Ciudad de México, 24 de marzo de 2022
Hace 108 años que naciste, en el río Moctezuma; qué mejor lugar que ése para nacer de una mujer de nombre Pilar y de apellido Moctezuma.
He contado ya, en varios textos cómo fue que mi abuelo, don Tirso Martínez Gala, por cuestiones de seguridad, construyó una balsa en la que mi abuela y él huyeron de una muerte segura y cómo se orillaron para que llegara al mundo su primer hijo, al que nombraron Hugo, tú.
He contado cómo luchaste siempre por las causas justas, cómo fuiste parte de la consecución de la autonomía universitaria, cómo luchaste por los trabajadores de la UNAM, hasta conseguir que volviera a representarlos un sindicato del que fuiste el primer secretario general.
He contado cómo conociste y te enamoraste de la mujer que fue tu compañera hasta que dejaste este mundo, a tus noventa años.
Lo que hoy quiero recordar es tu concepción del papel de la mujer. Fuiste impulsor de que las mujeres, empezando por las cercanas a ti, tuvieran la misma oportunidad que los hombres.
Recuerdo que nos decías “Hijas, la única independencia que vale es la económica, nunca dejen de trabajar”. Allí te fallé cuando renuncié a mi trabajo, para viajar a iniciar una nueva vida en otro continente. Y más adelante, durante la adolescencia de mis hijos volví a hacerlo, para dedicarme a guiarlos.
Sin embargo, tu ejemplo es uno de los motores para que yo busque siempre el hacer mejor las cosas, el no rendirme y el no claudicar ante mis convicciones.
Me enseñaste también que hay que afrontar nuestras debilidades y que después de caer, hay que levantarse y volver a empezar.
Tu sabiduría me hace falta y me encantaría el poder sentarme contigo a platicar sobre lo que pasa en México y en el mundo.
Gracias por haber sido el padre cariñoso que fuiste y por habernos dejado volar, con las alas bien extendidas.
La nena, como me dijiste siempre.