Para mi amigo Mauro.
Mauro es un hombre sin fe. Su desconfianza en la política se la ganaron a pulso las ratas PRIANISTAS y los que se colaron a Morena; sin embargo, pone aparte a la 4T, y admite que, a millones de viejitos y de estudiantes de prepa, les cambio la vida cuando les llegaron derechos en lugar de limosnas. Pero de todas formas no lo convencen los los candidatos locales a la administración de su pueblo porque los conoce muy bien a todos, y ninguno tiene una cola perfecta. Y yo le digo, que yo tengo suficientes décadas de navegar con los ojos abiertos, como para creer, que un individuo, aunque sea de cola corta y aún sin cola, pueda hacer un buen trabajo de esa envergadura SIN SU COMUNIDAD; y que tampoco puede fallar con toda impunidad uno que resulte rata y aparte rata tonta SI HAY UNA COMUNIDAD ERGUIDA QUE SE ORGANIZA.
En la frontera hemos sabido lo que es eso porque nos pusimos de pie casi quince años, y señores míos, ni Rinches ni unionistas ni confederados pudieron con nosotros cuando estábamos erguidos y profundamente unificados. De 1859 hasta muy entrados los 1870s, la dignidad de los fronterizos era noticia hasta en los periódicos de Washington. Y en ese entonces, como ahora; la diferencia la hizo la gente; el cambio lo logra la fuerza que se despierta en un pueblo cuando se inspira.
Y aunque la inspiración es difícil, ya estamos en edad como para detonarla solos; por lo que mi amigo Mauro debe dejar de pensar que el tamaño de la cola de los candidatos es la que rige en las transformaciones, y plantearse que los cambios que busca los produce la gente. Siempre siempre ha sido la gente.