LO OSCURO. La relación entre Estados Unidos y México en su historia ha estado marcada por momentos de cooperación, pero también por una intensa injerencia estadounidense en asuntos internos mexicanos.
Se marca de manera especial ésta ‘vecindad-dependencia’ con el inicio de las relaciones complicadas durante la Guerra Mexicano-americana (1846-1848), resultado de la expansión territorial de EE. UU. bajo la doctrina del «Destino Manifiesto». Como resultado, México perdió la mitad de su territorio actual, incluyendo California y Texas.
James K. Polk sería quien impulsó esa guerra, estableciendo así un patrón de intromisión. Posterior, durante la Intervención Francesa en México, Estados Unidos adoptó una postura de no intervención que –irónicamente- ayudó a Benito Juárez a recuperar la presidencia, favoreciendo los intereses estadounidenses en la región.
La Revolución Mexicana (1910) fue otro período clave donde la mano ‘gringa’ se hizo evidente. El presidente Woodrow Wilson se entrometió notablemente en la política interna mexicana. En 1914, Wilson ordenó la ocupación del puerto de Veracruz para frustrar el embargo de armas que Francisco Villa y sus hombres usaban.
Con la llegada de Franklin D. Roosevelt y su política de «Buena Vecindad» (1933), hubo cambios en la estrategia estadounidense. Roosevelt buscaba mejorar las relaciones con América Latina, pero se basaba en mantener un interés en la estabilidad de gobiernos favorables a EE. UU. en la región.
En la década de los 60’s, el impacto de la administración de John F. Kennedy se sintió en México. Durante su mandato, la política exterior de EE. UU. se centró en la Guerra Fría y México no quedó fuera de ésta. Con la bandera de las carencias sociales y económicas en México, Kennedy promovió la ‘Alianza para el Progreso’; un plan que buscaba impulsar el desarrollo latinoamericano para evitar la expansión del comunismo.
Mediante el programa ‘Operación México’ prometió a México un apoyo financiero significativo, pero a menudo se vinculaba a la aceptación de políticas estadounidenses. La visita de Kennedy a México en 1962 simboliza esta relación, marcada por la retórica de amistad, pero también por los intereses estratégicos de los “yankees”.
La injerencia continuó en los años 80 y 90. Durante la presidencia de Salinas de Gortari se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte TLCAN. Impulsado por el presidente Clinton, fue un hito en las relaciones comerciales, aunque también exacerbó la desigualdad en México.
Claudia Sheinbaum promueve políticas que buscan fortalecer la autonomía de México frente a EE. UU. Luego de que López Obrador AMLO estableciera una política de no intervención y un enfoque en la soberanía, Sheinbaum continúa la misma senda.
En su gestión ha promovido iniciativas que abordan problemáticas como el cambio climático, la migración y la justicia social, buscando alianzas más equitativas con EE. UU. Uno de los temas recurrentes en sus declaraciones es la necesidad de un marco que regule las dinámicas migratorias de manera justa, reconociendo a México como un socio estratégico en la región, sin ser visto únicamente como un país de paso. Y con los sucesos violentos como escenario de negociación.
Además, su enfoque en el desarrollo urbano sustentable y la atención a la desigualdad también refuerzan la idea de que México debe proteger sus intereses y su soberanía en el contexto de la buena vecindad.
La llegada de Claudia Sheinbaum añade una nueva perspectiva que busca la cooperación, pero también reafirma la necesidad de autonomía en la toma de decisiones. Hoy, la relación entre ambos países tiene como bandera de disputa, la independencia y la soberanía.
COLOFÓN: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de EE.UU.” tan actual como hace apenas 115 años, emanada del pecho de Porfirio Díaz… no en balde nuestro nombre oficial también adhiere ‘Estados Unidos… mexicanos’.
P.D. Continuará por mucho tiempo más, la política donde somos el hermano menor, que se viste con la ropa que hereda del más grande.
(AA/AM)