Por la Dra. Luisa Álvarez Cervantes*
Aun sin hacer un análisis juicioso del Plan de Desarrollo Institucional de la UAT, es del dominio público el diagnóstico sobre el bajo nivel académico de nuestra universidad. Este diagnóstico es conocido entre quienes somos investigadores y nos hemos cansado de darlo a conocer en las instancias universitarias, sin obtener respuesta y menos un posible diálogo sobre el tema. La Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) ha experimentado un marcado declive en su rendimiento académico, según lo reflejan los rankings de QS World University Rankings. Este texto tiene como propósito analizar de manera crítica y detallada las causas y consecuencias de este fenómeno, así como explorar posibles soluciones.
El declive de la UAT en los Rankings ha visto una decadencia significativa en su posición dentro de los rankings de universidades, desde el año de 2017, durante la gestión de Enrique Etienne Pérez del Río, la universidad se situó en el penoso puesto número 251 de una lista de 300 universidades en América Latina. Sin embargo, para 2023, el descenso fue peor, puesto que llego a posicionarse en el 301 en una lista ampliada a 350 universidades públicas latinoamericanas. Este descenso es claramente una llamada de atención y a su vez un indicativo de problemas subyacentes en la política académica y administrativa de la UAT.
En las instituciones de educación superior, la aspiración de cumplir con el encargo de la fracción VII del Artículo 3º Constitucional (libertad de cátedra, pensamiento crítico y libertad de investigación) implica que la gestión académica, administrativa y política mantengan sus distancias respectivas, para no trastocar las funciones sustantivas: docencia, investigación y difusión de la cultura. En la UAT, estas funciones sustantivas han quedado subordinadas a la gestión administrativa y política, lo cual ha resultado en graves consecuencias.
Dentro de los factores contribuyentes, que se desprenden del análisis de los indicadores utilizados por QS World University Rankings, revelan deficiencias críticas en áreas clave:
Reputación académica: Lamentablemente, la UAT obtuvo una calificación de 6.4 sobre 100 en el mencionado Ranking, lo que refleja una percepción negativa de la calidad educativa por parte de la comunidad académica global.
Reputación entre empleadores: En este indicador, nos ubicamos en un penoso puntaje de 4.8 sobre 100, lo que nos indica que los egresados de la UAT pueden estar enfrentando dificultades para emplearse en un trabajo afín a su profesión, posiblemente debido a la percepción de una educación de baja calidad.
Publicaciones por facultad y citas en publicaciones: estos indicadores no han sido los mejores, aún y cuando hay un aumento paupérrimo, al situarse en puntuaciones de 4.4 y 9.2 sobre 100 respectivamente, estos indicadores muestran una baja producción de investigación notable y un impacto limitado de la misma en la comunidad de investigadores de la UAT.
Sobre el tema de Gestión y Responsabilidad, ¿quién o quiénes han liderado esta fracasada política académica en la UAT? Dra. Rosa Acosta González, quien ha estado al frente de la política académica durante estos periodos de fracaso académico en la UAT, peor aún, su continuación en el cargo a pesar de los resultados negativos nos hace percibir que el PDI-UAT 2024 está condenado al fracaso.
Por citar un ejemplo de otro país, la Pontificia Universidad Católica de Chile, destacada en el ranking de QS, muestra que con una cantidad similar de profesores que la UAT, es posible alcanzar un desempeño superior. Además, otras universidades públicas del norte de México, con menor presupuesto, están mejor situadas en el QS Ranking que la UAT.
El fracaso de la UAT no se debe a recursos, ya que en los últimos 10 años ha mantenido un aumento del gasto en la UAT, de 3,778 millones en 2017 a 4,369 millones en 2022; sin embargo, esto no se ha traducido en mejoras académicas. Este desfase entre inversión financiera y resultados académicos sugiere ineficiencias en la asignación de personas idóneas en puestos clave, como la Secretaría Académica, Investigación y Posgrados, y Gestión Escolar. En este caso, a pesar de sus constantes fracasos, la Secretaría Académica sigue al frente; y posiblemente en la gestión administrativa. Recordemos que nuestra UAT también estuvo implicada en la famosa “Estafa Maestra” y fue del dominio público una red de corrupción.
Hacia una Solución. No puede haber transformación con base en una red tejida de burocracia dorada. La transformación es una política pública que exige personas comprometidas con las funciones sustantivas de las universidades públicas. En la UAT, urgen, para comenzar, cambios en dos áreas: 1.- La Secretaría General, responsable de la gestión administrativa y política; lugar donde la legalidad marcada en el Estatuto Orgánico es atendida y cuidados los procesos institucionales y 2.- La Secretaría Académica, responsable de docencia e investigación. Es crucial también fomentar una cultura de investigación y publicación entre el cuerpo docente y estudiantil, así como establecer vínculos más sólidos con las organizaciones sociales, las instituciones gubernamentales, con los sectores de la población en condiciones difíciles y con el sector empresarial para mejorar la empleabilidad de los egresados y apoyar en la solución de los problemas locales.
El descenso de la UAT en el ranking de QS es un llamado de atención sobre la necesidad urgente de reformas en su estructura académica y administrativa. Solo mediante un compromiso serio con la excelencia, la innovación y la transparencia, la UAT podrá recuperar su lugar como una institución líder en la educación superior.