Por: Fortino Cisneros Calzada
A principios del siglo, señalamos que el fin del capitalismo salvaje daría paso al imperialismo con la creación de tres grandes bloques económicos, políticos y militares: el europeo, dominado por Rusia; el americano, liderado por los Estados Unidos y el asiático, regido por China. Estas predicciones se han venido cumpliendo con una precisión matemática, qué tiene mucho que ver con magistrales jugadas de ajedrez.
Está por darse fin a la guerra de Rusia con Ucrania, dejando a la primera como dueña de la región. Es posible que no se entregue todo el territorio ucraniano a Rusia; pero, si la parte que más le interesa a Putin. Donald Trump ha dicho ya, de manera abierta y a su estilo prepotente, qué pretende recuperar el canal de Panamá, apoderarse de Groenlandia, hacer de Canadá el estado 51 y apoderarse de la franja de Gaza. China tiene ya poderosos intereses tanto en Sudamérica como en África.
Cada uno de los tres bloques buscarán protegerse de los intentos que hagan los otros o terceros en discordia, lo que reanudará la producción de armas y con ello se reactivará la economía global, pues no ha dejado de tener vigencia el axioma de Vegecio de su libro Epitoma rei militaris: “Si vis pacem, para bellum” (Si quieres paz, prepárate para la guerra), que, por desgracia para la humanidad, es la consigna de los poderosos que niegan la paz como el estado ideal en que aflora lo mejor del hombre.
Pero, lo que importa y que todo mexicano debe saber es que dentro del esquema hegemónico de América con Estados Unidos a la cabeza, la independencia, la soberanía y la libre autodeterminación de México están a salvo, protegidas por el proyecto de la Cuarta Transformación qué propone el humanismo mexicano, ese ideal que sitúa al ser humano y su hábitat por encima de todo lo demás.
Históricamente, así ha sido: en la Independencia, cuando el cura don Miguel Hidalgo envió al tamaulipeco Bernardo Gutiérrez de Lara a Washington para solicitar apoyo a la guerra contra la Corona española, la respuesta fue que sí habría reconocimiento, apoyo y beneplácito; pero, a cambio de un tratado comercial. Obviamente, Gutiérrez de Lara los mandó por un tubo. Posteriormente, en la Guerra de Reforma, la invasión francesa y la instauración del Segundo Imperio mexicano, la ayuda de EU estuvo condicionada a la cesión Istmo de Tehuantepec. Ya en la Revolución Mexicana, el embajador y después presidente Wilson promovió y financió el levantamiento de Huerta, el asesinato del presidente Madero y la usurpación.
Por fortuna, México contó en cada uno de esos tres momentos con hombres valientes, patriotas y de una gran calidad humana (diría Agustín Yáñez que fueron hombres providenciales). Lo mismo ocurre en este momento: la Cuarta Transformación, resultado del Movimiento de Regeneración Nacional, es un proyecto avalado por todos los mexicanos bien nacidos. Ahora, México tiene una presidenta valiente, inteligente y de cabeza fría que habrá de conducir al país al éxito.
México, su presidenta y los mexicanos se integrarán al bloque de América; pero, sin subordinación. Lo ha expresado reiteradamente Claudia Sheinbaum Pardo, jefa del Estado Mexicano: “Colaboración, si; subordinación, no”. Por razones geográficas, México y los Estados Unidos son vecinos; por razones económicas, son socios; por razones de geopolítica, son aliados; pero, no existe ninguna circunstancia por la que algunos de ellos deba subordinarse al otro.
Mientras más pronto lo entiendan de aquel lado, mejor para todos; porque, si las matemáticas no fallan, la historia no miente.