Melchora es una mujer de pueblo, madura, casi le pega a los 50 años. Se siente muy sabionda porque de adolescente, pasó una temporada en la ciudad. Un buen día, visitó don Roque a su padre, y le propuso llevarse a la muchacha para que ayudara a su esposa, ella no pudo tener hijos, sería una compañía, además, le daría estudios. Al padre, que carecía de recursos y tenía cuatro hijos más, no le pareció mala la idea, conocía a Roque y sabía que era hombre de fiar, y así, Melchora con gran entusiasmo, inició su aventura a la gran ciudad cuando apenas tenía doce años. Ella se sentía “soñada” porque estudiaría en una escuela de la ciudad, aunque…su intelecto, no era precisamente brillante, lo importante era que ella sí se sentía un “cerebrito.” Medio mascuchó los estudios secundarios en la capital y se inscribió en una preparatoria nocturna porque en una diurna… no “la hacía”, esa fue la gota que derramó el vaso, ahí se encontró a Tereso, un hombre de su pueblo con el que empezó a salir hasta que acabó embarazada y regresó al lugar que la vio nacer; con un chilpayate en camino y sin terminar sus estudios. Roque y su esposa, nada pudieron hacer para enderezarla, su “coco” no le ayudaba, ¡ah!, pero eso sí, ella se sentía la octava maravilla del mundo porque había llegado a cuarto semestre de “prepa” y en el pueblo, solo había secundaria. Decía saber rete hartas cosas, y sentía poseer un vocabulario “culto” porque había aprendido mucho en la ciudad ganándose así el “respeto” de los demás. Bien dicen “en tierra de ciegos, el tuerto es rey”. Era frecuente que le consultaran algunas cuestiones aritméticas sencillas y una que otra cosa de cultura general, que, por supuesto la contestaba “muy a su manera”
Una tarde lluviosa Melchora estaba sentada en la puerta de su casa, bajo una pequeña enramada, se veía taciturna y con el seño fruncido, al parecer, estaba sola, su marido no estaba y como solo tuvo un hijo que no se quería casar. Ella se sentía frustrada porque todas sus amigas, estaban ya “abueleando” y ella, ¡nada! Su pasatiempo favorito era criticar a los demás. La vida le dio una sopa de su propio chocolate, ese día precisamente, se dio cuenta que Tereso, su maridito, “le andaba haciendo de chivo los tamales”; un buen día, en la botica de Esperancita, lo vió haciéndole ojos de borrego a medio morir a Viviana, la sobrina de la boticaria, se hizo de la vista gorda, pero el colmo, fue que esa mañana, lo agarró con las manos en la masa: estaba bien trenzado con Viviana detrás de la sacristía, ella fue a confesarse y nunca imaginó que el descaro de su marido, llegara a tanto.
Su comadre Luisa la vio tan compungida que se acercó a preguntarle:
-¿Qué te pasa comadre? Te veo entre enojada y triste.
Melchora se levanta resoplando y le dice a Luisa:
-Enojada, ¡es poco!; Agarré al “ambiguo” de mi marido, bien trenzado con la Viviana, y dicen en el mercado que ya hasta le tiene casa y yo, ¡ni en cuenta!, toda la vida metida en la friega de la casa y cuidando al Roque, mi hijo, ya sabes cómo batallé con él, nunca estaba quieto, hasta la fecha es “imperativo”. Después de eso no quise más hijos, con otro igual, me volverían loca.
La comadre, con intriga y bajando la voz, le pregunta, acercándose más.
-¿Qué quieres decir con eso de “imperativo”, comadre?
Melchora responde con suficiencia:
– ¡Hay comadre! De veras que eres “burra” Quiere decir que no está quieto, nunca y siempre está buscando cómo fregar a los demás.
-Oye Melchora ¿y qué es eso de ambiguo? dices que tu marido es un ambiguo
La mujer con su aire de sapiencia y superioridad le responde:
-¡Ay mujer! Quiere decir que tiene otra mujer el muy endino. Tu falta de “agricultura” es porque no “fuistes” a la escuela como yo y eres bien ignoranta. Acuérdate que desde que se dio la igualdad de género, debemos hablar “correptamente”; ignorante es el hombre, ignoranta la mujer.
