Dr. Gerardo Flores
En el siglo VIII antes de Cristo, dos poetas de la Grecia antigua cantaron a sus héroes: Homero en la Odisea y la Illiada destacó sus hazañas y su valor en la guerra. Hesíodo, como filosofo reflexionó en “Los trabajos y los días” sobre el significado profundo de la trágica condición que los dioses dispusieron para los seres humanos, incluyendo los héroes. Buscó interpretar el significado mítico de que la vida humana transcurra inevitablemente por la enfermedad, la fatiga, el dolor y la muerte. Y de la intención de Zeus, al darnos el trabajo como castigo.
Hesíodo concluyó, que pese al sufrimiento y las fatigas, la vida humana es un misterioso don divino, que debe vivirse confiando en el destino de cada uno.
Pero veintisiete siglos después, en la actual posmodernidad laica, la opción de Hesíodo está muy lejos de ser comprendida y aceptada. Los hombres comunes y hasta los más abnegados y heroicos, se cansan de la carga física, económica y emocional que las crisis han puesto sobre sus hombros.
La frase “los héroes están cansados” ha sido reiteradamente utilizada por la cinematografía y la literatura, para expresar la imagen de hombres de altos valores que después de largo tiempo de enfrentar sin flaquear al mal, terminan por abatirse, dejando de combatir, cayendo en la desilusión, la desesperanza y la nostalgia; haciendo a un lado sus ideales e inclusive poniéndose del lado de los antivalores y de los hombres contra los que con tanto afán lidiaron en el pasado.
Algunos sabrán de la película franco-alemana “Les héros sont fatigués” (Los héroes están fatigados) que en 1955, bajo la dirección de Yves Ciampi, protagonizó María Félix (hablando en francés) con Yves Montand, Gerard Oury y Curd Jurgens. La trama describe como dos heroicos combatientes de la Segunda Guerra mundial, cada uno desde bandos contrarios, vuelven a encontrarse en África, pero ya dedicados a la nada noble empresa del contrabando de diamantes.
En literatura, el editor José Belmonte, publicó en 1995 un libro titulado “Los héroes cansados”, compuesto por la selección de textos del periodista y escritor español Arturo Pérez-Reverte, en los que reiteradamente recrea en personajes como el de un Húsar o D’Artagnan y los tres mosqueteros, el paradigma o imagen de los héroes cansados y desilusionados de la gloria supuestamente alcanzada en guerras en las que combatieron con honor. Soldados viejos que resignados mantiene su moral, ante lo que van a afrontar, sabiendo lo que les espera.
Más recientemente en 2002, el filme-documental “Los héroes están fatigados” del cineasta chileno Marco Enríquez, hijo de un reconocido luchador de la Unidad Popular y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) muerto en un enfrentamiento con la policía de Pinochet, muestra cómo la ideología y la actividad política de los viejos compañeros de izquierda de su padre, que sufrieron el agobio y el terror de la dictadura, evolucionaron al extremo opuesto, para convertirse en asesores de empresas multinacionales y partidarios de las organizaciones y gobiernos neoliberales. Su tesis es tajante: el cansancio de los héroes se expresa en el desgaste de los viejos estandartes y el recambio de una ideología por otra.
Sin llevar ese título, desde la década de los 60’s con el director Sam Peckinpah (Duelo en Alta Sierra y Pandilla Salvaje) y el director-actor Clint Eastwood (Sin perdón y el Jinete pálido), surgieron filmes del llamado género western crepuscular con vaqueros cansados, tristes, nostálgicos, desencantados, viejos, resignados o atormentados por la inevitable extinción de su mundo moral.
En la vida real, muchos recordarán que en 2010, Don Alejo Garza Tamez, un valiente cazador de 77 años, al más puro estilo de estos héroes de películas, el solo enfrentó a maleantes armados, para defender su rancho hasta la muerte. En la industria discográfica, un sello español de Zaragoza apoyado por Apple Music, recopiló en un Albúm en CD, 17 piezas de valencianos bajo el título de Interterror (2001), que incluyó como primera y principal pieza “Los héroes están cansados», dedicado a luchadores desencantados, que se ven obligados a volver a combatir y que están cansados de hacerlo.
Pero, aparte de la ficción del cine, la literatura y la música, es preciso reconocer que los héroes de la pandemia de COVID-19 que inició en diciembre de 2019 y que ya dura 18 meses: también están cansados.
La Dra. María Luisa Soriano, directora del Hospital General del IMSS en Chalco, dijo en diciembre de 2020: “Nuestros héroes, nuestras heroínas y héroes están exhaustos, han trabajado sin parar…separados y separadas de sus familias por mucho tiempo ya,… no sólo llevan marcas en la cara, llevan marcas en la piel, llevan marcas en el alma por los seres que hemos perdido.
No podemos parar porque lo más importante es que evitar el colapso de nuestros hospitales. Mis compañeros salieron a atender una enfermedad desconocida y mortal, fuese la que fuese su especialidad. Estando en la primera línea de batalla, muchos hemos enfermado, nos hemos recuperado y hemos regresado a la atención, otros no han tenido esa suerte, han perdido esa batalla, pero seguimos los que estamos ahí, al frente…A los amigos, a la población les pedimos: No, no hay que hacer una fiesta, no en este momento”.
El cansancio del personal de salud está causando el incremento del Síndrome de burnout (agotamiento emocional (baja agotamiento fisco, indiferencia por el trabajo, sensación de ineficacia profesional), además de depresión, trastornos de ansiedad o estrés postraumático y otros efectos graves en la salud mental.
Pero también la población sana o enferma, está cansada. La OMS ha acuñado el concepto “Fatiga pandémica” como un efecto físico y psicoemocional de vivir en “modo COVID” debido a las permanentes medidas restrictivas para el control del coronavirus, como uso de mascarilla, el distanciamiento físico y las cuarentenas prolongadas. Sus síntomas son: Cansancio, agobio ante rutinas de prevención, desesperanza, ansiedad, miedo a contagiarse, sentimiento de soledad. O indiferencia, incredulidad o rebeldía a las medidas sanitarias.
La fatiga de los cuidadores los pone en riesgo permanente del llamado Síndrome cuidador quemado o colapso del cuidador.
Todos estamos cansados y la pandemia no tiene para cuando terminar; pero no nos podemos rendir, porque en el caso del personal de salud, su sentido de deber y su moral los mantiene de pie mientras algún pacientes los necesite, y en el de la población de ciudadanos comunes, sanos y enfermos, tampoco hay rendición, porque el amor por sus familiares y amigos que cuidad y el sentido de sobrevivencia y esperanza se impone ante todo sufrimiento e incertidumbre, como bien lo dijo Hesíodo hace dos mil ochocientos años.