Del Abogado Amigo
Luis Torre Aliyán
La terquedad por imponer temas de su agenda así no guarden relación con las cosas que más apremian al país, es una de las características principales del sexenio.
Y no hablo del Tren Maya, ni del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles ni de ninguna obra del tipo, me refiero en particular a la agenda legislativa, y en concreto, esta vez, a la propuesta de reforma electoral que plantea el ejecutivo federal.
Sobre la retórica de “desterrar los fraudes” en las elecciones, el Presidente pretende con su iniciativa transformar al Instituto Nacional Electoral (INE); en el Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC); la eliminación de los Organismos Públicos Locales (OPLES), en nuestro caso el IETAM; eliminar 200 diputados federales y 32 senadores plurinominales; disminuir las diputaciones locales; garantizar el voto en el extranjero y el voto electrónico.
Y más allá de que en algunos rubros pudiéramos encontrar buenos planteamientos (con base en viejos reproches populares), lo cierto es que no es el momento para una reforma electoral.
¿Cómo ponernos a deliberar en este momento si el INE debe tener más, o menos consejeros, o si debe cambiar de nombre, cuando está habiendo aproximadamente tres mil homicidios dolosos cada mes, caray?
¿Cómo priorizar la discusión de este tema, por encima del de la inseguridad pública que aumenta sin cesar en nuestro país?
¿En serio, vamos a ponernos todos a hablar de si deben o no desaparecer los Órganos electorales locales, en vez de establecer en la agenda de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes, el tema del agua?
A la violencia en que está hundido el país, al momento que vive la economía familiar por la inflación, a la histórica sequía en que están inmersas regiones enteras del país, a la delicada coyuntura internacional, al feminicidio, ¡el gobierno federal responde con una propuesta de reforma constitucional en materia de democracia!
Además, considero que de las pocas instituciones que se pueden presumir en este país, es precisamente el Instituto Nacional Electoral; sin dejar de lado que desde luego tiene áreas de oportunidad que mejorar pero, ¿de verdad tantas como para modificar 18 artículos constitucionales y siete transitorios? Más bien parece que están tratando de controlar el 2024…
Y, aunque hoy por hoy el partido en el poder no cuenta con la mayoría calificada requerida ni en la Cámara de Diputados ni en la de Senadores, no es momento para deliberar eso, bien o mal, hay que decirlo, nuestra democracia sirve, en general se respeta la voluntad popular cada elección.
En otra colaboración analizaré, estimado lector, con mayor profundidad los puntos sustantivos de la propuesta, dando mi opinión sobre cada uno, hoy la crítica es hacia la oportunidad de hacerlo, repito: no es el momento para discutir una reforma electoral en México, al contrario, es momento de dejar la política y el sistema electoral a un lado, y atender en esta recta final de la administración los problemas y las crisis que atraviesa el país.
En fin, ésta iniciativa presidencial traerá consigo -tal vez así se pretende- más polarización, más confrontación social, más cortinas de humo. Ah, y la peligrosa tentación de borrar ‘fast track’ nuestras históricas conquistas sociales y democráticas.