Victorenses en el Teatro
Francisco Ramos Aguirre
«De ver dan ganas» reza una expresión popular. Tanto asistieron los victorenses al teatro durante el siglo XIX y XX, hasta que algunos se convirtieron en actores aficionados. Entre ellos un grupo de mujeres, quienes pusieron a prueba su talento, sensibilidad estética, entusiasmo y capacidad histriónica. De acuerdo a las noticias, este esfuerzo en favor del teatro y la cultura, recibió apoyo de empresarios y autoridades locales.
En aquel tiempo, debido a la ausencia de escenarios adecuados donde ofrecer funciones artísticas, conciertos de música, recitales de canto y obras de teatro, esas actividades se realizaban en jardines y salones de residencias de gente pudiente. Por ejemplo, en el Directorio de Actores, Músicos y Teatros citado por El Diario del Hogar en 1899, menciona un Teatro Salón propiedad de José Martínez de la Lastra, quien también figuró como actor.
Otro de los espacios perteneció al comerciante Francisco Cortina, cerca de la Plaza Principal, donde en septiembre de 1888 se «…improvisó un salón profusamente iluminado» para que las señoritas Macapagal egresadas del Conservatorio de Música en México, ofrecieron un función de canto: «…arrancando calurosos y merecidos aplausos de la concurrencia que asistió al concierto. También estuvieron perfectamente bien los demás artistas que tomaron participaron en la fiesta.»
Al año siguiente la señora Concepción F. de Gójon, organizó en su casa una gala con una compañía dramática infantil en beneficio de los pobres de la capital tamaulipeca. Esta noticia es significativa, porque explica que la formación teatral iniciaba desde la infancia. Lo mismo se celebraron funciones dramáticas en apoyo a escuelas y financiamiento de construcción de obras en la ciudad.
Vale decir que en Victoria, radicaron temporalmente algunos artistas expertos como Soledad González (1894) y José Martínez de la Lastra. También existieron los literatos tamaulipecos Manuel G. Molledo y J. Romero, quienes se distinguieron como autores obras dramáticas, representadas por compañías de Matamoros y Victoria. Sin olvidar al poeta Simón Juárez y Juárez, colaborador de El Diario del Hogar y El Siglo de la capital del país.
- La frecuente actuación de compañías teatrales en Victoria, estimuló la creatividad de músicos, artistas y grupos locales. Una de ellos perteneció a don Antonio Macías, director de la Banda de Música Municipal quien a principios de 1901 ofreció funciones de zarzuela con una compañía infantil. «Estaban anunciadas Marcha de Cádiz y niña Pancha, en las que según las noticias que tenemos se distinguen la tiplecita y el tenor.» En enero de 1903, Macías escribió las obras Un Drama Nuevo, Intermezzo Valse y el juguete cómico Champagne Frappee estrenadas en Victoria en beneficio de la Asociación de Artistas Dramáticos y Líricos Españoles.
- A partir de los años veinte las compañías foráneas, despertaron en algunos victorenses el interés de incorporarse al teatro. Personas de clase social alta y profesionistas de buen gusto por la cultura, integraron un grupo amateur. No fueron pocas las veladas literarias que con fines benéficos, tuvieron lugar en el Teatro Juárez. Una de ellas corresponde a finales de marzo de 1920. Se trata de la zarzuela Los Africanistas, dirigida por la maestra de piano Margarita Porras a favor de niños menesterosos. En ella actuaron: Josefina Lerma, María Teresa Hernández, Enrique Moreno, José de la Luz Ibón, Enrique Vázquez Tagle, Benigno y Rodolfo Garza Porras.
En 1922 al iniciar el gobierno de César López de Lara, se generó una intensa actividad artística y teatral. Calmados los pleitos entre revolucionarios, a principios de enero arribó de Monterrey el empresario Alfonso Rodríguez, para firmar un contrato y obtener la concesión del Teatro Juárez con el objetivo de incorporar a la capital tamaulipeca en los circuitos artísticos Linares- Monterrey.
En mayo del siguiente año, mostraron en ese lugar sus dotes artísticos las señoritas Tila y Nené Argüelles, durante una función a beneficio de la construcción del puente del Río San Marcos. El edificio del Juárez, era una magnífico espacio para la convivencia social y diversión. Temporalmente, las escuelas ofrecían festivales o veladas literarias de música, bailables y poesía. Las familias se deleitaban con las actuaciones de los participantes, algunos con madera profesional en la ejecución de instrumentos como el pianista y doctor Ernesto M. de Llano, quien acompañó a numerosos cantantes.
- de Ciudad Victoria/21 de marzo de 1993).