Francisco Ramos Aguirre
De tiempo en tiempo, el comercio victorense ha vivido momentos importantes. Uno de ellos se registra en la década de los cuarenta del siglo pasado, cuando aparecieron en esta capital numerosos inversionistas procedentes de diversos lugares de la República Mexicana. Como en otros giros laborales, esta actividad económica estaba concentrada en los varones y sólo destacaron algunas mujeres.
Los más conocidos descendían de familias extranjeras, quienes forjaron su fortuna dentro de la agricultura, industria y ganadería, especialmente la explotación del henequén uno de los cultivos que contribuyó al desarrollo de la economía local. Ante la necesidad cubrir las necesidades básicas para la subsistencia, se instalaron almacenes o tiendas de todos los ramos imaginables: abarrotes, ropa, boticas, lavanderías, garages, hoteles, cafés, cantinas, ferreterías, refaccionarias, paleterías, funerarias, mueblerías, concesionarias y muchos más.
En aquella época, la palabra empresario era poco utilizada entre los comerciantes del primer cuadro de la localidad. Más bien, a dicho gremio se les conocía como hombres de negocios, aglutinados en uniones, clubes y cámaras. Esto les proporcionaba cierta categoría, diferente a quienes ejercían el comercio ambulante o en pequeño. En cierto sentido, el ámbito del poder financiero influyó para que se abrieran las puertas del mundo de la política local.
Entre los actores de la actividad mercantil que destacaron a mediados del siglo XX, vale mencionar los nombres y algunos rasgos de su personalidad que aparecen en el periódico El Heraldo de Victoria en 1946. Para enriquecer estas breves semblanzas, se consultaron otras fuentes de información.
Alejandro Aznar Gutiérrez. De origen yucateco, era jovial, deportista y todo un caballero. Gerente de la Negociación Nacional Distribuidora de Westinghouse Electric. En los años cuarenta inició la construcción de un edificio de arquitectura art-decó que inicialmente sería hotel. Por alguna razón, la idea derivó en una agencia de automóviles General Motors, venta de llantas Good-Year y refaccionaria de automóviles Chevrolet y Buick.
Fernando Montemayor. Originario de Marín, Nuevo León. Abarrotero y almacenista. Contrajo matrimonio con Manuela Castellanos, hermana de Francisco ex gobernador de Tamaulipas. Compadre del ingeniero Marte R. Gómez. «Su acierto en los negocios y su irreprochable conducta, le han colocado entre los almacenistas de mayor prestigio.»
José Sierra Torres. «Descendiente de una de las familias más antiguas de la localidad.» Se le conocía como don Pepe Sierra. Después de ser comerciante y comisionista en el ramo de abarrotes, a mediados de la década de los veinte asumió la gerencia de la Cervecería Cuauhtémoc S.A. en la zona centro de Tamaulipas. Gracias a este giro, amasó un importante capital y fue propietario de numerosas residencias, ranchos y terrenos. Promotor artístico, aficionado a la fiesta brava y construyó la Plaza de Toros Victoria. Incursionó en la política, primero como Presidente de la Junta de Mejoras Materiales, Regidor y Presidente Municipal de Victoria.
José M. Zorrilla. De prosapia española y destacada figura de la industria textil. Formó parte del consejo de administración de la Casa Bancaria Bernardo Zorrilla y Sucesores que se declaró en quiebra en los años treinta. Junto a sus hermanos se dedicó al cultivo del henequén en las haciendas: Las Hadas, Nogales, EL Olivo y Las Comas. «…ha contribuido a desarrollar en el Estado la ya famosa riqueza henequenera, habiendo organizado una empresa que se dedica a la exportación e industrialización de esta fibra.»
