El desarrollo de la industria automotriz a partir de la segunda década del siglo XX, generó la apertura de gasolineras, refaccionarias, llanteras y garages por diferentes rumbos de la calurosa capital tamaulipeca. Años más tarde, debido a la construcción de la Carretera Nacional estos lugares proporcionaron servicio a caravanas de turistas conductores de inmensos y elegantes automóviles de marcas famosas, procedentes de Estados Unidos y Canadá. Además de proteger bajo techo los lujosos vehículos Lincoln, Houdson, Oldsmobile, Cadillac, Chevrolet Coupe y otras marcas clásicas, los propietarios de las pensiones ofrecían recarga de gasolina, talleres mecánicos y refacciones de importación.
En 1918 la palabra Garage de origen francés, se pronunciaba con frecuencia en la localidad. En la calle Morelos 93, operaba el Garage Ford de Antonio Sánchez Saldaña, uno de los primeros negocios de ese giro, donde reparaban automóviles, parchaban llantas, vendían accesorios y refacciones a precios equitativos.
Para 1920 sobre la avenida Hidalgo No. 82 estaba el almacén Higuera Hermanos, expendedores de llantas Good-Year para camiones, carruajes y automóviles, gasolina Pierce Oil de alto octanaje, accesorios para vehículos y las famosas llantas Kelly Springfield. Sobre al comercio llantero, su principal competidor era Cruz Medina y Hermanos bajo la marca General Tires. Dichos comerciantes despachaban en la misma avenida bajo el anuncio: “El 75% de los automóviles de Victoria, usan estas llantas” mientras el parque vehicular no rebasaba las cien unidades, incluyendo las carrozas de la funeraria de María de Jesús González. Otro empresario llantero fue Alejandro Aznar Gutiérrez, establecido en la calle Hidalgo en la década de los cuarenta.
Benito de la Garza y su hermano, eran dos mayoristas importadores muy conocidos en la capital tamaulipeca. Después de abrir El Puerto un próspero almacén de abarrotes en la esquina poniente del 9 Morelos, decidieron dedicarse a otro ramo mercantil que novedoso prometía futuro y buenas ganancias. Además de la maderería y ferretería, se convirtieron en concesionarios y vendedores de carros y refacciones de automóviles Ford, llantas y tubos -cámaras- Good-Year y Firestone.
En 1921 cuando inauguraron el Gran Hotel Palacio, ya existía el Garage Internacional atendido por López y Sánchez en la Avenida Francisco I. Madero ó 17. Reparaban toda clase de maquinaria de gasolina, con especialidad de motores estacionarios, arreglo y carga de acumuladores. Por esos años -marzo de 1923- durante cuatro noches consecutivas se exhibó en el Teatro Juárez la serie La Banda del Automóvil Gris. La asistencia fue regular porque la gente se quejó debido al precio de cuatro pesos cada función, considerado desorbitante porque afectaba la economía de las familias victorenses.
En 1929, el Congreso del Estado aprobó a Marcos Angulo representante de la Compañía de Petróleo El Águila, permiso para instalar en el camellón central en contra esquina de Palacio de Gobierno y sobre la acequia de la avenida, una estación de servicio de combustible de automóviles. Años más tarde Zenón Zuani, abrió por el mismo rumbo una gasolinera en el 16 Hidalgo.
Definitivamente a partir de la década de los cuarenta, los garages aumentaron de manera considerable. En el 8 Juárez existía otro, propiedad del señor Salvador Cano a un costado del Restaurant Quick Lunch Ritz de Pedro Téllez. Primero se denominó Garage Cano y en 1937 se transformó en Garage Huasteca con servicio de gasolina, lubricantes, reparación de automóviles, lavado y engrasado a presión. En tanto el Garage Azteca atendido por Amado y Héctor Treviño Saldaña operaba en la calle Juan B. Tijerina y Carrera Torres, uno de los cruceros más importantes de la Carretera Nacional México-Laredo. Inicialmente en 1932 el Garage Central del 8 Hidalgo y Morelos fue propiedad de E. Villarreal, especializado en reparación de automóviles, venta de refacciones y enderezado de carrocería. “Taller de pintura Duco-Hilacar, gasolina, aceites y grasas. Servicio de aire a toda hora, vulcanizadora de llantas y tubos. Engrasamos y lavamos su coche gratis.”
El negocio con la misma nomenclatura pasó temporalmente a manos de Vicente Gil. En la década de los cuarenta se inauguró en ese lugar una refaccionaria de las hermanas Fernández, originarias de Monterrey, Nuevo León. Su hermano Rubén traspasó el negocio a Vicente López y Pascual Ruiz denominándose Refaccionaria Garage Central. Vicente López fue hijo de Jesús López nacido en Morelia, quien logró un importante capital gracias a sus actividades en camiones de volteo durante la construcción de la carretera Victoria-Soto La Marina. Al poco tiempo de arribar a Victoria, contrajo matrimonio en Ciudad Victoria con Luz Contreras.
El Garage Victoria, establecido en 8 Guerrero y Bravo, fue propiedad de Oralia Guerra de viuda de Villarreal. Su ubicación era de las mejores en la ciudad, en pleno tránsito de la Carretera Panamericana. Tenía servicio de estacionamiento y gasolinera. Rodeado del Hotel Bryson, Café California, Transportes del Norte, cafés, El Nacional y restaurantes algunos de ellos abiertos las 24 horas del día. La mayoría de los garages aparecían en revistas internacionales de turismo y automóviles, por ejemplo la Comercial Travelers Guía de Latinoamérica, AMA y El Automóvil en México. El costo de pensión por una noche, costaba entre uno y dos dólares. En esa época algunos de los pocos atractivos de la ciudad para los turistas varones, era la zona de tolerancia, salir de cacería y practicar la pesca.
Enfrente de la Plaza Hidalgo a un costado de la Iglesia de Nuestra Señora del Refugio se encontraba el Garage América. El predio era propiedad de la familia Zorrilla y comprendía una estación de gasolina PEMEX, estacionamiento, servicio mecánico, combustible, lavado, engrasado y un café administrado por Gervacio Sánchez en los años cuarenta. Una década más tarde se concesionó al chef cubano Antonio Martínez. En los años setenta, cambio su nombre por Restaurante La Tía en recuerdo a la legendaria cocinera fallecida en un trágico accidente. El contexto de este ambiente comercial, generó para un gran sector victorense una economía de subsistencia. De igual manera, el desarrollo tecnológico automotriz fortaleció la mano de obra calificada al surgir mecánicos, vendedores de refacciones, despachadores de gasolina, vulcanizadores, pintores, hojalateros, choferes, especialistas en grúas, lava carros, electricistas y otros oficios relacionados con el giro vehicular. En el mismo sentido, la comunicación hacia el centro del país y otras ciudades de la República, fue más rápida gracias a las líneas de transportes foráneos de pasajeros -Frontera, Blancos, Flecha Roja, Rojos y Matamoros- que instalaron sus oficinas alrededor de la Plaza Hidalgo.