A reserva de precisar la extensión y profundidad de sus determinaciones arancelarias, Donald Trump avanzó ayer en su ruta tan anunciada. Todavía horas antes parecía emerger la suposición de que el presidente estadounidense no haría los anuncios tan preocupantes para México y Canadá. La presidenta Claudia Sheinbaum había expresado la víspera su creencia de que no se cumplirían los amagos.
La postura de Trump parece definitiva, aunque en su fraseo se regaló algunos términos que podrían permitirle alguna salida o distensión de última hora. Dejó también pendiente si el petróleo mexicano sería materia de esas imposiciones arancelarias. Pero, incluso después de tales declaraciones firmes del ocupante de la Casa Blanca, The Wall Street Journal publicó una nota titulada: Los asesores de Trump buscan un acuerdo de último momento para reducir los aranceles entre Canadá y México.
Agrega el WSJ: en medio de las negociaciones en curso con Canadá y México, la administración parece indecisa sobre si imponer aranceles a todas las importaciones de esos países, dijeron las personas familiarizadas con el asunto, agregando que los funcionarios de la administración se están preparando para optar por medidas más específicas. Es probable que Trump anuncie algún tipo de medida comercial el sábado, pero podría afectar sólo a ciertos sectores, como el acero y el aluminio (…) con un periodo de gracia antes de implementarlos, lo que permitiría continuar las negociaciones con los vecinos continentales. Además, agrega el diario citado, en la Casa Blanca se aprecia la cooperación de la administración Sheinbaum a la de Trump, en materia de contención migratoria, en especial la concesión significativa de recibir a migrantes no mexicanos expulsados.
Por lo pronto, la moneda mexicana acusó recibo anoche mismo, aunque los efectos más puntuales habrán de registrarse hoy. El gobierno de México, según han anunciado especialmente la presidenta Sheinbaum y el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, tiene un plan especial para enfrentar las determinaciones de la Oficina Oval, aunque, en contraste con la abundancia retórica de Trump, se han negado a dar los detalles.
La acometida del multimillonario que preside por segunda vez la nación que aún es la más poderosa del mundo puede estremecer las estructuras económicas, políticas y sociales de México y, en especial, de la llamada Cuarta Transformación. Trump y sus aliados prefieren gobiernos de derecha y ultraderecha, pero las dos administraciones mexicanas progresistas o populares no han significado modificaciones sustanciales al modelo económico y político deseado por la Casa Blanca, sea cual sea el signo partidista en turno o el apellido en jefe.
Todo lo contrario: la administración de López Obrador fue funcional para los intereses de Estados Unidos, sobre todo en materia de migración y de ganancias extraordinarias de los grandes capitales. Los jaloneos mexicanos con agencias de Estados Unidos en materia de narcotráfico llegaron al punto sinaloense Chapito- Mayo, con alto daño a la entidad federativa, pero sin consecuencias aún en las élites políticas.
Habrá de verse si, más allá de los escarceos declarativos y del calado real de los multicitados aranceles, los preparativos mexicanos para enfrentar al trumpismo no han generado ya retrocesos que signifiquen ganancias para esos intereses extranjeros. Convertir a los grandes empresarios mexicanos en muy celebrados aliados para defender a la patria, impulsar un neoliberal Plan México, abrir a la iniciativa privada la posibilidad de invertir en el terreno energético, mantener la mano represiva de Garduño ante los migrantes, recibir a deportados no mexicanos porque así lo quiere Washington y mantener una estructura política gobernante con personajes muy cargados a la derecha y al oportunismo, con turbulencias internas inocultables, dejaría a México menguado y maltrecho, con aranceles o sin ellos. ¡Hasta el próximo lunes!
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