Claroscuro
Por Alejandro de Anda
LO OSCURO. Cuando la verdadera justicia alcance a todos por igual, no
importará la investidura que esconda al poder. Donald Trump, ex presidente de
Estados Unidos, ejemplifica cómo el poder y el dinero pueden influir en el
sistema judicial, pero también cómo pueden ser sometidos a la espada del
derecho público. Trump, acusado de falsificar registros empresariales, enfrenta
un juicio que podría redefinir la percepción del poder y su supeditación sin
menoscabo al brazo inflexible de la ley en la historia reciente.
Referenciamos a Trump, el magnate de los rascacielos dorados y los reality
shows, ahora sentado en un tribunal como cualquier ciudadano común. Su
abogado intentando justificar pagos ocultos mientras el juez revisa cada detalle
como si se tratara del último episodio de una telenovela judicial.
¡Qué ironía que el hombre que dijo que (sic) “podría disparar a alguien en la
Quinta Avenida sin perder votos” ahora podría ser condenado por esconder un
escándalo amoroso! En este drama, los papeles secundarios no son menos
interesantes: su séquito legal parece salido de un episodio de «The Apprentice»,
compitiendo por ver quién es el mejor en argumentar lo inargumentable.
De este lado de la frontera, la situación es distinta. México aún está lejos de
alcanzar una verdadera democracia donde la justicia sea equitativa. El poder
sigue siendo un privilegio de una élite, evidenciado por la persistencia de la
corrupción y el clientelismo en las estructuras políticas. A pesar de los
esfuerzos por mantener elecciones limpias, el enfoque en cambiar a las
personas en el poder, en lugar de reformar las políticas que perpetúan la
desigualdad, ha debilitado la base democrática del país.
En nuestra nación la justicia aún no ha alcanzado esa brillante imparcialidad.
Mientras Trump lucha por su libertad en un tribunal, la clase política mexicana
continúa navegando en aguas turbias de impunidad.
El poder sigue siendo el juguete de unos pocos afortunados, un privilegio
envuelto en promesas vacías y escándalos recurrentes. Si algún día un
expresidente mexicano se encontrara en una situación similar, probablemente
terminaríamos con un reality show llamado: «La Casa de los Políticos» en lugar
de un juicio serio.
Las noticias nos recuerdan constantemente cómo los escándalos de corrupción
son barridos bajo la alfombra y los poderosos continúan sus actividades sin ser
molestados ¿Qué mejor ejemplo que la andanada de denuncias de los unos a
los otros en los debates políticos sin consecuencias reales?
La sátira política en este contexto es inevitable. Trump, quien alguna vez se
jactó de su poder inquebrantable, ahora enfrenta la realidad donde la real
justicia puede alcanzarlo, a pesar de sus intentos de evadirla.
En México, la narrativa sigue siendo diferente: la justicia aún está en una lucha
cuesta arriba para despojar al poder de su manto de impunidad. Las reformas
necesarias para establecer una verdadera democracia siguen siendo un
desafío monumental, con estructuras políticas que se resisten al cambio y
líderes que prefieren mantener el statu quo.
COLOFÓN: La justicia no debe tener favoritos ni estar sujeta a la influencia del
poder o el dinero. Solo cuando todos -independientemente de su posición-
sean juzgados por igual, podremos hablar de una verdadera democracia y
justicia en su sentido más puro.
La imagen de Trump en el tribunal es una sátira viva de cómo el poder puede
ser desafiado, una lección que México aún debe aprender.
Tal vez algún día veremos a nuestros propios políticos enfrentando la justicia
con la misma inevitabilidad que un personaje de telenovela enfrentando su
destino.
Urge de una vez por todas…poner la venda a los ojos de la dama de la justicia.
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@deandaalejandro