por Marco Antonio Vázquez
“Vamos a ir, pero no quiero pedos, todo sordeado”, así aceptaba la invitación un periodista a tomar unas cervezas, el interlocutor era un jefe de prensa de la CNC quien hasta le garantizó que no iban muchos para que todo fuera muy discreto, -Molina, Ávila, tú y yo, nomás los cuatro-, la respuesta fue corta, pero no se rajó, “por eso te digo cabrón, ya los conozco”.
Su temor era fundado, Víctor Molina era un periodista, un tipo divertido y conocido en casi todas partes, apenas arribaron al lugar y un gran haz de luz se fijo en los cuatro, los recibieron con reflectores mientras al fondo el volumen de la música iba subiendo y moviendo las luces de todos los colores, la canción “el salto del conejo ya está aquí, el salto del conejo bailarín” era mezclada con El paso de la tortuga, eso fue suficiente para que Molina tomará ritmo, se acompañará de las luces y cruzará bailando todo un gran salón llamando la atención de los presentes, que no eran pocos.
Esas anécdotas eran muy comunes a su alrededor, como cuando les gustaba protagonizar un espectáculo de lucha libre (al lado de otros periodistas como Ávila, El Choco y Neftalí) en los eventos políticos, en algunos incluso con un gobernador o alcalde presentes porque poco importaban las figuras cuando el manotazo en el pecho de alguno de ellos retumbaba al grito de “toma perro”, ahí comenzaba la rebambaramba.
Así era Molina, por ello resultaba fácil verlo envuelto en muchas situaciones que en medio de la seriedad del periodismo rayaban en lo chusco, o al revés, como aquella entrevista a muy temprana hora en las instalaciones del cuartel, para esa época Víctor, como muchos periodistas, dobleteaba en trabajo, al tiempo de reportear para un matutino de la capital era jefe de prensa de la Liga de Comunidades Agrarias, más conocida como CNC.
¿Cuántas casas construirá el Infonavit este año?, preguntó Víctor, “No se Molina, ni me importa”, recibió como respuesta, qué, por cierto, ni se esperaba, pero reaccionó rápido.
¿O sea, nos está diciendo que le vale?, “si, me vale madre”, le reiteró el entrevistado.
-Pues ya tengo la de ocho, así la voy a publicar Arquitecto, a lo que recibió como respuesta, “¿qué dices?, Molina, ponte los lentes, yo soy Jesús, tu jefe en la CNC, mi hermano Álvaro (Villanueva, en ese tiempo delegado del Infonavit) quien sabe dónde ande”.
Aunque no menos chusca, resultó la nota que publicó a ocho columnas en su periódico, la cabeza decía más o menos, “Utilizan patrullas para trasladar borrachos a sus casas”, la misma mereció que Molina recibiera el llamado del jefe de policía que molestó le reclamaba la razón de que haya publicado esa nota.
-Por qué si es cierto, respondió, a lo que el policía le dijo, “pues si cabrón, pero al que llevamos a su casa fue a ti, para que no te pasará nada”, a lo que él periodista remató, – bueno, pero para eso no se deben usar las patrullas.
De Víctor Molina hay muchas anécdotas más, porque era un reportero que hacía su chamba y siempre a los demás nos resultaba divertido, fue fiel representante de lo que suele ser la profesión de periodista, muchas veces generosa y otras con ganas de matarnos de hambre, pasó de todo en su vida, desde reportero que se la rifó para llevar alimentos a su casa hasta ser el jefe de prensa de algunas organizaciones o dependencias, como hoy que su amigo Quiroga lo tenía en la Secretaria de Recursos Hidráulicos y es lo que recordamos, lo hacemos en parte como tributo de su paso por la tierra, a su memoria.
Descanse en paz el amigo, Dios le tenga separado un lugar al periodista Víctor Molina…