El jardín de la libertad
Libertad García Cabriales
No actúes como si fueras a vivir diez mil años. La muerte te acecha. Mientras vivas sé bueno.
Marco Aurelio
La nota causó revuelo. El famoso cantante español Alejandro Sanz, reconocido por canciones que han tarareado millones de personas, escribió hace unos días en sus redes una confesión impresionante: “No estoy bien. No sé si esto sirve de algo pero quiero decirlo. Estoy triste y cansado. Por si alguien más cree que hay que ser siempre una brisa de mar o un fuego artificial en una noche de verano. Estoy trabajando para que se me pase…llegaré a los escenarios y algo dentro me dirá qué hacer. Pero a veces no quiero ni estar. Sólo por ser sincero. Por no entrar al ruido inútil. Sé que hay gente que se siente así. Si te sirve yo me siento igual”.
Las reacciones no se hicieron esperar. Miles de personas respondiendo, apoyando, agradeciendo y confesando sentirse igual. Hasta los sicólogos y demás especialistas de la salud mental, resaltaron la importancia de que alguien como él, desnude su interior ante millones. Alejandro tiene el “corazón partío”, para decirlo con una de sus canciones y no tiene nada de raro, pues es tan humano como cualquiera; pero pone de manifiesto, para muchos de quienes así lo piensan; que ni el dinero ni la fama te dan la estabilidad emocional. No siempre se puede ser brisa de mar o fuego artificial de una noche de verano, dice Sanz de manera poética. Tiene razón. Nadie puede.
En otro contexto pero en el mismo sentido, recién leí un reportaje muy impactante acerca de un otrora poderosísimo político tamaulipeco y su vida en una cárcel de seguridad en el extranjero. Quienes lo conocieron de cerca dicen gozó de un poder descomunal; no había deseo que no le fuera cumplido y los elogios públicos y privados fueron parte de su vida cotidiana. Inteligente y muy audaz, fue más temido que querido; tal vez siguiendo las lecciones de Maquiavelo. Pero los años en la cárcel pagando una condena fueron cosa muy distinta. Según el reporte, pronto obtendrá su libertad y se ha trasladado a otra prisión, pero mientras estuvo ahí, vivió sometido a horrores tales como estar en una celda pequeñísima, ser vigilado todo el tiempo (llamadas grabadas, cartas incautadas, luz siempre prendida), transitar esposado de manos y pies, lavar baños y oficinas, además de padecer frío y seguramente insomnio, angustia, depresión; lo que todos los presos en espacios tan asfixiantes, sin sentir el aire del exterior.
Ni el poder, ni el dinero ni la fama son garantía de nada. Piense usted y vea cuántos políticos en todos los niveles, habiendo gozado las mieles, viven ahora las hieles, deprimidos, enfermos por la falta de ese mundo, de ese mando que no es eterno Y no sólo en la política, también en otros espacios de poder y dinero hemos visto ejemplos de sobra. En las monarquías, la farándula y hasta las cúpulas empresariales hay ejemplos recurrentes de gente con bolsillos llenos y alma triste o vacía. Ningún puesto, título, cuenta de banco, puede salvar a nadie de la morriña, la debacle, la tragedia. Nadie tiene certeza de nada.
En ese contexto, está el caso de la bellísima periodista española Sara Carbonero, quien hace unos años parecía tenerlo todo y una terrible enfermedad le cambió la vida, le sacudió todo su ser, a tal grado que terminó su relación con famoso futbolista, quien en ese tiempo había sufrido un infarto. Rota la salud, la relación también se fracturó y desde entonces ella se ha dedicado a reconstruirse. Al respecto de su experiencia, que le hizo despertar verdaderamente a la vida, ha escrito textos entrañables: “todo en la vida es impermanencia, nada de lo que hoy gozas está asegurado para mañana”. Con esa convicción se ha grabado en el antebrazo la palabra impermanente. Hace unos días escribió otra vez en ese sentido: “Sé que todo esto será ceniza y que no siempre reinará la alegría. Eso es imposible”. Pero está consciente y ahora busca lo mejor en esencia.
Y hablando de tatuajes y personajes, recuerdo también al ex ministro de salud y educación, además alguna vez candidato a la presidencia colombiano, Alejandro Gaviria. Con fuertes y dolorosas experiencias en la vida pública y privada, fue diagnosticado en sus días de Ministro de Salud con un terrible cáncer linfático que le cambió la vida. También se hizo tatuar los antebrazos. Uno con la frase de un poema: “celebra tu vida”. Y el otro con una de Steve Jobs, otro poderoso magnate fallecido por cáncer: “tu tiempo es limitado”. La conciencia de la incertidumbre, la necesidad de asumirnos mortales, frágiles, impermanentes.
Ni el dinero, ni el poder, ni la fama. Nadie tiene nada seguro. Menos la vida. Por desgracia mucha gente no lo entiende y creyéndose inmortales actúan con prepotencia, maldad y hasta delirio. Y no sólo los políticos y poderosos, también los ricos de las listas, los nuevos ricos y hasta los ricos de pueblo enloquecen y viven en el vacío del oropel, en el “ruido inútil”, diría Sanz. Con dinero o sin dinero, canta el clásico; con poder, con fama o sin ella; todos seremos cenizas. Ojalá se entienda a tiempo el verdadero sentido de la vida. La única.