El jardín de la libertad
por Libertad García Cabriales
Los puristas del lenguaje me dirán que se dice presidente, no presidenta, pues el
término aplica a hombres y mujeres. Pero yo quiero escribir presidenta porque a
muchas mujeres nos suena mejor, nos transmite fuerza, nos alegra el corazón.
Porque si no ocurre una catástrofe, el año entrante tendremos una mujer electa
para la más alta magistratura de la patria. Confieso: todavía no me lo puedo creer.
Literalmente: no la tiene ni Obama. Ni los avanzados vecinos de Estados Unidos,
ni España, la nación que nos dominó por siglos, ni la mayoría de los países del
mundo, han tenido presidentas, ni tienen la altísima posibilidad que tenemos en
México de ser gobernados muy pronto por una mujer.
Y la verdad es algo para celebrar, pues los escenarios mundiales nos hablan que
la igualdad de género en los más altos mandos, probablemente se alcanzará en
130 años aproximadamente, según cálculos de ONU Mujeres. Ufff. Así pues, vivir
para contarla será un verdadero privilegio para las mujeres mexicanas. Más
todavía si somos francas y aceptamos la presencia de los muchos resabios
machistas todavía vigentes en todos los rincones del país. Un territorio marcado
por la violencia en todas sus formas contra las mujeres, lo mismo en calles,
oficinas, plazas y hasta en las casas. Qué tire la primera piedra, quien esté libre de
machismo. Los abusos, los acosos, la discriminación, las burlas, el menosprecio,
las calumnias, han sido parte de nuestro devenir y todas lo hemos padecido de
alguna manera.
Por eso resulta en extremo significativo saber que en una de dos mujeres está la
victoria de la madre de todas las batallas. Dos mujeres muy opuestas, que
parecen tener en común su edad y su gusto por los vestidos típicos. Una de ellas
será la primera presidenta. Pues, aun cuando se registró ya otro aspirante con
más pena que gloria y todavía falta un partido por apuntarse con candidato, las
encuestas y los analistas no ven cómo podrían salvar la gran ventaja femenina.
Parece un milagro, pero en realidad es el resultado de una larga y muy difícil lucha
de muchísimas mujeres que antes de las dos punteras, trabajaron fuerte para
posicionarse en el mundo público, pese a los incontables obstáculos. Nada es
gratuito. La altísima posibilidad de ver una mujer en la Silla del Águila, el asiento
hasta ahora ocupado por más de 60 señores; ha costado sangre, sudor y
lágrimas. No podemos olvidarlo.
Nada es gratuito. Detrás de la mujer que ostentará la codiciada banda
presidencial, están las miles de féminas que con trabajo y muchas batallas han
defendido nuestros derechos para estar en el quehacer público y por lo tanto en la
toma de las grandes decisiones. Y no puedo dejar de mencionar a nuestra Amalia González Caballero, tamaulipeca excepcional, por desgracia poco valorada, quien
se atrevió en un mundo de hombres a ser pionera en diversos escenarios. No sé
qué tanto conozcan Claudia y Xóchitl de la trayectoria de la ilustre tamaulipeca,
pero ojalá supieran de su capacidad para abrir espacios, construir alianzas y
organizaciones con otras mujeres, crear instituciones, forjar liderazgos sólidos y
solidarios en acciones y procesos emprendidos en su larga carrera en la vida
pública, donde fue reconocida como la mujer con más poder político y visibilidad
en la primera mitad del siglo XX mexicano. Algo realmente excepcional en ese
tiempo. Promotora fundamental del voto femenino en México, fue la primera mujer
Embajadora, la primera mujer en dar el grito en Dolores, la primera en dirigir un
mensaje en la Cámara de Senadores, la primera mujer en un gabinete
presidencial, representante en la creación de la ONU, líder internacional de
mujeres del continente americano, entre otras muchos logros; además fue la mujer
que desde las instituciones entendió la fuerza transformadora de la cultura como
generadora de unidad y concordia. No en vano es de las poquísimas mujeres que
con su memoria venció al machismo para ingresar a la Rotonda de los Ilustres en
la CDMX.
Y como Amalia muchas más en la larga lucha, algunas que nunca vieron sus
nombres en los titulares, pero enfrentaron los retos y abrieron camino en diversos
espacios para las mujeres que hoy ejercen en puestos de todo nivel. No podemos
olvidarlas. Como tampoco debemos olvidar el valor de los hombres que han creído
en la capacidad femenina para trabajar en el mundo público y para ejercer el
mando. El camino no ha sido nada fácil y quienes nos sentimos orgullosas de ser
mujeres, lo estamos también anta la posibilidad de que una mujer como nosotras
nos gobierne.
En honor a la larga lucha de tantas mujeres, esperamos realmente que la elección
por la Presidencia de la República, sea digna, propositiva y respetuosa.
Entendemos las pasiones y las diferencias en toda batalla electoral. Por algo se
llama contienda. Tenemos ideas y preferencias. Yo tengo la mía y seguramente
usted la suya y tal vez no sean las mismas. Pero ojalá nada empañe la paz
pública, la mira en la solución de nuestros grandes problemas y la felicidad de ver
una mujer en la Silla del Águila. Y en un país machista. ¡Para la historia!