Por Federico Anaya Gallardo/Rompeviento*
Uno puede ponerse por obra agotar al máximo un tema, querida lectora, pero la realidad terca nos recuerda que es múltiple y que vive en constante emergencia. Así que el día de hoy hago una pausa sobre el Sistema Nacional de Búsqueda y volteo al sur. Al sur y rumbo de la República del Ecuador. Algo nos debe doler profundo a los mexicanos en nuestras relaciones con esa hermana república, que entre los comentarios al incidente de la noche del 5 al 6 de Abril de 2024 saltó hasta Vicente Rocafuerte.
Rocafuerte
¿Y quién era ese señor? Un héroe extraño de nuestras dos independencias, la ecuatoriana y la mexicana. Gran terrateniente, la fortuna de su familia estaba ligada a la exportación de cacao. Adolescente estudió en España y Francia en los días de la Gran Revolución –como el caraqueño Bolívar. Fue diputado por Quito a las Cortes Españolas en 1820 pero se hizo republicano al ver que ni siquiera bajo un régimen constitucional España concedería autonomía a las Américas. En 1821 conspiró con nuestro Fray Servando Teresa de Mier para lograr la independencia de todo el continente. En 1822 publicó en Filadelfia, EUA, un librito titulado Bosquejo ligerísimo de la revolución de Mégico, desde el grito de Iguala hasta la proclamación imperial de Iturbide que firmó anónimo con el seudónimo de “Un verdadero Americano”. Los conservadores mexicanos lo han odiado desde entonces por ese libro, pero los liberales lo premiaron. Fue embajador de nuestra primera República en Londres. Al regresar a su tierra natal, sería el segundo presidente del Ecuador independiente.
Ese Verdadero Americano defendió el principio republicano, el federalismo, la libertad de cultos y la de imprenta. Dedicó su fortuna a esas causas y aún es recordado como parte del permanente debate entre liberales (Izquierdas) y serviles (Derechas) de nuestras sociedades hispano-americanas. Supongo que por eso –al menos dos veces en este fin de semana– salió su nombre a colación del incidente en Quito.
Mención a Izquierdas mexicana. El sábado 6 de Abril de 2024, desde Puebla (de Zaragoza, no de Los Ángeles), Atilio Alberto Peralta Merino –escritor galardonado en 2022 con el Premio Nacional de Periodismo Ricardo Flores Magón– analizó el asalto del gobierno ecuatoriano contra la embajada mexicana en Quito y recordó los servicios diplomáticos de Rocafuerte a nuestra República, señalando que por eso “los vínculos diplomáticos resquebrajados por la acción ilícita de las autoridades de Quito tienen repercusiones tectónicas”. (Liga 1.)
Mención a Izquierdas ecuatoriana. José Rodrigo Vélez Crespo, ecuatoriano que vive en Gualaceo en Cuenca tiene un recuerdo distinto de Rocafuerte. En un post en su muro de Facebook, el día 7 de Abril de 2024, escribió en contra del allanamiento de la embajada mexicana señalando que “la vergüenza [es] el denominador común de la historia del Ecuador, comenzó en 1830 con la alianza de un aventurero venezolano con los terratenientes quiteños para apoderarse de la región … asesinaron al gran mariscal, José Antonio de Sucre… Luego que el aventurero Flores terminó con sus tres periodos le sucedió Rocafuerte, quien llenó de vergüenza al naciente Ecuador al expulsar y confiscar sus bienes a la heroína y prócer quiteña doña Manuelita Sáenz…” (Liga 2.)
¿Por qué me detengo en Rocafuerte, querida lectora? Porque esas dos menciones ilustran la importancia de la historia común entre nuestras dos repúblicas y cómo la Historia latinoamericana está siempre polarizada políticamente.
El incidente de Quito
Durante la noche del 5 al 6 de Abril de 2024, el gobierno que preside en Ecuador Daniel Noboa Azín, ordenó a sus fuerzas militares y policiales ingresar con violencia a la embajada mexicana en Quito. Fue una violación directa e injustificable del Artículo 22.1 de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, que impone al Estado receptor (Ecuador) la inviolabilidad de los locales de la misión diplomática del Estado acreditante (México).
Esa misma convención, en su Artículo 22.2 establece que “el Estado receptor [Ecuador] tiene la obligación especial de adoptar todas las medidas adecuadas para proteger los locales de la misión contra toda intrusión o daño y evitar que se turbe la tranquilidad de la misión [mexicana] o se atente contra su dignidad”. Obvio, el Estado receptor no puede allanar ni la embajada ni las residencias de los diplomáticos.
Pero, pese a estas prohibiciones, Noboa ordenó el allanamiento. Durante el violento operativo, policías y militares ecuatorianos agredieron a personal de nuestra Embajada en Quito. Específicamente, derribaron y sometieron con violencia al jefe de cancillería en esa misión diplomática, Roberto Canseco. Cuando Canseco exigió que cesara la irrupción en la Embajada y trató de detener uno de los vehículos fue agredido por las fuerzas de seguridad ecuatorianas. Esto es otra violación a la convención sobre relaciones diplomáticas, cuyo Artículo 29 ordena que “la persona del agente diplomático es inviolable. No puede ser objeto de ninguna forma de detención o arresto. El Estado receptor le tratará con el debido respeto y adoptará todas las medidas adecuadas para impedir cualquier atentado contra su persona, su libertad o su dignidad”.
