Fortino Cisneros Calzada
El presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, amenazó a sus socios comerciales con la imposición de aranceles a las importaciones provenientes de México y Canadá (y China), argumentando que estos países son proveedores de enervantes y migrantes indeseables. No se midió, porque las consecuencias de estas medidas serían graves y altamente lesivas para los intereses populares de las tres naciones: violan el Tmec y crearían, de inmediato, un alza inflacionaria.
La respuesta de la presidenta de México, Dra. Claudia Sheinbaum Parto, ha sido clara y precisa. «No es con amenazas ni con aranceles como se va a atender el fenómeno migratorio ni el consumo de drogas, se requiere de cooperación y entendimiento recíproco a estos grandes desafíos”, expresó la mandataria. Hay quienes dicen que las palabras del gobernante electo tenían el propósito de calar a la presidenta. Si así fue, la respuesta ha sido contundente.
Pero, en realidad, lo que quiso decir es que los aranceles del 25 por ciento se aplicarán a los bienes y servicios que provee la industria automotriz. Y que, más que proteger la producción vehicular de su país, lo que está buscando es posicionar ventajosamente a su amigo y patrocinador, Elon Musk y su manufactura de autos eléctricos que, al parecer, está siendo aventajada por la industria china, que ha presentado vehículos más eficientes a menor costo.
México será el nuevo campo de batalla de la prolongación de la guerra que Trump declaró a China en su primera administración. Está por verse si la asociación Trump-Musk puede dar buenos resultados. Aunque es cierto que el sector laboral de los Estados Unidos, abandonado por los demócratas, avaló la elección de Trump, éste ganó por un margen muy pequeño, apenas el 30 por ciento de los votos posibles, y que Musk presume de haber recortado las plazas laborales de X en un 80%.
Ambos pertenecen al reducido número de magnates que han hecho su fortuna al amparo del modelo neoliberal, esto es, el abatimiento de los costos de producción mediante la reducción de los salarios y la cancelación de los beneficios logrados por los trabajadores a lo largo de sus luchas históricas, a los que se suma la desregulación ambiental y la corrupción que inevitablemente se genera cuando el poder político se entrega al poder económico.
La guerra está en estos momentos pareja. Según los portales de la industria de los autos eléctricos, Musk, con su auto Tesla, va a la cabeza: ha vendido 462.890 unidades durante el tercer trimestre del 2024, mientras que BYD ha vendido a nivel mundial un total de 443.426 coches eléctricos; pero, esto apenas comienza. Tesla había planeado construir una fábrica en Nuevo León; pero, cuando supo que tenía que pagar buenos salarios, cumplir con deberes fiscales y regulaciones ambientales, dijo que no.
Optó por acercarse al candidato republicano, invertir en su campaña y obtener con ello una posición que le permita acrecentar su ya abultada fortuna. El presidente electo está cumpliendo; pero, falta ver lo que ocurra en las calles del gran imperio norteamericano. Con una inflación del 2.9 por ciento en el año que culmina y tasas de interés del 4.5, con clara tendencia a mantenerlas a largo plazo y tasas de desempleo del 4.1, un golpe como el anunciado, sería altamente lesivo para la población consumidora.
A estas alturas, ya resulta imposible negar la necesidad del Estado como ente regulador del acontecer económico, político y social de todas las comunidades organizadas del mundo. La diferencia estriba en el modelo de desarrollo que asume cada Estado. Ante los resultados desastrosos del neoliberalismo, hay una tendencia global a reconstruir el estado de bienestar, que proteja la vida en todas sus manifestaciones sobre la base del desarrollo compartido.
No es el caso de las propuestas de Trump, francamente encaminadas a acrecentar la acumulación de la riqueza de cualquier forma, lícita o no, en pocas manos, en este caso de su patrocinador. Resulta oportuno recordar que durante la Gran Depresión que afectó a la economía estadounidense y asociados, Henry Ford, con su FT (Fotingo), revolucionó los sistemas de producción y financiamiento, ofreciendo un auto sencillo, barato y resistente, pagando a sus trabajadores los más altos salarios del mercado, con lo que hizo una gran contribución para la recuperación de la economía.
Los ejemplos menudean, favorecer a unos cuantos en perjuicio de la mayoría, siempre tiene resultados adversos, sea en Estados Unidos, en México o en Canadá y no se diga en China, que no para de crecer y va en busca de nuevos mercados. El crecimiento de la economía norteamericana fue al amparo de la Ley Sherman que promueve la libre competencia y condena a los monopolios. Así, la imposición de aranceles que busca beneficiar a una persona en particular, no tiene viabilidad alguna. Y, tan tan.