Francisco Ramos Aguirre
Desde la época colonial los habitantes de la zona semidesértica de Tula, Jaumave y Palmillas, descubrieron que las hojas del zapupe se podían convertir en hilo vegetal para elaborar reatas, lienzos y otros enseres propios del campo. Pero definitivamente, uno de los productos que detonó la economía de esta región fue la fibra de lechuguilla, exportada a Europa durante el porfiriato por los hermanos Bernardo y José Zorrilla Beltranilla, Rudecindo Montemayor, José F. Montesinos, Canuto Martínez y otros hacendados establecidos en Ciudad Victoria.
A finales del siglo XIX, correspondió al coronel Manuel González realizar experimentos de un sembradío de henequén en la Hacienda de Tamatán. Como lo señala el artículo “El Henequén en Yucatán y Tamaulipas” de La Revista El Agricultor Moderno, González fue el primero en experimentar sobre este cultivo en el noreste mexicano, al traer de Yucatán varios ejemplares de una de las siete variedades de la planta: “…que se han reproducido de una manera asombrosa; al principio se creía que las heladas que año con año frecuentan aquella zona fuesen motivo para la no reproducción; pero después de algunos años de observación se vino en conocimiento que no perjudicaban los hielos a la planta.”
Definitivamente el gran mérito de la introducción de este cultivo en Tamaulipas, fue don Bernardo Zorrilla quien, al conocer sus bondades y características decidió retomar el proyecto agrícola que generó tantos beneficios. La presencia de este personaje, se remonta alrededor de 1870 cuando llegó a Ciudad Victoria, para involucrarse en las actividades comerciales de sus paisanos Francisco Cortina y Pablo Lavín.
En 1883 contrajo matrimonio en la Parroquia de Nuestra Señora del Refugio con Mercedes Gómez Méndez, perteneciente a una de las mejores familias de la localidad, procreando dieciséis hijos -ocho hombres y ocho mujeres-. Filántropo por convicción, se convirtió en uno de los empresarios más adinerados de la localidad, dueño de numerosas fincas urbanas y rústicas del primer cuadro de Victoria. Además fue propietario de las Haciendas Los Nogales, Canoas, Montecristo y accionista del Banco de Tamaulipas. Tenía una estrecha relación con el clero católico, gobernadores y principales políticos de Tamaulipas y la capital del país. Era tanta su riqueza, que en 1901 otorgó un préstamo al gobierno de Pedro Argüelles.
Porfirista de hueso colorado, apoyó al presidente Díaz hasta su última reelección en 1910. Cuando visitaba la capital del país con su familia, reservaba habitaciones en el Hotel Palace, cercano a la catedral metropolitana. En cambio, los muebles de su residencia los adquiría en Europa a través del negocio de Jorge Unna y Cía. De San Luis Potosí. Por ejemplo, en 1900 llegaron a la casa de Leopoldo Zorrilla una Recámara Enrique II y un juego de espejos Lohengrin de lo cual que opinaba: “…realmente he quedado complacido pues son muebles de un gusto exquisito y una elegancia sin igual.”
Inicios del Oro Verde
Considerando que el terreno y clima de la región central de Tamaulipas, reunía las cualidades similares a la península yucateca, en 1900 don Bernardo estableció el primer cultivo del henequén del noreste mexicano. Como parte de sus planes agrícolas, envió a Yucatán a su sobrino Salvador Zorrilla, quien negoció la compra de 200 mil plantas, desembarcadas en el puerto de Tampico con destino a la Hacienda Las Comas, cercana a Victoria. Del total de los retoños, únicamente sobrevivieron casi 100 mil, suficientes para iniciar una de las actividades más exitosas en un sitio, donde se desconocía esa clase de sembradíos.
El periódico La Patria de dicho año, menciona que en la Hacienda La Yucateca de Villa de Casas, el señor Bernardo Zorrilla: “…ha mandado plantar este año 600 mil matas de henequén.” Vale mencionar que mientras habilitaba este cultivo después conocido como Oro Verde, el español incursionó en la producción de cafeto y minería en un predio de la Sierra Madre Oriental.
