El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales:
El arte debe consolar al perturbado y perturbar al cómodo.
Bansky
Hay personas que no lo creen, pero evidencias sobran para comprobarlo. En mi Mante natal emergió en los años cincuenta, un poderoso movimiento cultural que ha trascendido por muchas décadas. Arropados por la verde y florida natura, los hijos del Mante, hemos gozado las mieles de la cultura en un proceso auspiciado por José Ch. Ramírez, un controvertido gerente del Ingenio del Mante, quien mucho cultivó literal y metafóricamente en la región. Un proceso artístico y cultural que ha sembrado sensibilidad en el alma de mucha gente generando una corriente poderosa de energía creativa, derivando además en la formación de artistas y promotores culturales de enorme talento e influencia más allá del dulce territorio.
Conocedor de la convulsa realidad política de su tiempo, José Ch Ramírez ejerció un férreo control en el Ingenio y sus ciclos productivos, pero también supo que algo faltaba en el paisaje y apeló al poder del arte y la cultura como agentes transformadores de la sociedad. Así llevó a cabo un gran proyecto social integral, en el cual se crearon instituciones educativas y culturales de alto impacto regional, entre las que se cuentan escuelas de distintos niveles y especialmente un Instituto Regional de Bellas Artes, donde hizo traer maestros de alto calado como Ramón Cano Manilla, quien contribuyó con sus clases y murales a la sensibilidad social y a la forja de notables artistas
Mucho se podría decir del potente movimiento educativo-cultural de mi Mante y su impacto hasta el día de hoy, los muchos creadores surgidos en el fértil paisaje y su trascendente obra. Tengo pendiente una investigación histórica al respecto y espero hacerla muy pronto. Mientras tanto escribo para reconocer a dos exponentes del poderoso movimiento cultural que inició en ese tiempo y ha evolucionado con grandes y dulces frutos, para decirlo con metáfora cañera.
Empiezo con Hiram Céspedes Cabriales, quien además de ser un creador multifacético, es uno de los mejores y más conocedores jardineros de Tamaulipas. Nacido en los años dorados del Mante, en una familia sensible a la belleza, Hiram cultivó desde muy niño el amor por el arte y las plantas. Rodeado de tierra y agua, su primera escuela fueron los árboles que entonces se sembraban por miles a la vera de los canales y caminos. Arquitecto de profesión, eligió el diseño de jardines y se avecinó desde hace muchos años en Tampico, donde es reconocido por su conocimiento y talento como diseñador de paisaje de excelencia en la región. Convencido de la fuerza terapéutica de los jardines, Hiram no sólo ha trabajado en jardines privados, sino que regala su tiempo en organizaciones sociales dedicadas a la conservación ambiental. Y no sólo eso; también cultiva el alma a través del arte, plasmando en sus obras, la esencia de su ser luminoso. Geometría del espíritu, en sus piezas artísticas, uno puede encontrar la luz perdida.
Gustavo Sánchez Tudón es otro mantense de excepción, discípulo también de Ramón Cano Manilla y forjado en el citado entorno cultural; Gustavo abrió sus alas muy pequeño para iniciarse en la experiencia estética. Más tarde, salió de su ciudad natal para formarse en la gran escuela de pintura La Esmeralda y después una larga estancia en Rumania, lo consolidó como lo que es, un gran creador: apasionado, poético, pero igualmente reflexivo y dialéctico. R:G. Colingwood decía que en el arte reside el flujo de la vida: “no hay educación que no comience con él, no hay religión ni ciencia que no sean modificaciones y peculiaridades del arte”. Eso pienso y siento cuando veo la obra de Sánchez Tudón, el escalofrío de la belleza, para decirlo con Schiller, pero también el acicate para abrir la mente a los asuntos de nuestro mundo, nuestra comunidad, nuestro ser.
Hace unos días tuve el privilegio de estar en el bello puerto de Tampico para asistir a una fascinante exposición de Gustavo en la Galería Monet, que ya en el nombre lleva el arte y el paisaje. Un espacio independiente, propiedad de Fernando Cantú Elías, quien ha apostado por el arte y la cultura como factores esenciales para la convivencia y la construcción de esperanza, apoyado precisamente por Hiram, Norma García y Mike Berzunza, personas maravillosas todos, quienes con su generosidad, nos devuelven la fe en la humanidad. En un mundo fracturado, ellos nos integran, diría Anish Kapoor. Así Gustavo, amante de su tierra y su mar, quien ha sabido re-crear “El paisaje que nos falta”, en una poética exposición, enlazada a la memoria del gran Monet con obras plenas de significados que nadie se puede perder.
Por mi parte, agradezco profundamente la invitación del maestro Sánchez Tudón a inaugurar la exposición junto al enorme poeta Arturo Castillo Alva y reafirmar ahí el poder del arte y la calidez de la gente del amado puerto. Lo dicho: el arte tiene poder y como diría Deleuze: es lo que resiste. Gustavo, Hiram y Monet son claros ejemplos de ello, porque con su talento nos muestran el paisaje que nos falta.