún dudas con respecto a la forma que adquirirá el segundo piso del nuevo proyecto de nación. Lo que aún no queda claro es quienes serán son los beneficiarios principales de esta Cuarta Transformación. Es decir, aún no queda claro si el proyecto fue concebido “por el Pueblo y para el Pueblo” mexicano o si en realidad es simplemente otro proyecto progresista diseñado (como todos los demás) por las élites para beneficio del gran capital (nacional y transnacional).
Con el bastón de mando en mano, la Dra. Claudia Sheinbaum comenzará su sexenio firme e invulnerable. Ella asegura la continuidad del proyecto iniciado por Andrés Manuel López Obrador, al tiempo que mantendrá los “Programas para el Bienestar” con miras a extenderlos y expandir la red clientelar que ciertamente ha beneficiado a Morena. La Renta Básica Universal que tanto promueven las élites globales—desde Davos y otras latitudes del “Norte Global”—parece estar muy cerca de materializarse en México y es parte toral del proyecto de un gobierno que ostenta el lema de “primero los pobres”. Por otra parte, Sheinbaum también propone la continuidad del nuevo militarismo en México, al defender a ultranza—por lo menos hasta ahora—el papel tan relevante que reservó su antecesor para las fuerzas armadas. En lo general, Claudia Sheinbaum afirma que mantendrá los principales preceptos del proyecto transformador iniciado por López Obrador, al tiempo que promete extender el alcance de los programas sociales y avanzar en la inclusión que refleja su ideología progresista.
No obstante su férreo compromiso con la 4T y sus preceptos, la idea de que Claudia Sheinbaum será una calca de AMLO y gobernará sin voluntad y sin independencia de su predecesor parece ser errónea. Además, está alimentada por la insidia y mezquindad de aquellos adversarios a la 4T que no conocen las reglas del juego en un sistema presidencialista. Sheinbaum ha demostrado tener carácter, disciplina y una gran capacidad para enfrentar con éxito los retos que se le han planteado en el desempeño de sus funciones en todos los cargos que ha ejercido. Es además pragmática y mucho menos radical que López Obrador. Sheinbaum no parece que emulará en todo a AMLO y su independencia del mismo se verá quizás reflejada en los nombramientos de su gabinete que serán anunciados en breve. En efecto, la futura presidenta de México, en los últimos días, ha hecho patente su compromiso con el modelo de transformación de su partido, pero al mismo tiempo mantiene su propia agenda de forma transparente y de cara a construir el segundo piso de la 4T.
Por sus dichos y la configuración de su equipo al día de hoy, pareciera ser que Sheinbaum apostará por un proyecto aún más progresista anclado en el ambientalismo, la inclusión y la igualdad (de género). Su propia trayectoria profesional en los temas de medio ambiente podría ser determinante para el avance de México hacia la transición a energías renovables—proceso diseñado por las élites globales. Lo anterior podría incrementar, de manera muy considerable, la dependencia de México hacia los grandes capitales transnacionales. Según lo declarado en los últimos meses, Sheinbaum mantendrá su apoyo al denominado “Plan Sonora” y priorizará otros proyectos para generar energías limpias. Quedan en el aire la construcción de dos proyectos demasiado controversiales que beneficiarán principalmente a las élites mexicanas y estadounidenses: el “misterioso Tren del Norte” (que construye el ejército y que favorece a Grupo México; véase https://www.sinembargo.mx/27-11-2023/4437652) y la megadesalinizadora que desean construir empresas extranjeras en Puerto Peñasco, Sonora para abastecer de agua a parte del estado de Arizona (véase https://www.sinembargo.mx/20-02-2023/4327216).
Sheinbaum es una política bastante pragmática y no parece estar cerrada a una amplísima participación del sector privado (nacional y transnacional). Tampoco parece estar casada con un proyecto nacionalista a ultranza, ni con las exigencias de los segmentos más radicales de su partido-movimiento. Esto ha quedado demostrado por sus recientes declaraciones, participaciones en foros internacionales y su excelente relación con grandes empresarios—por ejemplo, con Carlos Slim y compañía. Destaca también el apoyo que recibieron ella y Omar García Harfuch—hombre de toda su confianza—por parte de Estados Unidos para combatir al crimen en CDMX, según lo reveló el prestigioso diario The Wall Street Journal (véase https://www.wsj.com/world/americas/mexico-claudia-sheinbaum-organized-crime-us-assistance-a8e9d15c).
Así, se vislumbra una nueva era para México en la construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación. Se pronostica una aceleración del progresismo y una mayor dependencia de las inversiones provenientes del Norte Global, así como de la política estadounidense y un relajamiento del nacionalismo impulsado por López Obrador. En la era de Sheinbaum se anticipa una continua expansión del militarismo, ambientalismo, asistencialismo e hipervigilancia en el marco de un partido efectivamente dominante (que algunos incluso comparan con lo que fue, por décadas, el Partido Revolucionario Institucional). El pragmatismo de Sheinbaum y su compromiso con la progresía podrían constituir el panorama más deseable para los grandes capitales. En este contexto, el neoliberalismo en México y el dominio de las élites sobre la clase política continuarían, como hasta ahora, avanzando y gozando de cabal salud.