Por Alejandro de Anda
LO OSCURO. El griego Esopo (es aún desconocido si el nombre correspondía
a un alias) ganaba su vida gracias a su inteligencia y gran ingenio. Narraba
fábulas que contenían un mensaje en forma de ‘moraleja’ –o “lo que sí se debe
hacer”- y lo contaba como historias dirigidas a niños con personajes en forma
de animales dentro de su narrativa.
Dejando de lado la característica física de los protagonistas, basamos el relato
de hoy precisamente en el ‘mensaje de vida’.
Existieron en las plantaciones americanas algodoneras de finales del siglo XIX
muchos esclavos negros que servían de personal de confianza de los dueños
de las plantaciones. De los ‘amos’.
Estos servían en la casa y algunas atribuciones que les ponían
administrativamente por encima de los trabajadores de campo.
En alguna de muchas ocasiones, uno de los negros ‘administrativos’ pasaba
información relevante de los esclavos al patrón. “Amo –señalaba a uno de sus
iguales- ése negro tiene un caballo”.
“- ¿Tú quieres un caballo?” inquiría a su vez el hacendado. “- ¿Y yo para qué
quiero un caballo? Lo que quiero es que Él no tenga ninguno”. Tajante
respondía el iracundo negro.
Otra historia.
La familia Rector, apostada en el territorio de Oklahoma (EE.UU.) se veía
‘beneficiada’ por la ley de 1866 en donde asentaban los términos que
brindaban la paz y patrimonio para la gente que habría sufrido la esclavitud
negra.
Para 1911 Sarah Rector (una de los cinco hermanos de esa familia) heredaba
su parte de tierras que el mismo gobierno habría decidido donar como parte de
ese beneficio junto con la nacionalidad y ciudadanía.
La realidad. La tierra más infértil, árida y de poco futuro en sus 64 hectáreas
que le tocaban en la repartición (tasadas en 30 dólares al momento de su
adjudicación).
Resultaron a la postre investigadas y explotadas por la firma Standard Oil y con
el hallazgo de una importante reserva de petróleo en el subsuelo, logró ser
considerada “la niña negra más rica del mundo”.
Sobraron enmiendas para retirarle el beneficio otorgado, sumado a
enamorados del mundo entero.
La historia de nuestro país (México) nos muestra cómo los antecedentes
económicos, los grandes eventos que marcaron las transformaciones
revolucionarias y las injerencias extranjeras poco o nada lograban hacer como
influencia evolutiva en los estados del sureste del país.
La concentración de riqueza en unos pocos y la enorme desigualdad social
aunado al atraso educativo dieron como consecuencia ‘per sécula’ el que
Oaxaca, Chiapas, Yucatán, Campeche entre otros, acumularan más de la
tercera parte de pobres extremos del país.
Las luchas civiles como la que encabezaron el magisterio, salían de Oaxaca;
los indígenas chiapanecos y los de la península, abandonados a su suerte
elevaban la voz con movimientos reaccionarios.
Así era la constante hasta que INEGI recientemente demuestra que los datos
que aún conservamos sobre aquella pobreza extrema, hoy no lo son más.
El organismo autónomo con tendencias a desaparecer registró como estados
con un alza sustancial en su economía en 2023 a Quintana Roo (17%),
Yucatán, Oaxaca, Guerrero, Colima, Hidalgo, San Luis y Aguascalientes. Del
norte únicamente Sonora.
Todos por encima del 4.4%.
El resto del país… mejor no saber. 5 estados con tendencia negativa (incluido
Tamaulipas) y 8 con cero y hasta -03.3 en su decrecimiento.
Quizá la inversión pública o razones como que se han reinventado sus
pobladores buscando transitar al desarrollo han sido temas que les impulsaron
a buscar ser ‘aspiracionistas’.
El norte y centro del país, esperando milagros… o remesas.
COLOFÓN: No podríamos encontrar una moraleja adecuada al panorama que
nos afecta por igual a la nación entera. Como no sea el de ‘ponernos las
pilas’… o pedirle al gobierno que les mate el caballo a los del sur.
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