Durante el largo camino de la especie, los humanos hicimos lo mismo por cuando menos dos millones de años; vagabundear en grupitos de alrededor de 20, incluyendo mujeres y niños, quedarse en un sitio sólo mientras la temporada de recolección de frutos y semillas durara, y prepararse para la única inmovilidad temporal; la del invierno, en la que nos volvíamos artistas y pintábamos las cuevas y nos decíamos cuentos. Pero luego llegó la sedentaridad, aquí en el norte con los invasores, y a ellos 10 mil años antes con la agricultura; que nos plantó en un lugar en donde las tribus de 20, y la felicidad endogámica se fue al traste y desde entonces nadie sabe a qué grupo pertenece y ni siquiera sabe quién es. Y alguien todavía pregunta por qué andamos tan infelizmente perdidos en el desconsuelo de la dispersión sistemática? Carajo, William Butler Yeats hizo un poema desde finales del siglo diecinueve que lo explica muy bien: NO hay centro! El eje ya no nos sostiene. El jueguito de fijarnos para siempre en un sitio como mariposas atravesadas por un alfiler ya no funciona, y para empezar no es lo que nos trajo a la estatura humana. Al contrario; nos deshumanizó; y es lo que produjo esta explosión, ya sin causa y sin cabeza, cuyo único punto identificable es la producción y conservación de la GANANCIA. Todo lo demás es retórica. Justificación. Mientras tanto, se pena en el lugar inamovible, aleteando atrás del marco de cristal una vez, y hasta dos, a la semana.
En cambio yo, vagabundeo, y como mis ancestros precolombinos, viviré los próximos tres meses de la recolección de tunas.