Por Guadalupe Correa-Cabrera
Elegante, articulada y con un guion bien estudiado, como siempre, Claudia Sheinbaum anunció el jueves pasado lo que será una parte de su gabinete. Llama la atención que el anuncio lo haga en dos partes, pero al final se entiende dado el nerviosismo en los mercados financieros que generó la victoria avasalladora de Morena y sus aliados en las elecciones del pasado 2 de junio. En efecto, los mercados reaccionaron inicialmente “no de la mejor manera” a la potencial aprobación de un paquete de reformas bastante controversiales que significaría quizás un verdadero cambio de régimen en el país. Nos referimos sobre todo a la ambiciosa reforma al poder judicial, conocida como Plan C, y a la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA). Hace sentido que la futura presidenta de México haga los anuncios que generan más expectativas y estarían sujetos a mayores críticas (seguridad y defensa) en la segunda ronda.
Fiel a su ideología progresista y a su lema de campaña proyectando “unidad”, Sheinbaum anuncia como parte de su gabinete a figuras con una muy destacada trayectoria y preparación sobresaliente que representarán bastante bien a las élites globales y se relacionan con lo que podríamos considerar una especie de (neo)liberalismo en la teoría de relaciones internacionales. Los mercados financieros respondieron con optiminsmo a este primer anuncio y las cámaras empresariales aplaudieron las señales que envió la futura presidenta de México a los grandes capitales. La tecnocracia hizo su aparición estelar en lo que será el liderazgo en la Secretaría de Economía. Por su parte, la Cancillería, la Secretaría de Agricultura, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, así como el futuro de la ciencia y la tecnología mexicanas refrendan su compromiso con el liberalismo desde el punto de vista de la teoría de relaciones internacionales.
Todos los perfiles elegidos para encabezar las secretarías correspondientes parecen tener una formación sólida, gran experiencia y cercanía con las instituciones internacionales que aspiran a crear un nuevo orden global. El anuncio de Sheinbaum augura un papel central de la comunidad internacional en las decisiones claves para México, por lo menos en los temas económicos y financieros, ambientales, agroalimentarios y de salud. Los perfiles elegidos mantienen canales de comunicación muy directos y abiertos con Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud, la CEPAL, la FAO y el Foro Económico Mundial, solo por mencionar algunas instituciones emblemáticas del liberalismo en las relaciones entre países. Recordamos, por ejemplo, el brillante papel que ha desempeñado Alicia Bárcena en Davos, Suiza, así como sus buenas relaciones con algunos miembros del staff en el club de los más ricos del mundo.
Así, el segundo piso de la 4T comienza a tomar forma, y su nueva forma se adapta bastante bien al modelo planteado por las élites globales en un mundo multipolar. Así, a pesar de los malos augurios de comentócratas e intelectuales (ahora opositores al régimen), parece ser que México se desempeñará bien en un nuevo orden planteado por las élites económicas mundiales en el cual se reconstituyen las cadenas de suministro según tres polos de desarrollo. Si todo marcha como se planea, nuestro país se beneficiará enormemente del “nearshoring” y las nuevas inversiones en el sector de energías renovables. Al mismo tiempo, redirigiremos la maquila hacia el desarrollo de nuevas tecnologías. El anuncio de la primera parte del gabinete de Sheinbaum nos clarifica el panorama y nos recuerda que se avanza hoy por el lado progresista—que ahora le denominan “izquierda”, tal como lo han planteado las élites en Davos y foros asociados.
Todo ello viene empaquetado aún en el discurso obradorista, que retoma los principios y fundamentos del “movimiento para avanzar con la Cuarta Transformación (4T) de la vida pública” en México. En palabras de Sheinbaum, su equipo estaría comprometido “con la prosperidad compartida y con el principio del humanismo mexicano por el bien de todos, primero los pobres”. También plantea, en el segundo piso de la Cuarta Transformación y a nombre de su equipo, “avanzar a partir de lo logrado por el presidente Andrés Manuel López Obrador con nuestros principios” y en nombre de “la soberanía compartida, la soberanía alimentaria y la soberanía de nuestro país”, además de aventajar “en el desarrollo económico con bienestar y con sustentabilidad”. Según Sheinbaum, el objetivo del movimiento “no es sólo el crecimiento económico, sino es el desarrollo con justicia, con bienestar y también respetando al medio ambiente”.
Este parece un discurso muy interesante, sobre todo si nos detenemos en cada uno de los enunciados y leemos entrelíneas. Hermosas palabras las de Sheinbaum que plantean un futuro próspero con bienestar y energía limpias, tal como lo plantean las élites globales. Esperemos al anuncio del resto del gabinete, pero se anticipa un mayor avance en términos de tecnocracia, particularmente cuando se anuncien los perfiles para encabezar las dependencias en el área de la seguridad. Esperamos hipervigilancia y uso de tecnologías avanzadas e inteligencia artificial, tomando como base quizás el plan A.N.G.E.L de Marcelo Ebrard.
Sin grandes cismas o divisiones internas, comienza el segundo piso de la Cuarta Transformación dando certeza a los grandes capitales. En vísperas del anuncio de la segunda parte del gabinete se percibe un panorama de mayor confianza por parte de los inversionistas y en los mercados financieros, pero también se calcula un futuro de mayor equidad y bienestar para México. Este optimismo me recuerda a los 1990s, cuando supuestamente pronto llegaríamos a formar parte del Primer Mundo y Carlos Salinas de Gortari era presidente de México y proponía un “liberalismo social”. Quizás esta vez sí se logre el “sueño mexicano” en el contexto de otro proyecto neoliberal. El neoliberalismo de antes se promovía a través del Consenso de Washington y se operaba por la condicionalidad de Fondo Monetario Internacional (FMII) y el Banco Mundial.
El (neo)liberalismo en la Cuarta Transformación parece diseñarse desde Davos y extenderse hacia el llamado Sur Global (región a la que pertenece México) a través de la progresía o lo que algunos llaman “izquierda”. El ingrediente más interesante de todos sería el militar pues Sheinbaum se compromete a transferir la Guardia Nacional a la SEDENA: (https://www.milenio.com/politica/sheinbaum-compromete-transferir-guardia-nacional-sedena).
En fin, esperamos con ansia el segundo anuncio, y estamos a la expectativa sobre el desempeño de la administración que encabezará la primera mujer presidenta en nuestro país. Los planes para hacer posible el “sueño mexicano”—tal como ocurrió en 1994—podrían desmoronarse en caso de una tragedia inesperada, del tipo “cisne Negro”, como una crisis financiera global o regional. Las elecciones generales de Estados Unidos este noviembre también serán cruciales para el futuro de México. El “progreso” mexicano podría verse minado si el (neo)liberalismo de la 4T se enfrenta al realismo estadounidense del trumpismo o movimiento de “América Primero” (America First). El realismo trumpista rechaza supuestamente la promoción de un gobierno global que pueda controlar a los distintos los actores o estados soberanos y centraría sus objetivos en el desarrollo de su economía nacional. Así, los planes neoliberales en el segundo piso de la 4T podrían verse frustrados en cierta manera. Eso está por verse y la elección estadounidense del 5 de noviembre será fundamental. Aún nos falta conocer y comentar la segunda parte del gabinete de Sheinbaum. Esta historia continuará.