Por Guadalupe Correa-Cabrera
Muchos dicen que la política en Oaxaca está muy enredada, igual de enredada que el queso “oaxaqueño”. Eso no lo pongo en duda. Estudié de cerca las dinámicas socioeconómicas y políticas en esta entidad de la República Mexicana en los años 2006-2009 para completar mi tesis doctoral sobre la “democracia” en lo que llamé “los dos México”. De inmediato me pude dar cuenta de lo complejas que son las relaciones políticas y sociales entre los distintos actores relevantes en un estado extremadamente pobre y desigual, cuyas divisiones son extraordinarias y reflejan las relaciones coloniales que aún se mantienen. Oaxaca es el estado con más municipios del país; cuenta con 570 de un total de 2,476—es decir, cuenta casi con una cuarta parte del total de los municipios de México.
Las desigualdades son aberrantes en esa entidad, así como las injusticias, la explotación laboral y la violencia. Oaxaca es “tierra de caciques” y aquí no hay buenos y malos ejerciendo el “verdadero” poder político y económico. Todos son malos. Después de años de estudiar este estado y su apabullante complejidad, aprendí que aquí las dinámicas coloniales sobreviven al paso del tiempo y que la clase política se recicla para mantener un sistema de dominación atroz—aceitado por el cacicazgo, la corrupción extrema, el asistencialismo, y un corporativismo sui géneris que se va adaptando a las circunstancias históricas. El control de las múltiples organizaciones sociales por parte de caciques poderosos, aliados siempre al gobierno federal, hacen del caso oaxaqueño un fascinante tema de estudio para todas las ciencias sociales—y sobre todo para la ciencia política.
Una parte importante de la sociedad oaxaqueña está sumamente politizada, lo cual no sorprende cuando se trata de un estado tan complejo en el que abundan los abusos a derechos humanos, la corrupción e impunidad, y donde aún reinan los caciques. El estado actual de la política en Oaxaca demuestra estas dinámicas que se reciclan en la era “democrática” y que no respetan partidos, ni liderazgos políticos (locales o federales). En año electoral se vuelven a hacer evidentes las asociaciones y convenios obscuros que desnudan a una clase política que se reinventa y sobrevive a cualquier crisis. En efecto, parece existir un pacto mafioso que permite el ejercicio del poder y el latrocinio a actores corruptos representando diversas fuerzas políticas en distintos momentos del tiempo. Como fantasmas, aparecen y desaparecen de la escena pública, pero siguen medrando con los recursos públicos y el trabajo real de otros.
En días recientes salió a la luz un video del 2006—compartido supuestamente por el colectivo “Anonymous”—en el cual se ve al temible Jorge Franco (alias “El Chucky”), personaje extremadamente cuestionado y quien fuera secretario de gobierno de Ulises Ruiz—actual jefe de la campaña de Xóchitl Gálvez en Oaxaca—entregando millones de pesos al entonces dirigente de la Sección 22 del SNTE-CNTE, Enrique Rueda Pacheco, para negociar mientras se reprimía al movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (la APPO).
Hay mucho qué decir y analizar sobre los años del movimiento de la APPO y lo que pasó después. Pueden escribirse muchos libros al respecto y seguramente casi todos los personajes hoy influyentes en la política oaxaqueña—y algunos en la política nacional—quedarían embarrados en la podredumbre de la corrupción, los malos manejos y el abuso de poder. Sería interesante, en etapas posteriores, hacer un recuento de los daños y del papel de cada uno de los personajes que han gobernado el estado, mantenido posiciones importantes en la administración pública, o que han encabezado organizaciones o movimientos que se dicen “sociales” y que sólo han servido para beneficiar a la élite local o para proteger a la casta gobernante de caciques que domina la política y la economía en el estado de Oaxaca y más allá.
Un análisis de los últimos 25 años de la política oaxaqueña, colocaría a varios actores influyentes en la política mexicana en el banquillo de los acusados. Esas memorias no son difíciles de encontrar. Existe evidencia documental de los abusos de poder y las corruptelas obscenas de varios personajes que hoy son protagonistas en la política nacional y que se codean con la crème de la crème del poder político en México a costa de la muerte, la vejación y la explotación del pueblo oaxaqueño. Estas figuras tienen un pasado negro que varios periodistas y analistas locales han logrado documentar en redes sociales y en la prensa local.
No hace falta un video-escándalo para recordar los abusos perpetrados por, y los daños que causó Ulises Ruiz y su equipo al pueblo de Oaxaca. Es simplemente aberrante pensar que la candidata opositora lo haya elegido como su hombre fuerte en ese estado del sur del país, dada su negra trayectoria y su fracaso como político y gobernante. No obstante lo anterior, entendemos esta alianza pues recordamos el final del movimiento de la APPO, así como la represión que se operó desde los Pinos en la recta final del gobierno de Vicente Fox, después del fraudulento proceso electoral del 2006.
Aún recuerdo el asesinato del periodista Bradley Roland Will, la presión del gobierno de Estados Unidos a través de su embajada para acabar con el conflicto y la estrategia de contrainsurgencia que aparentemente se dirigió desde los Pinos a través de fuerzas federales y supuestos elementos paramilitares que se activaron en contubernio con el gobierno del estado. Más allá de lo que se puede elaborar en este texto (y que requiere de un análisis detallado y profuso, con hechos, nombres y apellidos), no se olvidan las muertes, violaciones a derechos humanos y mucho menos la represión policial, militar y paramilitar de lo que algunos llamaron una “insurrección o levantamiento popular” en Oaxaca.
