Por Francisco Ramos Aguirre
Los forasteros que durante la primera década del siglo XIX deseaban pasear por las
calles y callejones de la capital tamaulipeca, podían hacerlo en unos cochecitos o carruajes
tirados por caballos conocidos como jardineras, victorias y boogys. Lo mismo se
trasladaban a través de un cómodo tranvía que circulaba por la Calle Hidalgo en la ruta
Parián-Estación del Ferrocarril-Tamatán o simplemente caminando.
En aquellos tiempos, el centro de la ciudad aún conservaba el trazo urbano original
establecido de calles empedradas desde la fundación de la Villa de Santa María de Aguayo
en 1750. Al correr de los años, se transformó con el levantamiento de edificios,
residencias, plazas públicas, hoteles, almacenes comerciales, templos católicos, centros de
diversión como el Casino Español, cantinas y billares.
En 1900 el censo poblacional arrojaba la cifra de 14 mil 588 habitantes, por debajo
de las ciudades de Tula, Tampico y Matamoros. Dicha cantidad variaba gracias a
al movimiento migratorio y decesos por las constantes epidemias que azotaban la región.
En esos momentos, las familias capitalistas más prominentes dedicadas al comercio y
agricultura eran las Haces, Zorrilla, Palacios, Filizola, Lavín, Montemayor, Higuera y otras
quienes posteriormente se asociaron a la Cámara de Comercio.
En 1907, uno de tantos viajeros anónimos amparado en las iniciales S.G.P, visitó
Victoria y redactó una breve crónica en el periódico La Patria de la capital del país (enero
17/1908), donde se declara cautivado ante los encantos que encontró a su paso, durante
varios días de estancia dicha ciudad. “…atractiva por naturaleza y constituye un bonito
lugar que invita al descanso y al placer. Contiene pintorescos centros de recreo, donde se
ensancha el espíritu liberándose de las fatigas cotidianas.”
El Florido Vergel Victorense
Desde luego llamaron su atención el Paseo Méndez, recientemente ampliado por
el gobernador Pedro Argüelles con motivo de la Feria Estatal Agrícola, Industrial y
Ganadera que ahí se realizó. “Este se encuentra unido a la ciudad por medio de una
calzada de más de un kilómetro de longitud; limitada por corpulentos y frondosos árboles
que proporcionan agradable sombra. En los suburbios de la población, hay huertas
bellísimas donde se cosechan frutas de diversas clases, y gran cantidad de flores.”
Se refiere el viajero a uno de los sitios de entretenimiento más significativos que
con algunas modificaciones, perdura en la actualidad. La avenida del 17 era la principal vía
atravesada por una acequia de frescas y abundantes aguas derivadas del Río San Marcos.
Servía para el riego de huertas y quintas campestres, establecidas en ese sector. Lo mismo
para consumo de las residencias de estilo arquitectónico suizo, según las calificó el poeta
Manuel José Othón durante uno de sus viajes.
Históricamente la Calzada Francisco I. Madero, nació con una vocación
eminentemente ecológica. Además de la abundancia de árboles frutales -mangos, paguas,
guayabas, limas, naranjas, papayas, plátanos, piñas, uvas, moras limones y diversas frutas
tropicales-; destacaban ceibas, flamboyanes, fresnos, ébanos, álamos y encinos entre otras variedades. Coincide esta opinión con Reau Campbell, viajero, fotógrafo y autor de la
Guía Descriptiva de México (1895) y Gerente General de la Asociación Americana de
Turistas quien afirma que Victoria era en aquella época “…en extremo pintoresca…y una
de las más atractivas entre las ciudades de México.” La misma opinión expresó el médico
Ramón Guzmán, director artístico y literario del Libro de Tamaulipas (1920).
Respecto a la plaza principal o Miguel Hidalgo, la describe como escrupulosamente
cuidada, digna de una capital del estado. “…es el lugar de cita, especialmente en el verano
cuando los ardientes rayos del sol tropical se esconden en el occidente; ahí concurre la
sociedad más distinguida de la población, deseosa de aspirar la tenue y fresca brisa que,
desde la costa del inmenso mar, viene a dar un delicado ósculo a la población.”
Mientras se encontraba entusiasmado bajo las ramas de los árboles, el paseante
califica de pollitas a las bellas damas victorenses y que la sociedad victorense “…es
esencialmente moral.” Uno de los edificios que más llamó su atención, fue el mercado o
parían acabado de construir por el ingeniero Carlos Argüelles, hijo del gobernador. Lo
mismo habla de la casa de gobierno, es decir la actual presidencia municipal “…que no
obstante que ya se encuentra en pleno uso, se le están dando los últimos toques de
decoración y estética.”
Otro espacio que le causó admiración fue el Gran Teatro Juárez, considerado entre
los más bellos y funcionales del noreste mexicano, donde se proyectaron las primeas
vistas o películas de la cinematografía. Por esos años, se presentó en dicho escenario el
famoso ilusionista de origen italiano Onofroff, vidente experto en hipnotismo y magia
quien viajó por varios países y en México, donde acababa de presentarse en el Teatro
Nacional. También actuaban ahí compañías de zarzuela, ópera, declamadores, cantantes,
circos y compañías de cómicos.
En ese tiempo la catedral de Nuestra Señora del Refugio ya estaba completamente
construida, lo mismo el Hospital General, el Asilo Vicentino, la Planta de Luz de Tamatán,
el Obispado y estación del ferrocarril. En cuanto a las casas elegantes y mejor construidas
de 1908, figuraban las de las familias Montemayor, Filizola, Zorrilla, Lavín, Higuera,
Bustamente y otras.
Industria y Talleres
Aunque no existía comparación con Tampico, por ser un puerto de un fuerte
movimiento mercantil; Ciudad Victoria no se quedaba atrás con la existencia de
doscientos veinticinco giros comerciales, principalmente casas importadoras y
exportadoras de toda clase de artículos domésticos y para el campo, banco, boticas,
almacenes de abarrotes y tiendas de ultramarinos.
Respecto a la industria manufacturera, operaban las siguientes fábricas
aguardiente y vinos, maquila de hilo de ixtle o jarciería, dos cigarreras de hoja, taller
donde elaboraban muebles, dulcería, galletas y pastas alimenticias, ladrillo y teja,
molienda de piloncillo y aguas gaseosas. En cuanto a los talleres de oficios destacaban
carrocerías, carpinterías, herrerías, zapaterías, sastrerías, panaderías y otros giros propios
del consumo victorense.
Con el clima hemos topado
“Frío o caliente, la gente siempre lo desea diferente.” Desde tiempos ancestrales,
los victorenses incluyen el clima dentro de los temas de conversación cotidiana. Sobre las
temperaturas ambientales el señor S.G.P menciona que eran variables, pero en general
cálidas. Probablemente visitó la ciudad en diciembre o enero, porque considera
mencionar que es “Digna de mencionarse la frescura que se experimenta por las noches,
haciéndolas verdaderamente deliciosas. La Planta de Luz Eléctrica, igual que el tranvía
eran propiedad del coronel Manuel González junior.
Respecto a su porvenir social y económico, el mencionado cronista se mostró
optimista aunque sólo acertó la mitad de su pronóstico: “En una palabra, la capital del
Estado ha experimentado importantes reformas en los últimos años y llegará a ser en
porvenir no lejano, una ciudad de valiosos recursos industriales y de grandes atractivos
para turistas.”