Benito Haces. Llegó muy joven a Victoria, proveniente de España. Se dedicó al comercio y labores agropecuarias. «Su amabilidad y desprendimiento le conquistaron grandes simpatías.» En 1918, contrajo matrimonio en Monterrey con la virtuosa y distinguida dama, Mercedes Zorrilla. Fundó diversos negocios asociado con otros comerciantes españoles y después los traspasó. En los años cuarenta se dedicó al ramo de la construcción: «…de residencias modernas que están embelleciendo la ciudad.» El 2 de diciembre de 1919 se incendió su comercio de la calle Hidalgo, donde se vendían los más disímbolos artículos: abarrotes, ferretería, instrumentos de labranza, vinos españoles, turrones, almendras, salchichón, quesos y frutas cristalizadas.
Ricardo Haces. Durante varios años, fue socio de Ferretería Manuel Haces y Cía. Se separó de la empresa y abrió su propio negocio de pinturas, muebles sanitarios y vidrios planos. Instaló la Fábrica de Mosaicos Victoria, una de las mayor prestigio en la localidad. Participó en exposiciones en diferentes lugares del país. Los pisos de pasta, aún se pueden apreciar en edificaciones y calles de la localidad. Por ejemplo las banquetas de calle Hidalgo, aledañas a la presidencia municipal. Su competidor eran Manuel Montelongo, establecido en la calle Hidalgo.
Constancio Zuani. De origen italiano. Se perfeccionó de técnico mecánico en Estados Unidos. Regresó a Ciudad Victoria y fundó una fábrica de hielo en la calle Mártires de la Democracia. En los años cuarenta, se asoció con el empresario José Sierra Torres. Construyeron un nuevo edificio y adquirieron equipo y maquinaria de ciento ciento mil pesos. El hielo se repartía en comercios, cantinas, restaurantes y domicilios particulares.
Rosendo Guajardo. Comerciante y radiotécnico. En los años cuarenta viajó a Chicago, donde visitó fábricas de radios y adquirió la concesión de algunas marcas, entre ellas Zenith que se vendían en esta capital. A principios de la década de los treinta estableció un taller de reparación de aparatos de radio y sifonolas.
Luis Cervantes. Originario de Palmillas, Tamaulipas (agosto 25/1905). Llegó a Victoria muy joven y laboró como dependiente en algunos negocios de la familia Assad. Se independizó al abrir un negocio llamado La Voz del Campesino en la calle Juárez 7. Después se cambió al 7 Hidalgo y Juárez, donde aún se pueden encontrar toda clase de productos relacionados con ferretería y enseres propios de la actividad rural.
Pedro Montelongo (1903-1959). Perteneciente a una familia de enorme arraigo en Jaumave, Tamaulipas. En 1929, después de laborar en la compañía petrolera El Águila de Tampico, retornó a Victoria donde adquiere el Café El Molino Rojo -Hidalgo 11 y 12-, propiedad de su tío Alberto Montelongo, quien tostaba y molía café en un aparato eléctrico a la vista del público: «Siempre activo, siempre servicial y honrado en los negocios que emprende. Muy querido y estimado entre sus amigos que lo buscan. Hogareño y desinteresado.» La popularidad de esa marca de café se impuso a la competencia del Café Kuko y Teka:
El café puro y molido,
que su aroma causa antojo,
siempre es de Molino Rojo,
por todos muy conocido.
Mucha atención y buen ojo,
no se dejen engañar,
fíjense al ir a comprar,
que les den Molino Rojo.
Eduardo Núñez Tejeiro. A principios del siglo XX, llegó a Tampico procedente de España. En 1919 decidió radicar en Ciudad Victoria donde inaugura una sucursal de la Mueblería La Malinche, donde distribuía productos de la General Electric y de la Compañía Constructora de Muebles de Acero. «Su perseverancia y carácter amigable fueron importantes para que su negocio aumentara su solidez y servicio.» Fue tesorero de la Cruz Roja.
Lo anterior, es apenas una muestra de quienes se aventuraron a invertir grandes y medianos capitales para el desarrollo del comercio local. Con el tiempo, los herederos de aquellas empresas y nuevas generaciones, han perfeccionado con nuevas ideas la actividad mercantil en esta población. De alguna manera, una de las más importantes para el sostenimiento de la economía de la ciudad.