Por Alejandro de Anda
LO OSCURO. La juventud de hoy parece estar en deuda con su propia historia.
A lo largo de los años los jóvenes han sido los catalizadores de grandes
cambios revolucionarios que han moldeado el curso de la humanidad.
Fidel Castro tenía 27 años cuando lideró la revolución cubana y el Che
Guevara contaba con solo 25 años.
Simón Bolívar, uno de los grandes libertadores de América, comenzó su
movimiento independentista a los 27 años.
Estos líderes demostraron que la energía, el idealismo y el ímpetu juvenil son
motores poderosos para el cambio.
En México, el reciente ascenso de Claudia Sheinbaum como la primera mujer
en alcanzar la presidencia es un cambio significativo que merece ser celebrado
por lo que representa la manifestación en la paridad de géneros. Sin embargo,
en un contexto más amplio, los líderes que hoy son el referente evolutivo como
Joe Biden (81 años), Donald Trump (77 años) o López Obrador (70 años),
continúan dominando la política global.
Estos dirigentes, aunque experimentados, no necesariamente representan el
ímpetu renovador que podría guiar a nuestras sociedades hacia nuevas y
necesarias transformaciones.
A pesar de los avances del mundo en todos los sentidos (tecnológico, de
pensamiento libre, de globalidad) la juventud aún no ha despertado
completamente a su papel como factor evolutivo crucial.
Hoy en día esa sangre impetuosa que podría influir significativamente en la
política y la sociedad, como Samuel García, Máynez y los nuevos “Colosios”
enfrentan el desafío de tomar con seriedad su rol de impulsores
generacionales.
Mark Zuckerberg tenía solo 19 años cuando presentó Facebook al mundo,
transformando la comunicación global.
La política que hoy conocemos padece de un reciclaje de figuras y discursos
viejos. Mientras los líderes de 80 años siguen pensando en la reelección,
suponen en su idealismo arcaico que su legado es el ideal para preparar el
futuro ya inmediato que deben tomar quienes hoy apenas tienen edad de votar.
La reticencia a ceder el paso a nuevas generaciones limita la innovación y la
frescura en la gobernanza, perpetuando un estancamiento que podría evitarse
con la integración de voces y perspectivas nuevas.
La juventud tiene en sus manos el poder de redefinir el rumbo de la humanidad.
Urge en el escenario de la vida pública la presencia de más líderes frescos.
Fuera de colores partidistas, personajes como la actual secretaria de
gobernación –comenzó su gestión política a sus 30 años- y acaso un par de
líderes mundiales (como Bukele) les es imperativo tomen con seriedad su
papel en el contagio de ser revolucionario e irreverente a su sociedad.
No debe continuar las riendas del desarrollo en manos de la sabiduría estática
de los viejos líderes para enfrentar los desafíos dinámicos de nuestro tiempo.
No se ve un cambio transformador visible desde que las juventudes
abandonaron la escena en el planeta.
COLOFÓN: Los “chabelos” de la política deben tomar el rol que les implica la
dinámica de la evolución acelerada del mundo. Acompañar con consejos y
réplicas al entusiasmo y enjundia que ha prevalecido desde que el hombre es
hombre.
Los nómadas surgieron por el empuje de jóvenes que se resistieron a
permanecer sentados a esperar la muerte.
Los viejos debemos entender que es tiempo de cuidar a los nietos…
¡Trump y Biden peleando la reelección! ¿Cómo pretenden entregar sus
informes subsecuentes? ¿con Ouija de intérprete?
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@deandaalejandro