Rápidamente varios hacendados del Cuarto Distrito y alrededores de Victoria, entre ellos Rudecindo Montemayor, Juan Terán, Aurelio Collado y José Duvallón siguieron su ejemplo y en conjunto reunieron más de un millón de platas de henequén. Animados por la propuesta agrícola, un grupo de capitalistas de Illinois, Estados Unidos formaron una compañía con cien mil pesos oro, para para apoyar la siembra de dos millones de plantas de la cactácea en la capital tamaulipeca. (La Voz de México).
En 1907 los resultados fueron dados a conocer en la Exposición Ganadera de Tamaulipas, con las muestras de la planta y varias pacas de henequén de la Hacienda de Santa Engracia, propiedad de José Martínez y Hermano. En tanto la Hacienda de Santa María y el propio Bernardo Zorrilla exhibieron: “Plantas de henequén, una planta de henequén yucateco sembrado en Tamaulipas, planta de zapupe y fibra, una manta de ixtle grande…tres manojos de ixtle de lechuguilla, una saca, un costal, una reata y una punta de ixtle….Tamatán, caña de azúcar, piloncillo, henequén…”
Para 1908, las áreas de cultivo se expandieron considerablemente en Tamaulipas. Fue el caso de los municipios de Tula, Hidalgo, Jaumave, Victoria, Casas y Palmillas donde empezó a producirse una fibra de mayor calidad que en Yucatán, convirtiéndose en el principal producto agrícola de exportación nacional. Como hemos mencionado, otra de las prósperas haciendas era La Yucateca en Villa de Casas. Ese año, rindió su primera cosecha de “oro verde.” De esta manera en poco tiempo, Zorrilla logró enorme presencia como el mayor generador de esta planta fuera de la península.
Gracias al trabajo persistente de Zorrilla y sus novedosas aportaciones para el control de plagas y técnicas de cultivo, los agricultores del sureste pensaron que muy pronto serían superados por los tamaulipecos. De cualquier manera, el henequén cumplía los requisitos normativos: “Siete años para madurar, produce cuarenta pencas por planta y tres libras netas de fibra como término medio. Su calidad y resistencia son en todos los conceptos como el mejor de Yucatán.”
Aunque en esta época existían opiniones antihispanas entre algunos ciudadanos, don Bernardo se ganó el cariño de periodistas e intelectuales como el profesor y masón Juan B. Tijerina, quien escribió en El Progresista: “He aquí a un español de esos españoles residentes en nuestro país, cuya gran mayoría nos dan una relevante prueba, positiva, constante de la resulta y leal estima que profesan a México. Españoles como el señor Zorrilla son los que nosotros hemos defendido y defenderemos, sin miedo a nada y a nadie contra los indignos ataques…Así somos nosotros agachupinados, teniendo a mucha honra a dispensar merecida justicia, a esos hijos de la madre patria a cuya laboriosidad, a cuyos recursos a cuya fe y nobilísimas intenciones debemos los mexicanos una gran parte del fomento y prosperidad de la nación.”
La única interrupción de la siembra de plantas, sucedió durante los tres años posteriores a 1913, luego del ataque revolucionario carrancista en la capital tamaulipeca. Por tal motivo intervino Pío Lagüera Vice-Cónsul Español en Monterrey, quien escribió una carta a Venustiano Carranza solicitándole que las propiedades de los súbditos españoles Francisco Armendáriz, Manuel F. Garrido y Bernardo Zorrilla intervenidas por los gobiernos locales, les fueran devueltas. En 1916, el mencionado empresario español se encontraba en el mejor momento de su vida, gracias al desarrollo de la industria henequenera en Tamaulipas. Cosas del destino, ese mismo año falleció en Monterrey, Nuevo León. (Continúa).
Fuentes: La Voz de México/1886/agosto 27, La Patria Diario de México/1907/noviembre 7, El Progreso de México, 1908/agosto 30, El Libro de Tamaulipas, 1920/enero/ 1, La Voz de México, 1905/diciembre 29 y La Gaceta Comercial,1900/julio 7.