De lo anterior no hay duda. Tenemos los vídeos circulando por medio mundo.
La excusa de estos actos injustificables fue que la Administración Noboa deseaba arrestar a Jorge Glas Espinel, quien fuera vicepresidente del Ecuador durante el mandato presidencial de Rafael Correa Delgado. Glas Espinel había acudido a la Embajada mexicana en Quito desde finales de 2023 y había solicitado asilo a los Estados Unidos Mexicanos.
El 5 de Abril de 2024, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, en estricto apego a otro tratado internacional, la Convención sobre Asilo Diplomático, decidió otorgar al señor Glas Espinel el asilo que había solicitado. Al enterarse, el gobierno del Ecuador rodeó la embajada con fuerzas de seguridad.
Es falso que México estuviese imposibilitado para otorgar asilo a Jorge Glas Espinel. El Artículo III (primer párrafo) de la convención de asilo establece que no es lícito asilar cuando la persona solicitante está inculpada, procesada ó condenada por delitos comunes. Esta sección del párrafo ha sido citada ad nauseam por comentaristas de Derechas en México y Ecuador. Pero olvidan leer la parte final del párrafo, que contiene una excepción esencial: “…salvo que los hechos que motivan la solicitud de asilo, cualquiera que sea el caso, revistan claramente carácter político”.
¿Y quién califica si los hechos revisten carácter político? La respuesta la da la misma convención de asilo en el siguiente numeral. El Artículo IV dice que “corresponde al Estado asilante [México] la calificación de la naturaleza del delito o de los motivos de la persecución”.
Es evidente que los procesos judiciales que se han abierto y mantienen en contra de Jorge Glas Espinel son parte de una Guerra Judicial ó Lawfare emprendida por ya tres gobiernos en Quito en contra de la organización ecuatoriana Revolución Ciudadana (RC) y movimientos afines desde hace años.
El político más conspicuo é importante de RC es el ex-presidente Correa y él ha sido víctima de este Lawfare. Importa recordar que Correa decidió salir de su país ante la posibilidad de ser injustamente privado de su libertad. Contra Correa se han iniciado y desarrollado procesos judiciales, pero pese a ellos, el Reino de Bélgica le otorgó asilo y ha denegado su extradición. La Interpol también ha denegado a Ecuador su cooperación al encontrar que existe manipulación política en las imputaciones.
Glas Espinel decidió permanecer en Ecuador y eso permitió que el entramado de Lawfare lo atrapase. Ha pasado cinco años en prisión y cuando logró su libertad, se le iniciaron nuevos procesos. El juez que le otorgó el amparo de lo liberó ha sido también acusado. Este es el contexto en el cual el ex-presidente llegó a la Embajada mexicana en Quito a pedir asilo.
La pretensión del gobierno de la República del Ecuador de encarcelar nuevamente a Jorge Glas Espinel no solo es parte de esa Guerra Judicial (Lawfare) en contra de RC –que en este momento representa a la Izquierda política en el espectro partidista ecuatoriano. Por lo mismo, México podía presuponer que tanto los viejos como los nuevos procesos eran parte de una persecución política. Así, el asilo era no sólo legal en términos del Derecho Internacional, sino indispensable para evitar más injusticias.
Que la Administración Noboa haya decidido violentar el Derecho Internacional y allanar la Embajada mexicana es una señal terrible. Habiendo fallado ante argumentos de la razón diplomática, el gobierno ecuatoriano optó por la fuerza.
Esta decisión de Noboa fue inesperada. Como se ha dicho hasta el cansancio, ni siquiera las dictaduras militares sudamericanas de los 1970s allanaron las embajadas a la búsqueda de sus enemigos.
Pero, tristemente, la decisión de Noboa no sorprende. Es parte de una estrategia perversa de su Administración desde Enero de 2024, cuando proclamó el Estado de Excepción (es decir, la suspensión de garantías constitucionales). Noboa ha abusado del lenguaje guerrerita al combatir militarmente al crimen organizado, ha amedrentado a su ciudadanía y ha restringido el goce de los derechos humanos en aquélla república hermana de México.
Vemos con dolor cómo el gobierno ecuatoriano ha decidido no sólo violentar su propio marco jurídico, como lo han verificado Bélgica y la Interpol al conocer de los casos de Lawfare contra el ex-presidente Correa. Ese gobierno se ensaña en contra de Jorge Glas Espinel, a quien ha secuestrado, extrayéndolo ilegalmente de la Embajada mexicana y violando el asilo que ya se le había otorgado.
Estos hechos deberían ilustrar a las y los mexicanos conservadores hasta dónde llega la ceguera de las Derechas latinoamericanas. Tal vez por eso el fantasma de Rocafuerte se apareció en el debate. Aquél hombre permaneció fiel a la Corona española buscando la libertad por la vía constitucional. Cuando la Derecha servil le demostró que esa ruta era imposible, abrazó la idea republicana y el federalismo. El ecuatoriano Rocafuerte dio entonces un ejemplo que deberían seguir hoy todas las mujeres y hombres decentes: quien no respete los derechos humanos no merece nuestra confianza ciudadana.
Ligas usadas en este texto:
Liga 1:
Liga 2:
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