Fortino Cisneros Calzada
El Senado de la República otorgó la medalla Belisario Domínguez a Ninfa María Deándar Martínez en un acto de congruencia y gratitud, como reconocimiento a su trayectoria de periodista y defensora de la democracia y la libertad. Su labor es amplia y se ha difundido mucho. Su espíritu se nutrió de las ideas revolucionaria de su padre, don Heriberto Deándar Amador, fundador de los grandes diarios tamaulipecos, el Mañana de Nuevo Laredo y el Mañana de Reynosa.
Quizá, para completar este reconocimiento a la tarea de la prensa libre y democrática, haga falta honrar también la importante tarea que ha desempeñado Heriberto Deándar Martínez al frente de El Mañana de Reynosa. En los 75 años que tiene “el periódico de Reynosa”, como se le define por antonomasia, las batallas que ha librado en contra de los sátrapas que por intereses propios o de camarilla, han impedido el desarrollo de la región, han sido muchas y muy prolongadas.
Ha sufrido en carne propia las iras de los poderosos, inclusive ha debido abandonar su casa y su familia para librarse del acoso del verdugo de Salinas, Jorge Carpizo, quien le inventó una serie de cargos con los que buscaba acabar con quien denunció al sátrapa que entregó el poder político al poder económico y creó la densa red de acuerdos cupulares que han concentrado la riqueza de México en unas cuantas manos, tan inútiles como estériles.
La familia Deándar, una familia de periodista auténticos, lleva en su sangre la tinta; pero, también el sentido de la justicia social, esto es, la adecuada retribución del trabajo para que los frutos del desarrollo sean compartidos siguiendo la máxima del último presidente revolucionario, don Gustavo Díaz Ordaz, de que: “Nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo estricto”. Lo proclaman y lo practican; en esa empresa todos han ganado lo suficiente para una vida digna.
Muchos de los políticos que en este momento están al frente de las instituciones de gobierno o de representación popular, recibieron apoyo y consejo de don Beto, al que visitaban una vez que habían decidido dedicar su vida y sus afanes a la cosa pública. Nunca estuvieron las puertas cerradas para quien tenía buenas intenciones y deseaba servir; por el contrario, todos los que acudieron a su casa lograron sus propósitos y la mayoría de ellos lo reconoce.
Lo reconoce porque es de hombres bien nacidos recordar la fuente de la que se bebió el agua que obró la transformación de los sueños en realidades. Decía Quevedo que la gratitud es la parte esencial del hombre de bien. Quizá ha llegado la hora de que los ocho diputados que tiene Reynosa en el Congreso local decidan hacer un acto de justicia, honrando a quien es considerado como uno de los hombres que más ha hecho por Reynosa, por la frontera, por Tamaulipas y por México.
Las páginas de el Mañana de Reynosa son pruebas fehacientes de que los Deándar defendieron los más caros principios de México y de su pueblo, al denunciar el proyecto neoliberal que, como en las épocas de Santa Anna, del Segundo Imperio Mexicano y de la traición de Victoriano Huerta contra el presidente Francisco I. Madero, entregaron el país a los intereses extranjeros a cambio de las 30 monedas de Judas.
Oponerse a los sátrapas no es fácil ni cómodo, se tiene que pagar un alto precio en carne propia. Don Beto vivió el exilio desde el que luchó con valentía para limpiar su nombre y el de su empresa. Jamás aceptó el perdón que le ofrecían. Demandó que la justicia demostrara su inocencia en todos los cargos que se le imputaron para volver a su casa con la frente en alto. Don Beto vivió en McAllen los años más amargos; pero, una vez exonerado, vive en Reynosa.
Vive en el municipio al que ha dedicado su tarea, promoviendo siempre las causas más nobles, y del cual ha recibido incontables muestras de aprecio y gratitud, a las que debe sumarse el reconocimiento oficial, ese que al otorgarlo, honra también al que lo da. No ha abandonado su casa ni su familia ni sus amigos, que siguen visitándolo para gozar de su grata compañía y sus incontables muestras de bonhomía.
Queda en el aire la cuestión de si sabrán corresponder los miembros del Congreso de Tamaulipas a las acciones de un hombre, de un periodista al que tanto se le debe por la contundencia de su pluma.