Francisco Ramos Aguirre
Poco sabemos del origen de los árboles de mora en la capital tamaulipeca; menos acerca de la crianza de gusanos de seda, una interesante historia desconocida para la mayoría de sus habitantes. Las primeras noticias difundidas sobre este milagro de la naturaleza, se remontan a 1884 y aparecieron en un periódico de escasa circulación en la comarca. La breve reseña menciona cuando el señor Juan G. Calderón, recibió del Ministerio de Fomento, suficiente cantidad de semilla de gusano de seda, a fin de implementar un proyecto industrial de sericultura. Es probable que para entonces, existiera esa variedad de árboles dentro de la abundante flora de la Hacienda de Tamatán y márgenes de la acequia de la avenida 17
A principios del siglo XX, Calderón vivía en la calle 11 y 12 Hidalgo; era un solterón de 65 años de edad, quien a partir del período de Guadalupe Mainero Juárez como Presidente de la Suprema Corte de Justicia de Tamaulipas, desempeñó durante varios años el cargo de Secretario en dicha dependencia. Vale decir que a principios del siglo XX, también fue Agente de Tierras y participó en el ramo de minería en la Exposición Internacional de París en 1900. Sobre el tema de la sericultura, menciona este personaje la experiencia acerca de esta actividad: “…una caja sólo logró unos cuantos gusanos que salieron en marzo último; éstos a los veintidós días produjeron más semilla en abril. Cuando nuestro amigo quiso guardarla ya no tuvo tiempo, pues los gusanos empezaban a brotar a los pocos días, y si a este paso siguen, para agosto levantará otra cosecha y son tres al año.”
La versión de los hechos, nos lleva a suponer y confirmar la razón por la cual, en el trayecto del Camino Real a Tula, existen numerosos árboles de mora probablemente producto de aquel intento de producir seda. Más todavía cuando la nota del periódico -La Libertad/julio/1884- aclara a sus lectores que según el “Instructivo de la Cría de la Morera del Gusano de Seda en La China”, la semilla que se levanta en los meses de marzo y abril, viene arrojando el gusano en los mismos meses del siguiente año…Esto prueba que nuestras comarcas, son mucho mejores que la China, para la cosecha de la seda.”
Aunque para 1843, existían otros instructivos sobre la explotación del gusano; vale decir que en aquel país oriental, se ha producido desde tiempo ancestrales el mayor porcentaje de seda en el mundo. En cuanto a Ciudad Victoria, estos árboles -Morus Alba- alimentan con sus hojas a los gusanos, mientras el fruto puede utilizarse para elaborar mermeladas, como lo hacen en otras partes del país. Por lo demás, la Secretaría de Comercio tenía la esperanza que en poco tiempo, el cultivo de la seda se convirtiera en uno de los más productivos de México.
Las pocas fuentes documentales, revelan que el experimento no prosperó como se esperaba y tuvieron que transcurrir alrededor de cincuenta años para que alguien se interesara nuevamente la explotación industrial del insecto. Hablamos de la Condesa italiana y guionista del cine mexicano Rina Albertti Brunatti. Ella escribió el argumento de la película Adiós Juventud (1943), con la participación de Joaquín Pardavé, Luis Aldás, Manolita Saval, Aurora Segura y Salvador Quiroz por mencionar algunos. La música estuvo a cargo de Manuel Esperón.
A su llegada a México, adquirió un rancho en Palmira, Cuernavaca donde radicó varios años, pero luego decidió trasladarse al norte del país. Primero a Jaumave, Tamauipas; después a Ciudad Victoria y finalmente a Chihuahua, donde adquirió un predio en Saucillo, cercano al Río Conchos.
Precisamente a principios de la década de los treinta La Condesa presentó ante el gobernador Francisco Castellanos, un proyecto para establecer un criadero de gusanos de seda en Ciudad Victoria. Para este propósito, envió al ingeniero agrónomo egresado de Chapingo Víctor Manuel Bueno Gutiérrez, perteneciente a la Comisión Nacional Agraria y maestro de la Escuela Central Agrícola de Tamatán, para contactar una entrevista con el gobernador considerando: “…su magnanimidad patriótica y progresista que siempre le ha caracterizado, su ayuda para la obra de sericultura que está desarrollando en esta capital la Condesa Rina Alberti, por acuerdo de la Secretaría de Agricultura y Fomento.” Desde luego Castellanos, como buen político expuso su buena voluntad para el asunto, y ofreció prestar ayuda para cristalizar esa labor. (El Gallito/mayo 15/1932). Al paso del tiempo, Gutiérrez se desempeñó como delegado de agricultura en Tamaulipas y posteriormente fue encarcelado en Chihuahua, por su defensa a los grupos campesinos.
Sobre la presencia de la señorita Rina en tierras tamaulipecas, probablemente se remonta a finales de los años veinte del siglo pasado, cuando fue designada por el reconocido profesor Rafael Ramírez, Jefe del Departamento de Educación Rural de la Secretaría de Educación Pública, para impartir la materia de sericultura en la Escuela Normal Rural de Los Ébanos en Jaumave o en una de las Misiones Culturales que en aquel entonces se establecieron en la entidad.
Aunque la biografía del escritor inglés arroja otros datos acerca de su vida matrimonial; según un ensayo de la revista La Palabra y el Hombre (1988) y una nota del crítico de cine Emilio García Riera, mencionan que Euridice Rina Alberti Brunati fue esposa del novelista y biógrafo austriaco Stefan Zweig. Así las cosas, la estancia de la Condesa en Victoria, debió prolongarse poco menos de tres años debido a los conflictos políticos, derivados del enfrentamiento entre el grupo del gobernador Rafael Villarreal y los portesgilistas.
De esta manera, en 1934 decidió trasladarse al estado de Chihuahua en compañía de su esposo, donde intentó poner en práctica sus sedosos propósitos. Las crónicas de la entidad norteña, mencionan que vivía cómodamente en el Hotel Palacio Hilton del centro de la ciudad, de donde salía por las mañanas vestida elegantemente y con aires aristócratas. Quienes la conocieron aseguran que tenía un porte distinguido y exótica personalidad que hacía murmurar a las personas cuando la veían por las calles. Afirma el cronista Zacarías Márquez Terrazas que poco antes de morir, recibió una carta del magnate Aristóteles Onassis para que la acompañara a su boda con Jaqueline la viuda de Kennedy.
Rina, la admiradora de los gusanos de seda, murió con el mismo velo de misterio que la acompañó desde su llegada a Chihuahua a sembrar árboles de moras a orillas del Río Conchos. A pesar de todo, los habitantes de aquella entidad fronteriza, le brindaron hospitalidad y cariño a la italiana que se naturalizó mexicana.