PASADO Y PRESENTE
Pedro Alonso Pérez
“La historia la escriben los vencedores” dice un lugar común en parte cierto, pero repetido irreflexivamente. Más allá de cualquier historia oficial se abre paso la memoria de los vencidos y tarde o temprano es rescatada también, o mejor dicho, es construida su historia. Eso ocurrió con Alberto Carrera Torres, el general más recordado del movimiento revolucionario tamaulipeco.
Fusilado el 16 de febrero de 1917 en el panteón municipal de la capital de Tamaulipas, tras apresurado juicio montado para cubrir apariencias, sus enemigos carrancistas – encabezados por el general Luís Caballero- se afianzaron en el poder y el jefe revolucionario fue condenado al olvido en los siguientes años. No obstante, derrotado el carrancismo con la revolución de la huertista que llevó al poder al grupo sonorense liderado por Álvaro Obregón, la situación dio un vuelco en la entidad. Durante la posrevolución, el gobernador Cesar López de Lara que había salido airoso de su pugna política con Luis Caballero, mandó exhumar en 1923 los restos de Alberto Carrera Torres y ordenó trasladarlos a la ciudad de Tula, recibidos ahí con honores por correligionarios y habitantes de diversas comunidades de Tamaulipas, Nuevo León y San Luis Potosí. Con este acto resurgía la memoria del general revolucionario. Memoria colectiva es concepto que refiere al recuerdo y la visión del pasado, construidos en el presente y expresados en monumentos, corridos, museos, etc., también en la historiografía.
En 1945, el historiador Gabriel Saldivar en Historia compendiada de Tamaulipas, aún con varias inexactitudes, situaba al general revolucionario en el mapa de la historia regional; Saldívar fue el primero en llevar esta figura a la historiografía y siguiendo este ejemplo, tiempo después cronistas e historiadores han estudiado y divulgado la gesta heroica de Carrera Torres, destacando algunos textos como los que enseguida mencionamos.
El ingeniero Vito Alessio Robles, coahuilense que militó bajo las órdenes de Carrera Torres y fue su representante en la Convención de Aguascalientes, escribió sobre el general en distintas épocas, en su columna periodística Gajos de Historia y en sus libros: La Convención Revolucionaria de Aguascalientes ydesde luego en Memorias. Vidal Efrén Covián Martínez, uno de los mejores cronistas tamaulipecos, publicó en 1969 un breve texto titulado Alberto Carrera Torres, idealista de la Revolución. Como parte de eventos conmemorativos de su muerte en el sector educativo, Alberto Alcocer Andalón dio a conocer en 1987 el folleto General Alberto Carrera Torres y el mismo año se publicó con este mismo título un escueto escrito de Miguel López Anaya. La historia académica también se interesó en el personaje, abordándolo de distintas formas; en la década de 1980 se habían presentado varios textos, resaltando Beatriz Rojas con La pequeña guerra. Los Carrera Torres y los Cedillo publicado en 1983 y Romana Falcón co Revolución y Caciquismo. San Luis Potosí 1910-1938, un estudio de 1984. Recientemente los autores que han escrito sobre el tema son Carlos Mora con El general Alberto Carrera Torres y la Revolución Mexicana en Tamaulipas 1910-1917, publicado en 2007 y José Ángel Solorio con El carrerismo 1911-1917, La revolución en el triángulo ixtlero de 2010.Pero estas obras historiográficas no han agotado todas las vetas de la vida, historia y memoria del general revolucionario.
El pasado no es estático, cambia a la luz del presente, se modifica con nuevos conocimientos e interpretaciones diferentes. Y ello constituye un motor de la historia y la historiografía. Por lo anterior, traigo a colación el texto más reciente sobre el tema que nos ocupa. En 2013 el gobierno local, a través del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes (ITCA), publicó un testimonio de Esteban Núñez Narváez titulado Las últimas horas del general Alberto Carrera Torres. El autor fue amigo del general, compañero de escuela en Tula y testigo presencial del juicio en 1917. Entonces se desempeñaba como empleado – era escribiente–del juzgado que condenó al paredón a Carrera Torres. Núñez escribió este testimonio en 1957, al cumplirse 40 años del fusilamiento. Desde entonces, el documento cuyo título original era La última vez que hablé con Carrera Torres, había permanecido inédito durante más de 50 años. Ahí se narran interesantes hechos en torno a este dramático acontecimiento. Por ejemplo, cuando Esteban Núñez redactó los últimos cuatro telegramas dictados por el general y además los depositó para su envío a los destinatarios: Venustiano Carranza, la esposa de éste Virginia Salinas de Carranza, el general Cándido Aguilar y el general Cesáreo Castro. En todos pidiendo un indulto que nunca llegó, o tal vez llegó demasiado tarde. Por algo se apresuraron sus adversarios en sentenciarlo a muerte.
Estos y otros datos no eran conocidos o al menos no se habían plasmado en la historiografía citada. Y por lo mismo, dan pauta para volver al estudio del juicio sumario contra Alberto Carrera Torres y para pensar otros aspectos de su vida y trayectoria que merecen ser profundizados; como la relación familiar y el status del futuro general al seno de la familia extensa de finales del siglo XIX, en aquel espacio de la región serrana tamaulipeca. En la formación de su carácter y los elementos conceptuales de la ideología que lo llevó a la revolución al iniciar la segunda década del siglo XX. Por señalar algunos puntos aún poco conocidos que bajo la óptica de la historia social o la historia intelectual podrían arrojar nuevos estudios y desarrollar el conocimiento del personaje y de su contexto o bien de su memoria y uso político del legado carrerista. En fin, como se advierte, el tema puede dar para más.
Lo cierto es que, hace más de cien años, cuando aún no cumplía treinta de edad, Alberto Carrera Torres caminó erguido – a pesar de su prótesis en lugar de pierna- desde la plaza de armas donde estaba el juzgado, hasta el panteón municipal donde fue fusilado. Las descargas de máuser que cegaron su vida, terminaron también con la revolución social que él representaba en Tamaulipas. Pero no sepultaron por siempre su memoria; muchos años después, ya casi al final del siglo XX, mi abuelo paterno Manuel Alonso –un agrarista de la década 1920 y ejidatario el resto de su vida- con 90 años de edad todavía recordaba aquel triste acontecimiento ocurrido cuando él era un joven de apenas quince años. Perdía la memoria a ratos, pero no olvidaba el fusilamiento de Carrera Torres.