Con un gesto de fastidio y sin hacer mucho caso de sus ironías, Luisa le pregunta un tanto preocupada y muyyy interesada en las medidas que tomaría con su marido coscolino. Su especialidad, es, también: ¡el chisme!
-Haciendo a un lado tus saberes, ¿qué vas a hacer Melchora? lo vas a mandar a la fregada o le arrimas un susto a la Viviana; una buena sanjuaneada un jalón de greñas y dos cachetadas “guajoloteras” no le caerían mal. Además, habiendo tano pelado ¿por qué tiene buscar casados? si se te enfrenta, ¡le ganas! Ella es un tildillo y tu estás bien robustiana, si te le dejas caer, con un sentón la desmayas.
Melchora se queda pensativa un rato con rumiando su coraje y al fin responde:
-Mira comadre, me purga que ande de ca$%&ón, pero dejarle el campo libre a sus jueguitos…¡jamás! Y a la muchachita esa, es bueno ponerle un susto, la voy a espiar para agarrarla “con las manos en la masa”, le pongo su chongueada y a Tereso, me lo llevo a punta de escobazos a la casa, a ver si le gusta que todos lo vean.
Luisa, se rechupa los labios de emoción y está dispuesta a ayudarle a su comadre, con lo ojos brillantes le dice:
-¡Bien pensado Melchora! Yo te ayudo, nos vamos juntas mañana a la hora que la ve y los agarramos detrás de la sacristía, donde se ponen sus fajes.
A las dos mujeres les brillaban los ojos con una alegría malsana pensando en lo que harían.
-Les daremos una buena lección- decía la esposa ofendida. Se pusieron de acuerdo para sorprenderlos después de las cinco de la tarde. Con una sonrisa de triunfo, se despidieron las comadres.
Melchora, mal atendió a Tereso esa tarde y se acostó pensando en la lección que les darían a los pichones. En la mañana, fue a la botica a comprar unas sales laxantes para dárselas a Tereso sin que se diera cuenta y para su sorpresa, fue Viviana quien la atendió. Se miraron de arriba abajo como midiendo fuerzas, la esposa ofendida con una sonrisa pidió sus sales, terminaron la compra y Melchora salió; fuera de la vista de la muchacha, sus ojos parecían echar lumbre.
Tereso devoró a medio día un caldo de res que le preparó su mujer, mas, ignoraba que también había ingerido una buena dosis de laxante.
Cerca de la hora indicada, las comadres se dirigieron al punto de encuentro y Tereso, ignorante de todo, estaba listo para ver a Viviana sin sospechar nada, aunque sentía que las tripas se le retorcían como si trajera un gato dando de brincos, no hizo caso a sus síntomas, era más la emoción del encuentro clandestino.
Cuando estaba bien apergollados los enamorados, se aparecieron Luisa con una escoba y Melchora con ojos de toro loco y resoplando de rabia.
Viviana, palideció y antes de darse cuenta, Melchora la había mandado al suelo, le puso tres cachetadas mientras le recetaba una letanía de insultos irrepetibles. Como pudo se liberó de la esposa ofendida y corrió con rumbo a su casa y la peor parte fue para Tereso porque cuando quiso correr, Luisa le metió entre los pies la escoba y cayó al suelo; de la impresión por la caída y el ser descubierto, su esfínter no pudo más y pasó lo previsible. Melchora tomó la escoba y a escobazos se lo llevó a la casa dejando tras de sí su rastro, la mujer despechada, le gritaba:
-Ambiguo, sin agricultura alguna no sabes de respeto a la “clausula” de Melchor Ocampo, “voilaste” el acuerdo de matrimonio y algunas sandeces más de su diccionario de leperatura….
A Vivianita nadie la volvió a ver, se fue a la capital a buscar fortuna y Tereso, tuvo que rifársela mientras conformaba a la Ilustre Melchora.