Por Hilario Ledezma Loredo
En las campañas políticas actuales los candidatos tienen que integrar un equipo multidisciplinario para ser competitivos, por mencionar algunos: asesores de imagen, asesores de discurso, asesores de propaganda, publicistas, diseñadores de estrategias digitales (trolls y creadores de fake news incluidos), operadores en territorio, estos últimos para crear redes de simpatizantes, movilizar ciudadanos para eventos masivos, integrar a los representantes de casilla y representantes generales y otras actividades en que se requiere mostrar músculo, como reventar incluso los eventos del contrario.
En la elección de Tamaulipas se incluyeron (dicen las malas lenguas) equipos adicionales para repartir programas y bienes, o para usar a las instituciones para perseguir, perdón, para aplicar justicia de forma pronta.
Caso aparte los que se encargan de la estructura financiera, lo que se conoce comúnmente como “pasar la charola”.
También la leyenda urbana dice, con altas posibilidades de que sea solamente eso, una simple suposición, que hay periodistas que previa una pequeña remuneración, hablan a favor o en contra de quien corresponda.
Todos los arriba mencionados tienen un objetivo común: que su candidato gane la elección.
Pero hay otro grupo, agoreros del desastre, que no encuentran cabida en un proyecto ganador, como son los “abogados electorales”.
Si todo marcha sobre ruedas, para qué se quiere un “equipo jurídico” de expertos.
Y los abogados lo saben, y actúan en consecuencia, hacen todo lo posible para hacerse sentir y convencer a los candidatos de su indispensabilidad, utilizan un discurso cuasi mesiánico que parece decirle al candidato “separado de mi nada podéis hacer”.
En una elección el abogado electoral sirve para dos cosas: para defender al partido o candidato de denuncias y denunciar al oponente, y para impugnar los resultados de la elección.
La defensa del partido o candidato es una actitud pasiva y defensiva que constituye una respuesta a las acciones del contrario, así que no depende del abogado, sino del abogado contrario. La acción incluso debiera ser preventiva, decir con antelación al partido o candidato qué está prohibido hacer, o en todo caso, decirle cómo lo puede hacer sin que lo agarren.
Pero los abogados prefieren la actitud ofensiva, los posiciona mejor con el candidato, lo convencen de que es posible que le cancelen la candidatura al de enfrente y les sirve para preparar su escenario predilecto: la derrota.
En Tamaulipas los abogados del ganador deben estar tristes, porque no ocurrió lo que esperaban que ocurriera, no perdieron, en la sesiones con las autoridades electorales decían que no esperaban justicia, que solamente documentaban las irregularidades.
Una confesión de que no les interesaba ganar y no hicieron lo necesario para tener una estrategia útil de triunfo, no se atacó a la supuesta red de funcionarios que repartían despensas y realizaban bingos.
No se atacó a la red que pagaba quinientos pesos por voto y pedía a cambio el folio ni se realizó una contra campaña para enseñarle a la gente cómo se podía cambiar el sentido del voto después de tomarle la foto ni le dijeron que podía tomar la opción de anular el voto.
No hicieron nada para evitar que un alcalde dejara encargado el municipio y se fuera a coordinar una campaña en un centro de población importante donde por cierto, perdieron (se oye de fondo la canción Tampico hermoso).
Lo que sí hicieron fue exhibir niños, buscar en todas redes sociales fotos de niños y tomar la bandera de la defensa infantil, sin darse cuenta que expusieron más a esos niños al hacerlos el centro de discusión.
Dijo el representante de un partido “denuncié a unos padres por hacerle a su hijo una fiesta del truco”, sin darse cuenta que hacía lo mismo de lo que se quejaba, exhibir al niño. La otra pregunta es cuál era su pretensión ¿Qué el DIF le quitara el niño a los padres? ¿Acaso él lo pensaba solicitar en adopción?
La otra opción fue quejarse de que el contrario fuera a una cabalgata en un municipio rural, sí, en uno de los 43 municipios que recorrió Arturo Diez Navarro, y quejarse también de que otro candidato usara globos que son los causantes del calentamiento global y de la falta de agua, además de que son una muestra evidente del rebase en el tope de gastos de campaña.
Si no esperaba justicia en el estado, la pregunta es por qué no fue oportunamente ante la autoridad federal si de eso dependía la victoria; tal vez porque les interesaba perder y documentar para poder vender sus servicios como impugnadores profesionales.
Eso sí, se quejaron del que podía echarles a perder el plan: Cabeza de Vaca. Cualquier analista serio les podía haber dicho que lo mejor que les pudo pasar es que el propio gobernador quitara al candidato y él se asumiera como tal, que convirtiera la elección en un referéndum. Pero o no vieron o no les convenía ver que el mejor aliado que tuvo la candidatura que ganó, fue el propio gobernador y su decreciente popularidad, entre más aparecía menores simpatías generaba el candidato oficialmente registrado, el gran error del candidato que perdió fue nunca deslindarse, aunque nunca lo dejaron.
De los otros, de los de enfrente, no hablo porque no es necesario, lograron su cometido, perdieron, ahí está el ex consejero vendiendo espejitos, ilusionándolos con que se puede hacer algo en Tribunales, cobrándoles caro por alegar generalidades que de poco o nada le servirán, porque no habrá cambio de ganador.
El propio candidato ya le dio vuelta a la página y los partidos asociados ya renegaron de él, pero los abogados electorales traídos de ultramar a las colonias están más que cotizados, vienen a recoger lo fruto$ de la frustración de la derrota.
Los otros integrantes de los equipos electorales tienen el objetivo muy claro: ganar o ganar. Los abogados a veces al ganar pierden (dinero y relevancia), pero los perdedores ganan, todos los demás que llevaron los cientos de miles de votos a las urnas ahora dependen “del gran equipo jurídico” para defender el triunfo que “a la mala” les quitaron, por eso desde antes van generando la narrativa de la malévola autoridad electoral, preparando el camino para hacerse indispensables.
Al final, el equipo jurídico del perdedor nada podrá hacer, pero ya está lista la narrativa: elección de Estado (Federal), pero eso sí, que el perdedor no espere que les hagan un descuento en los honorarios.
P.D. Los ganadores también impugnaron la elección.