El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales:
El que tiene lo bastante para poder hacer bien a otros, es rico
Thomas Browne
Conocí a una persona que solía bromear diciendo estar tratando de agrandar el ojo a una aguja para meter al camello, además de ponerlo a dieta y poder entrar al reino de Dios. En alusión, ya sabe usted, a las palabras de Jesucristo en San Mateo que dice: es más fácil que entre un camello en el ojo de una aguja que un rico en el reino de Dios. Sabiéndose rico, seguramente le inquietaban las palabras de Cristo y entre bromas y veras buscaba cómo hacer para garantizar su lugar en el paraíso.
Hace años partió de este mundo y no puedo saber si está ahí, donde él quería habitar después de haber gozado de los tesoros en la tierra.
Tema complicado el de los ricos y también el de los pobres, por los que también Jesucristo profetizó: a los pobres siempre los tendréis con ustedes. Dos mil años después lo confirmamos: sigue habiendo ricos y pobres y hay un abismo de desigualdad entre ellos. Pero el asunto es mucho más complejo. ¿Quiénes son los ricos y quiénes los pobres? ¿Jesús hablaba sólo de riqueza material? Cómo podemos definir a un rico, pues no es lo mismo un rico de pueblo que Carlos Slim, quien por cierto necesitaría una aguja del tamaño del país para meter a sus camellos.
Al respecto hace algún tiempo leí un texto muy interesante de Viridiana Ríos: El rico no eres tú, se llama y habla de cómo ciertos miembros de la clase media se creen ricos, pero no es así.
No es lo mismo Juan Domínguez que Germán Larrea. Los verdaderos ricos en México, los que tienen un millón de dólares en riqueza material, cabrían en sólo cuatro colonias de la CDMX y los que tienen más de 50 millones de dólares ocuparían solamente dos manzanas, dice la investigadora. Así de poquitos son los ricos de verdad en nuestro país. Y de estos billonarios, el 62% heredó su fortuna y no tiene que trabajar como la mayoría de nosotros.
Creerse rico siendo clasemediero es un severo malentendido dice Viri Ríos. Recordé su bien documentado texto hace unos días cuando vi la nota del funeral de Doris Beckman Legorreta, donde en la ceremonia religiosa cantó nada más y nada menos que Andrea Bocelli. Y entre los asistentes apellidos como Slim, Azcárraga, Aramburuzabala, Arango, entre otros. Hay niveles, dirían por ahí. La empresaria, fue hija del multimillonario dueño de Tequila Cuervo, su familia pertenece a la lista de los primeros lugares de acaudalados mexicanos. Toda muerte es lamentable y aunque no se saben las causas del deceso, se conocían bien las muchas causas sociales apoyadas por la señora Beckman, reconocida por su espíritu filantrópico, su solidaridad con las mujeres vulneradas, con los más necesitados.
Porque el dolor también toca a los billonarios. Nadie se salva de los tentáculos de la democrática Parca. Todos mortales. Igual los de la lista Forbes y quienes no conocemos más listas que las del supermercado. Lo que haces con la vida única hace la diferencia. No se trata de poner a dieta el camello, sino de mostrar y demostrar amor al prójimo, especialmente a los más pequeños, a los más necesitados. Con generosidad pero sin aspavientos. Conscientes además que necesitados no son solamente los pobres de dinero, sino también los pobres de corazón y hasta los miserables, quienes dañan y ofenden con sus acciones, reflejando con ello también necesitar amor y atención. Bien lo decía el gran Montaigne: la pobreza de bienes materiales es remediable, la del alma es irreparable. En ese sentido, muchas veces los que se creen ricos, son los más pobres.
Lo peor en este mundo es escuchar todo el tiempo que ser rico en dinero es lo mejor de la vida y buscando ese ideal se pierde lo más valioso. En ese contexto, hace unos días supe de una niña de trece años que amenazó a sus padres con suicidarse si no le comparaban una bolsa Yves Saint Laurent. Ayy. Si supiera que no hay nada más elegante que ser una buena persona. Y los padres igualmente sólo pensando en tener y no en ser. Gastando la vida compitiendo desde el bautizo hasta la boda, sin pensar que todos llegaremos al funeral y aunque nos cantara Bocelli, el tiempo único de la vida nada lo devuelve.
En fin. No es delito ser rico, ni ser pobre. “Nadie es más que nadie”, suele repetir Pepe Mujica. Tal vez no tener conciencia es lo más lamentable. No entender dónde está lo verdaderamente valioso y casi siempre está frente a nosotros, en el milagro de nuestro despertar de cada día, en el amor de los nuestros, en lo que damos con alegría. Está comprobado, quien agradece lo que tiene es feliz. Ahí radica la riqueza más valiosa. Pero habitamos una sociedad dormida ante los dictados de las pantallas. Es tiempo de despertar. Ojalá.