En el verano de 1984 llegué a Monterrey para estudiar en la Universidad Autónoma de Nuevo León.
En la casa familiar de Reynosa, se acostumbraba comprar y leer el periódico, incluso en varias temporadas estuvimos suscritos a un servicio de entrega a domicilio de “El Mañana” de Reynosa.
Con esos antecedentes, con el hábito de la lectura, con las ganas de entender el pueblo donde viviría los siguientes seis años, y con mucho tiempo disponible en los traslados de la casa de asistencia en el centro de Monterrey a la ciudad universitaria de San Nicolás de los Garza, -ida y vuelta-, adquirí la costumbre de leer casi a diario “El Porvenir”, con frecuencia “El Norte” que compraba Doña Elvira, la señora que nos asistía, y eventualmente un periódico de México que compraba en los kioskos del centro.
De las cosas que me sorprendieron al leer con frecuencia los diarios de Monterrey, fueron los largos, enconados, intensos y muy técnicos debates por cuestiones de la aplicación de la ley y reglamentos de desarrollo urbano, particularmente en San Pedro, donde sus habitantes defienden la calidad de vida de su municipio.
Los sampetrinos cuidaban y cuidan sus calles, sus servicios públicos, sus áreas verdes, su plusvalía, su paisaje urbano, sus banquetas, sus árboles, sus plazas, sus calles, sus semáforos, su agua.
Recuerdo debates en televisión, radio y periódico entre vecinos asesorados por técnicos urbanistas y autoridades electas, asistidas también por profesionistas especializados en desarrollo urbano, paisajismo, arquitectura y vialidad, entre otras disciplinas.
Los sampetrinos saben que todos deben cuidar su ciudad y su barrio y que todos son responsables, y ante su omisión o descuido pueden ser víctimas de lo que hace un particular en su propiedad, y por eso exigen que se cumplan las leyes, se oponen a la expedición de licencias de funcionamiento de comercios cuando no se dispone de los cajones de estacionamiento mínimos; se manifiestan contra el hacinamiento rechazando construcciones de muchos niveles.
Describo solo algunos ejemplos de los temas que vi discutir y resolver, con presión social de los ciudadanos, para equilibrar el lucro y el derecho de un particular, con el bienestar de la colectividad.
Recuerdo los centenares de artículos que leí en la prensa regiomontana en los que queda constancia de la preocupación y la ocupación de los ciudadanos para vivir en una ciudad mejor, con agua, con áreas verdes, con vialidades fluidas, con servicios públicos, limpia, ordenada, bonita… aunque muchos tengamos otra opinión sobre la estética de la urbe regiomontana.
Me viene a la memoria esta lucha constante de los ciudadanos de la zona metropolitana de Monterrey, al enterarme del anuncio de la privatización de unos predios de la Laguna del Carpintero en Tampico, que hasta hoy forman parte del complejo turístico, cultural y recreativo que incluye un espacio cultural, un centro de convenciones, espacios deportivos, áreas recreativas y jardines.
Irresponsable o cínica suena la explicación de la presidenta municipal, Mónica Villarreal Anaya, cuando afirma que el área que se va a ceder a una empresa para construir un hotel, no es área verde o jardín, tratándose de un espacio que se utiliza para estacionar los vehículos de los asistentes a ese sitio, donde no está de más recordar, se encuentra un teatro y en centro de convenciones, es decir edificios diseñados para la concurrencia masiva, que requieren un lugar para estacionar vehículos.
Los tampiqueños deben saber que ya no tendrán acceso a esos esos espacios, que su presidenta municipal los comprometió, los privatizó, que esa medida difícilmente podrán revertirla en el futuro y que se sigue aplicando el modelo neoliberal que privatiza los bienes públicos.
Me recuerda el caso del presidente municipal de mi pueblo que intercambió dos hectáreas (Soriana Ribereña) por tres vehículos patrulla que significan nada frente a la ganancia Sorianera.
(OD/AM)