Por Carla Huidobro
El abuso sexual en la infancia es una realidad devastadora y demasiado común. Es como una epidemia silenciosa que se esconde bajo la superficie de nuestras comunidades, afectando a los más vulnerables. Los niños, quienes deberían disfrutar de un tiempo de inocencia y descubrimiento, se ven atrapados en experiencias que les roban su seguridad y dejan cicatrices duraderas.
Este tipo de abuso suele quedar oculto porque los niños temen hablar o no saben cómo hacerlo. La vergüenza, el miedo y la confusión los envuelven, mientras que los adultos a menudo no ven las señales o eligen ignorarlas. Es crucial que elevemos la conciencia sobre este problema, reconociendo sus señales y dando voz a quienes han sido afectados.
Debemos trabajar juntos para crear entornos seguros para nuestros niños, educando tanto a adultos como a jóvenes sobre cómo protegerse y cómo pedir ayuda. Es esencial romper el ciclo de silencio y asegurar que haya consecuencias reales para los perpetradores. Solo entonces podremos empezar a curar las heridas de esta epidemia oculta y proteger a las futuras generaciones.