Francisco Ramos Aguirre
Las bandas de música en Tamaulipas, se remontan a principios del siglo XIX. Entre las referencias sobre el tema destaca la del capitán inglés F.F. Lyon en 1826. Durante un viaje por Tampico, Altamira y Pánuco, escribe en su diario que el 18 de marzo observó desfilar en las calles de Tampico una banda de música militar, mientras se trasladaban a la casa del alcalde. Lo reseña comprende los bailes, gastronomía, vestuario, atmósfera festiva y fandangos celebrados en esos lugares. Respecto al desfile religioso de la Ascención de Jesucristo, puntualiza que participó una banda: «singularmente surtida. Había arpa, trompetas, abundantes cascabeles indios, una mujer y varios hombres tocando el violín, cada uno tocando su propia tonada.»
Gracias a la aparición de las bandas militares, maestros filarmónicos y entrada de instrumentos musicales europeos, el puerto de Tampico estaba destinado a convertirse en una ciudad musical. Más todavía, a partir de la segunda mitad del siglo XIX el proceso del aprendizaje musical se extendió a otras ciudades. Del 15 al 17 de septiembre de 1848, el periódico El Defensor de Tamaulipas, señala que durante las fiestas conmemorativas de independencia en Ciudad Victoria se verificaron entre otras actividades un baile popular. Simultáneamente, los días 16 y 17, actuó la banda de música en la plaza. Lo mismo menciona otro baile, celebrado en la casa de Ramón F. Valdés.
Según otras noticias, en esa época Tula de Tamaulipas vivió momentos de esplendor cultural, donde las bandas musicales jugaron un papel importante. Durante una visita que el gobernador Servando Canales realizó a esta población en febrero de 1871, fue recibido por la alta sociedad con un baile que se prolongó hasta las siete de la mañana del día siguiente. Aunque la crónica del periódico Reconstrucción no menciona la orquesta que amenizó el baile, se infiere que existía una de filarmónicos miembros de las bandas militares y conjuntos de cuerdas de esa población.
En 1893 se dio a conocer el proyecto de la Academia de Música Municipal, donde se les proporcionaría instrumentos de viento a los alumnos, para su aprendizaje gratuito. Para ello, las autoridades nombraron director al maestro Fernando Vargas, quien impartiría clases a cuarenta alumnos, con el compromiso de formar una banda. El sueldo sería de treinta pesos mensuales. (Retrospectiva Tulteca/Álgel Inurrigarro/2009)
Como podemos apreciar, esta ciudad del Cuarto Distrito alcanzó un importante desarrollo, gracias a la explotación de las haciendas agropecuarias, comercio y producción de lechuguilla. Tal era el auge económico que en 1900 se construyó un centro social o Teatro-Casino donde se celebraban dos bailes de etiqueta al año: 15 de septiembre y 25 de diciembre. Además, refiere doña Guillermina Saldaña existieron, varios filarmónicos y directores de orquesta entre ellos: Policarpo Lara, el señor Estrello y su orquesta de veinticinco músicos, la familia Gutiérrez, Dimas Meléndez y Ascensión Céspedes.
Durante el porfiriato, llegó el progreso gracias a los gobiernos tamaulipecos de ese período. A principios del siglo XX, se inauguró el Camino Real a Tula que unía a cuatro ciudades: Victoria, Jaumave, Palmillas y Tula. Gracias el interés del gobernador Guadalupe Mainero, en 1900 Palmillas fue dotada de una banda de música que contribuyera a promover: «…la cultura y también para el mayor realce de las fiestas públicas.»
En este rubro, a partir de 1895 se hizo notable el apoyo del gobierno para que los municipios más importantes tuvieran un conjunto musical, solventado con finanzas de hacienda. Para entonces, sobrevivía una banda en Tampico: «…mientras que ahora, además de esta hay la de Victoria, San Carlos que acaba de ser ampliada con una orquesta de señoritas, la de San Fernando, la de Palmillas y la de Jaumave, cuyo personal ha aumentado en un 50 por 100.»
