Balcón del pensamiento
Alicia Caballero Galindo
Hace unos días, sepultamos a la abuela Margarita; murió tranquilamente después de vivir 97 años. Tuvo un matrimonio feliz, mi abuelo murió hace ya más de quince años, eran muy unidos, todos pensamos que se iba a decaer con su partida, pero no fue así, tenía un cuerpo sano, y un alma fuerte, además, era inteligente, buscaba alguna ocupación que llenara su tiempo y mantuviera activa su mente, le gustaba ver los programas televisivos de noticias para estar informada de lo que pasaba a su alrededor. Tenía su teléfono celular y constantemente recibía llamadas de sus hijos y nietos. Nunca se aisló permaneció consciente de su vida y su realidad. Sentía que su encomienda era acompañarme, soy la menor de sus nietas, vivió con nosotros desde la muere de mi abuelo, estuvo apegada a mi madre que envidó a los pocos años, mi padre murió trágicamente al ser arrollado accidentalmente por un automóvil sin frenos, mientras desayunaba en un restaurante a bordo de calle. Mi madre no se volvió casar y yo no lo recuerdo, era muy pequeña cuando eso ocurrió, tenía apenas dos años, y me quedaba con los abuelos, mientras mi mamá estaba en la fábrica. Al enviudar mi abuela, decidió mudarse a nuestra casa, y fue mi compañera de cuarto.
La vida transcurrió plácidamente, mi mamá trabajaba duro en una fábrica artesanal de dulces regionales que formaron ella y mi padre, y yo crecí con la compañía de la abuela. Me siento triste por su partida, pero sé que ella se fue feliz de haberse realizado. Me enseñó a no conservar cosas viejas, decía que eran fantasmas de un ayer que no volvería, y debemos vivir el “hoy” a los seres queridos que se fueron, decía, debemos guardarlos en el corazón y la mente. El día que desde mi inocencia de niña le pregunté que, si ella no se iba a morir como el abuelo, me respondió con una sonrisa mientras me acariciaba mis trenzas:
-Siempre estaré contigo, un día partiré con tu abuelo, pero estaré de alguna manera a tu lado, ¡ya lo verás! La respuesta me hacía feliz, pues ella era mi compañera, desde entonces, aprendí que no era necesario guardar recuerdos materiales, porque el amor cuando es verdadero, mantiene vivos a los seres queridos en la memoria y de alguna manera, se comunican.
Hoy decidimos empacar sus cosas y llevarlas a un asilo público para que fueran aprovechadas por otras personas necesitadas. Yo decidí conservar un espejo de luna francesa y marco dorado sencillo que fue un regalo de bodas cuando se casó con mi abuelo, ella lo apreciaba en forma especial. En esa luna me vi desde niña y poco a poco me transformé en mujer, hoy, tengo 26 años y muchas dudas, y… ya no estará ella para para que le platique y me aconseje.
Al volver del asilo, entré a mi recámara y la sentí vacía sin ella, traté de sobreponerme a su ausencia, sin pensarlo, me arrimé al espejo y me devolvió mi imagen nítida, sonreí y pensando en voz alta, me dirigí a mi abuela:
-Trataré de caminar sin ti, pero… ya no podrás escuchar mis quejas y si las escuchas, no podrás contestarme abuela, voy a extrañarte mucho.
Sin poderme contener, las lágrimas salieron a raudales de mis ojos y la vista se me nubló, limpié mi cara y me pareció ver a mi abuela del otro lado del espejo, como si fuera una realidad alterna y extraña, mi abuela, dijo con una voz apenas perceptible:
-Yo te acompañaré siempre pequeña, recuerda que solo cambiamos de dimensión, pero estaré cerca, muy cerca de ti.
Me quedé sin habla y sin saber qué pensar, no creo en fantasmas ni aparecidos, pero ¡la vi y la escuché!… su imagen era clara en la superficie pulimentada de aquel espejo francés de marco dorado, con un bisel alrededor, en forma de óvalo.
¿Cuánto sabemos de dimensiones desconocidas? ¿A caso existe una vida después de la vida?, ¿hasta dónde llega la autosugestión?… la verdad, ignoramos ¡tantas cosas! Quiero pensar que mi abuela me acompaña, su esencia permanece, el olor de la colonia que usaba después del baño, flota en esta habitación.
Cada vez que me miro en ese espejo al arreglarme, siento su presencia, ¿será que su energía vital está conmigo? Tal vez así sea. Los misterios insondeables de la muerte, aún no los hemos podido descifrar. Cuando mi madre entra a mi recámara, me pregunta:
-¿Estás usando la colonia de tu abuela? Aún se percibe su esencia…