Francisco Ramos Aguirre
Quien rece esta letanía,
unas tres veces al día,
y la aprenda de memoria,
ganará la lotería,
y aquí la paz y después gloria.
El Padre Cobos/1871/02/09.
En cuanto al gusto por juegos de azar, a través de la historia y en numerosas ocasiones la capital tamaulipeca ha sido favorecida por la diosa fortuna. Uno de los antecedentes más remotos sobre la presencia legal del juego de la lotería o de la suerte, se remonta a 1814 durante la época colonial cuando Manuel M. Quiroz, vecino de la Villa de Aguayo solicitó al director de la Real Lotería General de la Nueva España, realizar un sorteo a beneficio de la construcción del templo de esta localidad. Más adelante, el gobierno independiente continuó dicho control en beneficio de la hacienda pública.
Para 1843, operaba en México la Lotería de la Habana de enorme presencia. Para evitar fugas al erario, el 10 de diciembre el gobierno de Antonio López de Santa Anna, decretó la creación de la Lotería de la Academia Nacional de San Carlos, para mantener el establecimiento, solventar el pago de maestros y becar alumnos de escasos recursos económicos “…para la instrucción de la juventud desvalida, y la formación de artesanos en las artes liberales y en las Matemáticas.” De esta manera el desarrollo de este juego de azar, se hizo presente en el resto del país.
Dada su popularidad, vale decir que además de su modalidad nacional, en aquellos tiempos eran comunes las loterías estatales para recabar fondos económicos. A pesar del complicado acceso geográfico y dificultades para transitar los caminos del territorio tamaulipeco, para 1883 Ciudad Victoria contaba con una agencia expendedora de billetes de lotería.
En marzo del siguiente año la suerte le sonrió a don Eustaquio Balandrano -corresponsal del Instituto Nacional de Geografía y Estadística, ex colaborador del gobernador Ignacio Comonfort y casado con Nieves Dávila-, ganador del premio mayor de 10 mil pesos. En abril de ese año nuevamente cayó el Premio Gordo en esta capital, favoreciendo la suerte a Marcos Rodríguez administrador de la Hacienda de San Juan de la Generala, municipio de Padilla. De esta manera, el circulante monetario benefició indirectamente a otros pobladores, gracias a inversión en negocios, construcción de residencias y compra de haciendas.
A mediados de 1901, la Compañía de Mejoras Materiales de Ciudad Victoria que en ese momento construía un puente y otras obras en la localidad, solicitó al gobierno la creación de una lotería para solventar los gastos. El permiso fue otorgado y el primer sorteo se realizó el 16 de septiembre, efeméride tradicional para realización de este tipo de rifas, con premios especiales. En abril de 1905, varios números del “El huerfanito, el despreciado, el que siempre sale premiado” fueron adquiridos por victorenses y tampiqueños, ganadores de 10 mil pesos, nada despreciables en aquellos tiempos cuando el dinero tenía más poder adquisitivo.
Hacia 1921 Tampico, la industriosa y próspera urbe petrolera tenía su propios sorteos, competencia de la “Fracasada Lotería de Tamaulipas de Ciudad Victoria” administrada por Walterio Pesqueira que en febrero anunciaba un premio mayor de 20,000 mil pesos, con 10 mil billetes en circulación entero $10, décimo $1. En ese tiempo operaban la Lotería Nacional, Lotería del Estado de Michoacán y Lotería Internacional Mexicana -Estado de Hidalgo-. Considerado como un milagro, en esos años el señor Álvarez vecino de Ciudad Victoria, se sacó la lotería de Michoacán.
A pesar de intrigas propias de la competencia, en 1927 continuaba vigente la Lotería de Tamaulipas “Para la Beneficencia del Estado” con sede en la capital Victoria. Se emitían 20 mil billetes a 20 centavos cada uno, con premio mayor de 10 mil pesos. El Director General de la empresa era el ingenieiro Narno Dorbecker. Vale decir que al desaparecer las loterías locales, la Lotería Nacional asumió el monopolio y control. En 1932, continuaba operando la Lotería Tamaulipas S.A.
