Entre líneas
Daniel Santos Flores
En la multi-aclamada serie Game of Thrones, producción de HBO y escrita por George R. R. Martin sucede una escena corta, pero muy significativa. En una conversación entre dos consejeros de reyes, Tyron y Varys dilucidan sobre quien realmente ostenta el poder. Citaré textualmente la conversación:
Varys: El poder es una cosa curiosa… ¿Le gustan los acertijos?… 3 hombres están en una habitación: un rey, un sacerdote y un hombre rico; entre ellos está un soldado común, cada hombre le pide al soldado que mate a los otros dos, ¿quién vive, quién muere?…
Tyron: Depende del soldado.
Varys: ¿Por qué? Él no tiene corona, ni oro, ni favores con los dioses.
Tyron: Él tiene una espada, el poder de la vida y la muerte.
Varys: Pero si es un soldado el que gobierna, ¿por qué pretendemos que los reyes tienen todo el poder?
Tyron: Decidí que no me gustan los acertijos.
Varys: EL PODER RESIDE DONDE LOS HOMBRES CREEN QUE RESIDE, es un truco, una sombra en la pared…
¿Por qué el ex gobernador Cabeza de Vaca operó en contra de una pronta resolución de la SCJN, a sabiendas de que ya estaba perdido?, ¿Por qué el esfuerzo para llevar la decisión hasta el último día? Sencillo, el poder lo tiene, quien la gente cree que lo tiene, no quien realmente lo posee. Me explico mejor: si la decisión se hubiera resuelto con meses de anticipación, el mítico hombre, el que gobernaba con mano dura, el más temido de todos, se hubiera reducido a un pequeño y diminuto cero a la izquierda.
Para mantener el poder y lograr la sumisión de todos, hizo hasta lo imposible para aplazar la decisión. Sabían que la impugnación nunca iba a prosperar, estaba fundamentada sobre una tambaleante cama de naipes, lo único que quería era que nunca figurara el Gobernador Américo Villarreal, siempre jugo con el fantasma de que la elección se caería. Muchos, miles en todo el estado, veían al morenista con desconfianza, estiraron la liga hasta el final, hicieron creer a todos que el poder traspasaría el primero de octubre.
Esa fue la razón, que nada se le desacomodará más, lograr incrustar incondicionales y que todo el mundo lo viera como el poderoso que era. Cuando el temperamento explosivo de un hombre es alimentado por un egocentrismo desmedido, ínfulas de superioridad, complejos arraigados, un equipo de aplaudidores e intereses oscuros, cuando todo esto se suma, se convierte en una bola de nieve incapaz de detenerse. Necesitaba alargarlo, más por él ego, que por tratar de salvar lo poco que le quedaba.
La forma de gobernar con un mazo en cada mano se llevó hasta el último día, no había un lado humano, no había diálogo, no había más que su verdad. Nunca hubo matices, no existía forma de negarse a una petición hecha. Fueron miles las caras que se estrujaron de miedo cuando se les mandó hablar, cuando recibieron un mensaje o cuando llegaba un emisario suyo.
Los que aceptaron una responsabilidad en su gobierno, firmaron con ella una sentencia de no regreso. Se tenía que cumplir con lo que se mandaba, sí o sí. La voracidad que había arriba se reflejó en todos. La soberbia fue la carta de presentación, la altanería, el uniforme que se usaba a diario y, los zapatos que aplastaron a los buenos, fue el calzado de preferencia.
Hoy muchos “aliados” ríen en silencio, festejan callados, se sienten liberados de un peso que sus rodillas no podían soportar más. Ya está arrancado octubre, van pocos días y ya tiene una alerta migratoria y una orden de aprehensión. Cuanta razón tuvo Varys en ese capítulo. El poder es una cosa curiosa. Es un truco, una sombra en la pared.
Reenviado Muchos dicen: ya chole, cámbienle al tema. La respuesta es sencilla, fueron 6 años de agravios, ¿por qué le vamos a cambiar?
Daniel Santos Flores