Por Sebastián Olvera
Las elecciones al Parlamento Europeo se llevaron a cabo del 06 al 09 de junio en los 27 países
de la Unión Europea, con una participación del 51%. Los resultados sorprendieron al mundo
al otorgar un cuarto de los 720 escaños a la extrema derecha. Esto ha llevado a muchos a
afirmar que “el fantasma del fascismo recorre Europa”. Pero ¿qué es la extrema derecha
europea?, ¿cómo se explica su “victoria” electoral? y ¿qué tan real es el ascenso del fascismo?
Conviene recordar algunos datos sobre la Unión Europea (UE). Es organización
interestatal de cooperación creada tras la Segunda Guerra Mundial. El historiador Josep
Fontana sostiene que, además de la restauración social y material de Europa, el objetivo de la
integración fue crear un frente geopolítico para contrarrestar la influencia de las URSS y la
Revolución Rusa de 1917. Lo que se logró, gracias a los créditos estadounidenses (plan
Marshall) que financiaron la reconstrucción europea y la instaurar de un nuevo pacto social,
conocido como Estado de Bienestar, basado en la propiedad privada, así como en la garantía
de derechos sociales y democráticos.
Hoy en día, la UE cuenta con un área de libre transito entre 23 países (área Schengen),
una moneda común (el Euro) válida en 20 países y un sistema de gobierno compartido por
todos sus miembros. Entre los órganos de la UE, se encuentra el Parlamento, que representa
a la ciudadanía y cuyas principales funciones son aprobar legislaciones y el presupuesto anual
de la Unión.
Algo que hay que entender sobre las pasadas elecciones es que la victoria de la extrema
derecha tiene un valor práctico limitado. Aunque superaron al Grupo de la Izquierda (39
escaños), la principal fuerza parlamentaria y quién definirá la agenda sigue siendo el centro-
derechista Grupo del Partido Popular Europeo (190 escaños).
Además, los partidos de la derecha extrema son bastante heterogéneos (los hay
supremacistas, neonazis, chovinistas, neofascistas, etc.). Por su fuera poco, están divididos
en tres grupos parlamentarios: los No Inscritos (45 escaños), el derechista Grupo de
Conservadores y Reformistas Europeos (76 escaños) y el extremista Grupo Identidad y
Democracia (58 escaños). De modo que no poseen la cohesión política, ni ideológica
necesarias para actuar como una fuerza conjunta.
Lo que realmente ganaron esos partidos son influencia y visibilidad. La influencia, por
ejemplo, le permitirá a Identidad y Democracia obtener algunas Comisiones en el
Parlamento a cambio de impulsar acuerdos con la derecha y la centro-derecha. Pero, no
podrá imponer su agenda antinmigrante y supremacista cristiano-europeísta.
La visibilidad, por otra parte, es el activo político más importante para estos partidos
porque los presenta como opciones viables ante el electorado en sus países. Esto abre la
posibilidad, como señala Steven Forti, para que se consoliden como primeras fuerzas
parlamentarias en lugares como Francia, Italia, Hungría, Austria, Bélgica o Eslovenia.
El saldo, es un mapa político en el que las derechas extremas se expanden y ganan
influencia dentro los países más poblados y ricos de la Unión. Algo nada alentador, pero que
dista de ser el domino de la extrema derecha.
El peso de esa influencia ganada por la extrema derecha ya se comienza a sentir. En
Francia, Macron ha decidido llamar sorpresivamente a elecciones parlamentarias y los
diferentes partidos de Izquierda han anunciado un Frente común electoral. Ambas,
estrategias enfocadas en contrarrestar la fuerza que está ganando Rassemblement National,
el partido de la ultraderechista Marine le Pen, quien podría terminar el año como primera
ministra del país Galo.
Pero ¿cómo llegaron estas fuerzas políticas a ganar preponderancia? Enumero cinco
claves para comprenderlo.
Primera. La constante reducción de la calidad de vida y el incremento de la
desigualdad, producto de las políticas de austeridad implementadas desde la crisis de 2008.
Hoy la decima parte más rica concentra casi el doble de los ingresos que la mitad de la
población de la UE.
Segunda. La rapante inflación de los precios de alimentos, energía y vivienda. Como
producto de la guerra en Ucrania, el encarecimiento del gas ruso y la especulación del capital,
se ha generado una inflación que en octubre de 2022 llegó al máximo histórico de 10.6%.
Tercera. La falta de fuerzas de izquierda. Existen partidos progresistas como Syriza
(Grecia) y Podemos (España), incluso ambos llegaron al poder en 2015. Sin embargo,
cedieron ante los poderes facticos europeos y hoy están en crisis. Para decirlo claro: hay un
parcial vacío no porque falten partidos de izquierda, sino porque no cuentan con programas,
ideas y métodos que los vinculen a las mayorías.
Cuarta. La percepción entre las juventudes de que la movilidad social se ha estancado.
Esta “ansiedad” por un futuro incierto, está siendo aprovechada por la extrema derecha. En
Alemania, por ejemplo, 17% de los jóvenes han votado por el partido de extrema derecha
Alternative für Deutschland.
Quinta. La reinvención de las “nuevas” derechas y su capacidad para interpelar a los
sectores desilusionados mediante un discurso populista. Se trata de grupos de derecha
xenófobos y supremacistas que simulan ser “políticamente correctos” y hasta tienen “agendas
sociales” que pugnan por becas a estudiantes, extensiones fiscales a jóvenes o seguros de
desempleo.
La crisis múltiple (económica, bélica, moral) que acosa Europa engendra el contexto
para que los extremismos parezcan atractivos. Sin embargo, eso no significa que las mayorías
se estén “fascistizando”.
Una encuesta realizada previo a las elecciones muestra que los principales intereses de
la ciudadanía europea son: la lucha contra la pobreza y la exclusión social, la salud pública y
la creación de nuevos empleos. Esto indica una preocupación general por la justicia social.
La juventud y la izquierda del Viejo Continente harían bien en hurgar entre lo mejor de
sus tradiciones para disputar a la derecha y los reformistas. Experiencias como la Comuna de
París, el sindicalismo militante de entreguerras o las expropiaciones populares “Okupa”, en
adición al pensamiento socialista, seguro aportarán lecciones valiosas para esa tarea.
Mientras tanto, en México nos conviene aprender de la experiencia europea, pues sería
una pena que caigamos en la trampa y permitamos la expansión de la extrema derecha en
nuestro país.