Se quedó porque se dio cuenta de que los niños son unos de los lectores más exigentes con los que se ha topado, le dijo Hinojosa al HayFestivalMéxico@bbcmundo. Y entender esto afirma, es el primer paso para abrirse paso en este tipo de literatura. Escritor, 60 años, Ciudad de México Soy un mal lector de novelas porque suelen tener mucha paja. No todas, por supuesto, pero es algo que me pasa con cierta novelística muy actual. En cambio, la poesía siempre está y estará en busca de la palabra correcta. Eso es lo que me atrapa. Para sacar un libro tardo años, porque siempre estoy buscando cuál es la palabra, la estructura y la frase correctas para lo que quiero decir. Aunque mi trabajo suele relacionarse con la literatura infantil, tengo muchos libros para adultos: poesía, crónica, ensayo y una especie de novela que se llama Poesía eras tú. Poesía eras tú está escrita en verso. Hay novelistas que dirían que no es novela, que quién sabe qué sea. Incluso alguna vez fue criticada como poesía. Alguien dijo que cómo era posible que Francisco Hinojosa hubiera escrito eso pensando que era poesía. Yo creo que no lo entendió. El humor negro funciona muy bien en nuestro país a pesar de que tenemos una literatura bastante solemne. André Breton vio a México como el país del humor negro, aunque en su antología de ese tema no incluyó a ningún mexicano. Él pensaba que era el ámbito en el que nos podíamos burlar de la muerte con calaveritas de azúcar y hacer calaveras, esos versos dedicados a personajes vivos imaginando que ya murieron. Aunque este humor es muy particular de los mexicanos, el que aparece en mi nueva novela [Emma] no tiene nada que ver. Ésta parte de un principio distinto: imaginar una escuela de sexo y prostitución —algo que no es común— y una gran cantidad de referencias y guiños a diversos autores y novelas. Eso creo que puede provocar cierta risa. Emma no es una novela pornográfica ni erótica, sino una obra que toma el lenguaje de la pornografía y lo utiliza para un momento de sexo explícito, pero como un acto desangelado que no tiene ninguna trascendencia dentro de la novela. Es decir, no sirve para crear una descripción a fondo, sino una mera referencia. Lo que me interesaba era rescatar el mundo de la pornografía como el negocio que es. El punto es que existen profesionales, desde las que administran un burdel hasta las que hacen table dance, pero ¿de dónde se graduaron? No había una escuela para ello. Bueno, yo la inventé. El desarrollo de Emma duró nueve años, desde que la inicié hasta que se imprimió. Tuvo distintas versiones. La primera fue una novela más tradicional, que no me gustó. La dejé reposar un rato y después la volví a leer, pero dije: “No, esto es lo que hace un novelista, y yo no soy un novelista”. Yo soy un cuentista al que le gusta mucho experimentar con otros géneros. Entonces, aunque de alguna manera tenemos que clasificar a Emma como novela porque no nos queda de otra, creo que es muy atípica. El hecho de que yo exhiba el trabajo que hay detrás de esta novela [en ella aparecen frases y párrafos tachados] implica que me interesa mostrar mi desarrollo creativo. Es un proceso que comparto con muchos autores, pero que ellos no exhiben. Por ejemplo, maté a un personaje y me pregunté: “¿Cómo es eso posible?”. Entonces, a la mera hora, me arrepentí y dije: “Me va a servir de otra manera”. Así que taché las líneas en que lo maté para mostrar que en ese momento tuve la duda de acabar con él, pero al final lo dejé vivo. Esa experimentación me gusta y provoca que no sea una novela tradicional. Creo que todos los que son héroes para los niños pueden ser héroes para los adultos. En cambio, los héroes de los adultos no siempre son los héroes de los niños. Un buen superhéroe es aquel con el que compartes otros mundos. Me han invitado un par de veces a la Facultad de Filosofía y Letras [de la UNAM] para hablar con los alumnos. Ellos leen alguno de mis libros y luego los comentamos con el maestro, pero al final se acercan a mí con su tomo de La peor señora del mundo para que se los firme, y me dicen: “Oye, yo empecé leyendo contigo y ahora estudio Letras”. Ése fue un libro que se escapó de mis manos. Tiene vida propia. La peor señora del mundo fue publicada hace 22 años. Cuando la terminé fue un momento de escritura muy grato para mí. Me tardé cinco horas en escribirla y creo que han sido las más gratas que he pasado. Al finalizarla, pensé: “Nadie la va a querer publicar”. Y en efecto, la presenté en el Fondo de Cultura Económica y los tres dictámenes fueron negativos. Dijeron: “El tipo que escribió esto está enfermo, ¿cómo puede pensar que una señora que golpea a sus hijos, incluso cuando se portan bien, puede ser la protagonista de un cuento infantil?”. Pero al final lo publicó el editor. Al principio tuvo gran cantidad de reacciones en contra por parte de padres de familia y escuelas, pero con el paso del tiempo se transformó en uno de los libros más vendidos del FCE y se reedita todo el tiempo. Releo a muchos mexicanos y a otros consentidos míos. Desde Octavio Paz hasta Borges, quien me gusta mucho como poeta y como prosista. Creo que junto con Paz es lo más cuidado que hay en cuanto al lenguaje. Por eso son poetas, porque cuando escriben prosa, tienen ese mismo cuidado. Fotografía: Alessandro Bo