Vale decir que por esos años entraron en actividad, las bandas de Miquihuana, Nuevo Laredo y Matamoros. En diciembre de 1888 fue inaugurado en esta ciudad fronteriza, un kiosco. Para realzar la ceremonia la banda municipal ofreció una audición bajo la dirección de don Jesús María Acuña. La serenata atrajo a los matamorenses congregados en el centro de la plaza, donde disfrutaron un rítico pasodoble que hizo bailar entusiasmados algunos asistentes. El señor Acuña: «…quien sin ningún estímulo y acostas de muchos sacrificios ha logrado ver realizados sus afanes, sería conveineite impulsar el arte de alguna manera y para el efecto proponemos se subvencione a la nueva música para que de retretas en la plaza cuando menos cuatro veces cada mes.»
Mientras los vientos primaverales sacudían las olas del Golfo de México, en mayo de 1865 el general Tomás Mejía aliado del ejército francés y el imperio de Maximiliano, fue recibido apoteóticamente en el puerto marítimo de Bagdad, cercano a Matamoros. Esa ocasión, los habitantes, el alcalde Antonio Cervera y fuerzas militares dieron la bienvenida al conservador. Hubo música, pólvora, banquete y baile al que Mejía era muy aficionado, sobre todo después de obtener un triunfo.
Por lo general, las bandas realizaban audiciones vespertinas u nocturnas en los kioscos de las plazas públicas y ceremonias cívicas. Probablemente esta tradición, se arraigó durante la Guerra de Intervención Francesa entre 1862-1867, cuando las bandas de música militares amenizaban conciertos en las ciudades donde los franceses ejercían su dominio. Está claro que uno de los propósitos, consistía en generar un clima de confianza y establecer a través de la cultura, un acercamiento social con los pobladores.
El programa de las serenatas, era anunciado en los periódicos y comprendía música austriaca y alemana: valses y polkas de Strauss, marchas de Saverthal, habaneras, arias de ópera, canciones de Verdi, la flauta mágina de Mozart y otros géneros. De alguna manera estos repertorios ayudaron a la formación profesional de músicos locales de aquella época que integraban la Sociedad Filarmónica Mexicana.
En medio de un escenario de guerra, se generó un ambiente propicio para la apreciación de la cultura musical europea en las plazas de Jalapa, Puebla, Orizaba, Guadalajara, Monterrey, México y otras ciudades donde el auditorio escuchaba facinado las notas de los trombones, clarinetes, trompetas, oboes y tambores. Por otra parte, las bandas profesionales de músicos europeos, también actuaron en teatros, bailes y festejos familiares como la suntuosa boda entre el Mariscal Aquiles Bazaine y Josefa de la Peña.
Vale recordar al profesor Nicanor Licea originario de Doctor Arroyo, Nuevo León, quien fundó durante la posrevolución varias orquestas en Miquihuana, Jaumave y Bustamante, comunidades cercanas a la Sierra Madre Oriental tamaulipeca. Durante un par de años, Licea impartió clases en la Escuela Normal Rural de Los Ébanos de Jaumave y dedicó valses, polkas y flamencos a estas poblaciones, las cuales tenían influencia cultural y vecindad cercana con San Luis Potosí. Producto de este ambiente y gracias a las contribuciones de los hacendados locales, surgió la banda de música de Jaumave. Uno de sus principales promotores fue Epigmenio Rivera Hernández, originario de ese lugar (1880). A principios de 1900 acudieron al campamento La Unión, donde ofrecieron un concierto con motivo de la apertura del Camino Real a Tula.
A pesar de las dificultades económicas y aislamiento geográfico debido a la falta de caminos adecuados para el transporte durante el siglo XIX y principios del XX, la mayoría de las ciudades tamaulipecas contaron con filarmónicos que se agruparon para fomentar el gusto por la música entre los habitantes. Esta forma de entretenimiento, se enriqueció con la llegada de maestros de música extranjeros a Tampico y Matamoros. De igual manera, con la apertura de academias y escuelas particulares donde se impartían clases de canto, piano, guitarra, violín, mandolina y clarinete.