Es importante destacar que la supresión de dicha insurrección ocurre justamente después de lo que muchos consideramos un gran fraude electoral—que al final fue avalado por las dirigencias del PRI y del PAN en una transición irregular y pactada. Por eso no sorprende la alianza de Xóchitl Gálvez (y sus operadores políticos) con Ulises Ruiz. Valdría la pena retomar todos los textos y reportajes que se escribieron entonces para hacer un resumen de los hechos, y ubicar perfectamente a los ganadores y perdedores. Los oaxaqueños en particular conocen bien lo que sucedió y lo que sucede, y están al tanto de todas las tropelías perpetradas por los políticos locales en turno. Es desconcertante y desafortunado que hoy por hoy todos los responsables del atraco histórico y la represión al pueblo oaxaqueño en las últimas décadas continúen libres y colocados en línea para disputarse el poder a nivel local y nacional.
Definitivamente, en esos años se tejieron las alianzas y se hicieron los pactos que dieron lugar a lo que hoy conocemos como PRIAN. No obstante lo anterior, como dije anteriormente, en la política oaxaqueña no hay buenos y malos; todos son muy malos. Más allá de la camarilla de Ulises Ruiz y los represores que operaron y avalaron el fraude electoral del 2006 desde el entonces Distrito Federal, hay otros actores que perdieron relevancia momentáneamente, pero que recuperaron el poder. Dichos actores han sabido capitalizar muy bien los errores de otros, haciendo gala de sus cacicazgos y de su capacidad de movilización para otras fuerzas políticas.
El caso de José Murat Casab es emblemático. No se olvidan jamás los abusos de poder, los escándalos y las corruptelas mayores de quien fue gobernador de Oaxaca de 1998 a 2004—todo ello ha quedado bien documentado en diversos libros, reportajes y entrevistas que tuve la oportunidad de recopilar. Se dice que José Murat nunca perdió relevancia en el estado, y que incluso operó en la sombra durante el movimiento de la APPO, alentado por su rivalidad con Ulises Ruiz. Pronto reapareció el apellido Murat, y los caciques recuperaron el control político de estado, después del fracaso estrepitoso e incompetencia absoluta del gobierno de Gabino Cué Monteagudo quien, supuestamente, enarbolaba la transición democrática y el final de la era del PRI en la entidad.
Gabino Cué fue una verdadera decepción para los oaxaqueños y para la democracia mexicana, pero no fue el único. Todos nos defraudaron. En la prensa local y las redes sociales podemos conocer los detalles de la decepcionante participación de todos los políticos oaxaqueños y también de quienes se ostentaron como líderes sociales y se beneficiaron de su supuesto activismo a favor de las causas del “Pueblo”. Casos muy interesantes de supuestos luchadores sociales sobre los que valdría la pena escribir (en textos posteriores) son los de Flavio Sosa, Wilfrido Mayrén Peláez (también conocido como el “Padre Uvi”) y Arturo de Jesús Peimbert Calvo. Este último fungió como ombudsman, tejió alianzas a conveniencia con todas las fuerzas políticas y tuvo la osadía de aspirar a dirigir la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). Pareciera ser que en el enredo de la política oaxaqueña domina el oportunismo de gobernantes y supuestos defensores de derechos humanos. En tierra de caciques, el verdadero poder se ejerce a través del control de las organizaciones sociales, y pareciera ser que también a través de una falsa defensa de los derechos humanos. En lo que se refiere al control de las organizaciones sociales y sus líderes dicen, los que saben, que José Murat lo supo hacer muy bien.
El papel de Murat en el conflicto de la APPO no pasó desapercibido para conocedores. José Murat llegó a ser uno de los políticos más corruptos y más hábiles del país en su época—según se constata en diversas fuentes de prensa y libros escritos sobre aquella época. Y fue tan hábil y exitoso Murat Casab, que su hijo Alejandro llegó a ser gobernador. Y no sólo eso. Los Murat—o más bien, el hijo de José—parecen haberle entregado el estado a Morena a cambio de impunidad familiar (según fuentes diversas). El principal ganador de todo lo que ha sucedido en Oaxaca en las últimas dos décadas parece ser lo que algunos conocen como el “cacicazgo” de los Murat.
La gente al pensar en la alianza de Murat con Morena suele pensar en el PRIMOR. Por un lado entonces, se construyó el PRIMOR y, por el otro, se construyó el PRIAN. Este evento del video-escándalo podría ser sólo el inicio de una serie de videos que comenzarían a revelarse en vísperas de la elección general del 2024—como parte de la lucha del PRIMOR vs PRIAN. Recordemos cómo en la recta final para la elección del 2006, los videos comenzaron a circular. Los años de los videos de Carlos Ahumada, René Bejarano y Carlos Imaz ya quedaron atrás, pero ahora, ¿qué podemos esperar? Las campañas sucias ya comenzaron a operar, pero quizás vengan algunas sorpresas más al final (las aduanas o las familias de políticos clave, ¿quizás?). Resulta sumamente interesante que en esta fase de la campaña hayan resurgido, de entre los recuerdos, bocadillos de ese “queso oaxaqueño” que se degustaron en el año del fraude y la represión de la APPO. ¿Qué más vendrá? O más bien, si no viene, ¿qué se negociará?
Un agradecimiento siempre a Fernando Cabrera Macías, quien me mostró y explicó la complejidad y el enredo del queso de Oaxaca.