En mayo de 1939, cayó en Victoria un premio de 50 mil pesos del Sorteo Extraordinario con el número 8628, vendido en la agencia a cargo de Manuel ¿“Chosa”? Algunos de los afortunados jugaron en “Vaca” otros adquirieron el clásico cachito, entre ellos Herculano Macías, Francisco Cárdenas, Angelina Balboa, Sara Gil, Procopio García, Manuel Villarreal, Juan Almanza, Eduardo Cancino y otros.
El 17 de diciembre de 1940, los victorenses amanecieron radiantes de felicidad al conocer nuevamente la noticia sobre la visita de la Diosa Fortuna. Sobre todo quienes adquirieron cachitos con el número 3649, vendido en su totalidad en la capital tamaulipeca y premiado con $100,000.00. El premio, dice El Gallito “…quedó bien distribuido entre varias personas…Antonio Castro de la casa comercial El Precio Fijo, diez mil pesos; Reynaldo Cantú, propietario de una lechería, diez mil pesos; Marcelino García Ochoa, comerciante establecido frente al Mercado Argüelles, cinco mil pesos; Eugenio Hernández Medina, Colector de Rentas, cinco mil pesos; Profr. Edmundo Castro, cinco mil pesos…”
La lista de los agraciados continúa: Pablo Rincón, Dolores Blackmore de Valdez Ramírez, Juan Cory, Luis Wong y otros. En 1949 el agente de la Lotería Nacional era Leoncio J. Ortiz, establecido en la calle Hidalgo 13 y 14, quien anunció para el 17 de septiembre de ese año un premio de 5 Millones de Pesos Mexicanos. Esa misma década Pedro Montelongo propietario del Café Molino Rojo, fue favorecido por la fortuna.
Otro premio más a la cuenta bancaria de victorenses, se difundió a través de la XEW en noviembre de 1954 cuando uno gritón de la Lotería Nacional, mencionó el número de la suerte 1082, vendido por el expendedor ambulante Víctor Álvarez, con. Premio de 600 mil viejos pesos. Ganaron José Grajeda, Antonio Martínez Rodríguez -chef restaurantero-, el guitarrista Goyo Pérez, Arturo Wong del Cantón y varios más. Dice la nota del Heraldo de Victoria, “$600,000.00 como están las cosas en la actualidad, es una fuerte inyección de dinero que redundará en beneficio de muchos victorenses, pues los afortunados seguro emprenderán negocios, construirán sus casas y en fin se notará algún beneficio monetario.”
En todas las épocas época, han existido apostadores quienes sueñan de manera obsesiva obtener premios de lotería y rifas. Para ello ponen en práctica toda clase de creencias populares, numerologías, fechas simbólicas, milagros religiosos y consejos de gitanas y adivinos. Como el español Juan Jacobo y del Tordo, quien siempre deseó sacarse el Premio Gordo de la lotería, según narra el poeta N. Vidal Pita:
Juan José y del Tordo,
su dinero jugó a la lotería,
porque le dijo una gitana un día,
que habría de sacarse el premio gordo.
Más la suerte que es una
señora muy voluble y muy traviesa,
no le ayudó en la empresa,
que consumió de Tordo la fortuna.
Pasado un año apenas,
enamoróse Juan perdidamente,
en la feliz edad en que se siente
correr ardiente lava por las venas;
y al ver que su mujer salió una harpía
hoy dice renegando de su estrella:
razón tenía la gitana aquella, ¡qué premio me tocó en la lotería!
(Fuentes: El Siglo Diez y Nueve/diciembre 24/1843; /marzo 14/1883; /abril 22 de 1884; La Patria/Marzo 30 de 1884; La Patria/julio 12/1901; La Patria/marzo 12/1905; El Demócrata/febrero 2/1921; El Gallito/diciembre de 1940; El Heraldo de Victoria/1954/noviembre 4).