Rutinas y quimeras
Clara García Sáenz
Cuando inició la pandemia en marzo del 2020 en México, mi madre que había atestiguado tantas cosas en su vida de 93 años, me dijo que nunca había visto algo como eso, donde la gente se contagiaba y moría. Nunca se resistió a acatar las medidas de confinamiento, que eran para su condición de vivir en silla de ruedas, estar siempre en casa esperando la visita de sus hijos y nietos.
Su mayor alegría era que la visitaran, comieran con ella y platicaran, aunque oía muy poco y veía ya muy mal. Su disposición a cooperar con las medidas sanitarias de no recibir vistas facilitó el confinamiento; pero un día me dijo muy pensativa, “se me hace que yo no voy a aguantar esta epidemia, se me hace que me voy a morir en mayo”.
Pasada la sorpresa que me provocó su contundente reflexión le dije: “oye no, tú no te puedes morir ahorita, porque nadie vendría a tu velorio ni me acompañarían a ir a enterrarte, bueno, ni siquiera nos dejarían que te veláramos”. Después de un largo silencio me contestó, “Bueno entonces me voy a morir cuando termine la epidemia”.
En febrero de este año le dio un infarto cerebral y se fue. Supe entonces que la pandemia del covid había terminado. Aunque con cubrebocas, muchos nos acompañaron a su funeral, nos abrazaron y lloraron con sus descendientes. Desde entonces, de manera relajada la mayoría de nosotros usamos el cubreboca y retomamos la rutina.
Hace algunas semanas tomé un autobús de pasajeros y un avión después de dos años de no hacerlo, caminé por calles pobladas de gente, asistí a eventos políticos multitudinarios, me sorprendí platicando con otros muy cerca, saludando de abrazo y de beso, todo con cubreboca y gel antibacterial, pero sin miedo, sin el temor permanente con que se vivía hasta hace poco.
Con entusiasmo he visto cómo se vuelve a llenar el Centro Universitario de estudiantes que con su trajín le inyectan vida a los espacios que estuvieron silenciosos por muchos meses; las cafeterías llenas, en las bibliotecas y las aulas se siente el entusiasmo y la alegría del regreso se palpa y contagia.
Escuché que alguien dijo “Había mucho tráfico pero que tiene, lo importante es que estamos de regreso”, esa actitud renovada, de sentirnos vivos, de volver a disfrutar nuestras rutinas, nos dicen, al igual que la muerte de mi madre, que esto ya terminó; aunque sigamos con el cubreboca y el gel en la mano, terminó.
Todos los niños a la escuela, los padres a los deberes, retomando la rutina completamente, sabemos que seguiremos enfermando y muriendo, de covid o cualquier otra cosa; pero asumimos que es inevitable, que la vida sigue, que es irrepetible, que estamos regresando del infierno, que muchos quedaron en el camino, que cargamos con el dolor porque estamos incompletos; pero que esta vida vale la pena vivirla y disfrutarla cada bendito minuto.
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Clara García Sáenz