Por Alejandro de Anda
LO CLAROSCURO. “- ¡Bórralo y hazlo de nuevo!” era la tajante orden que el cónclave cardenalicio emitía al maestro Miguel Ángel al término de la pintura que enmarcaba la bóveda de la catedral pontificia más importante del mundo. La Capilla Sixtina.
El mural era su creación mayormente reconocida, “La Creación de Adán”. Y en el fresco representaba a Dios suspendido en el cielo con su mano estirada y su última falange índice en su máxima rectilínea ‘tocando’ el dedo de Adán, que yace postrado igualmente en posición de tocar el dedo de su Creador.
La instrucción había sido muy precisa. No debía tocar Adán a su Dios y sus dedos (de Adán) debían mantenerse semi-flexionados en actitud de tocar –o no- al Omnipotente. Era su decisión… era el mensaje de la obra. El libre albedrío.
Miguel Ángel obedeció el mandato clerical y es hoy como aún disfrutamos la humanidad de la mayor obra de su talento.
Y ¿qué es el albedrío? Según refieren los estudiosos, sería “Ejercer el gusto o la voluntad de la persona SIN sujeción alguna”.
Hoy el libre albedrío significaría el más importante derecho que los seres humanos validan y luchan ante la opresión de cualquier índole.
La lucha de la mujer por una condición igualitaria frente a sus pares; la libertad de culto, de igualdad de razas, de aplicar a puestos iguales, de decisión de ejercer sexualidad y muchas otras así.
Sí, hasta la política entra en el renglón descrito.
La psicología, sin embargo, dedica estudios concienzudos al tema.
¿Realmente existe el ‘libre albedrío?
Acorde a la especificación tácita, retomamos que sería ‘ejercer la autónoma voluntad sin presiones de ninguna especie’.
Señalan los pensadores “imagina un roedor dentro de una caja; en cada una de tres esquinas colocas una ración de distinto queso. El roedor tomará la decisión a su criterio de cuál comerá primero y hasta acabar las viandas… pero seguirá preso en la caja. Esa es su libertad de acción”.
No cabe en la imaginación que el roedor prefiriese ‘romper la caja’ o utilizar los instrumentos a su alcance para buscar la emancipación. Su universo se limitaría a cuál sería el primer bocado a escoger.
¡Vaya! ¿Suena lógico?
Hoy señalamos con índice de fuego a los malos gobiernos y a los gobernantes. A los políticos per se y a todos quienes confabulan para llevar ‘nuestras riendas’ hacia la prosperidad y un mejor puerto de bienestar.
Sólo tenemos para escoger entre los malos, los peores y los nulos.
Y el garante de ejercer libremente nuestra elección nos indica cuál quesito está en condiciones ‘comibles’. Sólo eso…
COLOFÓN: ¿Y si –como el concejo cardenalicio- dijésemos “Borra a todos… empecemos de nuevo, ¿pero con la sociedad como actor principal tomando su albedrío”?
Cambiaría de nombre. Los partidos políticos le llamarían ‘anarquía’. Muy peligroso.
Mejor… votemos. Punto.
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