El jardín de la libertad
Por Libertad García Cabriales:
La libertad es el derecho de decirle a la gente lo que no quiere oír
George Orwell
No sé si usted lo ha pensado, pero nuestro nombre es la palabra que probablemente oímos más veces en nuestra vida. Nombrar es crear, imaginar, nacer, dijo Octavio Paz. Con ese sentido en nuestro nombre puede haber uno y mil significados, emociones, experiencias. Llevar el mío no ha sido fácil. Lo he dicho muchas veces: llamarse Libertad y haber nacido el día de la independencia nacional, justo cuando los tambores del desfile redoblaban los dolores de parto de mi madre, representa algo emocional e intelectual muy fuerte: un compromiso, casi un destino. Algo que sembró para siempre en mí un profundo amor por esta suave patria y una duda constante acerca de los significados de la libertad.
Este septiembre de efervescencias políticas desatadas en torno a la codiciada Silla del Águila, otra vez se impone reflexionar acerca de nuestra libertad, la libertad colectiva para recordar a quienes lucharon por darnos una patria independiente; pero también pensar en nuestra libertad individual, ese “don precioso que a los hombres dieron los cielos” como diría Cervantes en el Quijote, esa victoria con alas representada en el ángel monumental dedicado a la Independencia Nacional en la capital de la República.
Porque sin duda la libertad es una victoria. Un triunfo, en el caso de la vida republicana construida a partir de la sangre de muchos mexicanos, una victoria que transformó nuestro ser nacional, pero ha sido muchas veces traicionada por quienes todavía pretenden vivir como en la Colonia. Porque nadie podría negar: a pesar de vivir en una patria libre, todavía somos esclavos en muchas formas: violencia, consumismo, injusticias, codicia, odio. Pues en este mes de celebración de la libertad, asistimos a la paradoja de escenarios en los cuales se mezcla el odio de la polarización con el grito festejando la patria.
Difíciles escenarios nos rodean, por ello hoy como nunca es bueno recordar lo que nos une, pese a nuestras diferencias: nuestra historia común, los símbolos, tradiciones, una geografía fascinante y hasta la comida de nuestra mesa.
Y por supuesto el ejemplo valeroso de los participantes en las luchas libertarias, tanto los líderes como las grandes masas. Identidades y vínculos que en estos días nos acercan a través de nuestros sentimientos por esta suave patria, pese a todo, siempre “impecable y diamantina”. Los sentimientos en los cuales se inspiró José María Morelos para participar en una lucha contra las injusticias y la opresión.
La batalla común de millones de héroes anónimos, quienes sustentan con su lucha cotidiana este país amado…
Libertad que también en nuestros mundos individuales está llena de contradicciones. El sabio Eurípides decía: “no hay ningún ser humano absolutamente libre porque todos estamos encadenados, bien a la fortuna, a las pasiones, a las miserias, a los deseos, a las leyes, a los tiranos”. En ese sentido ¿Quién es libre? ¿Pueden ser libres algunos políticos inmersos en su obsesión por el poder y la fortuna? ¿Es libre el periodista que expresa una opinión con miedo en las entrañas o por línea de alguien? ¿Son libres quienes no tienen más opción que su miseria? ¿Puede ser libre alguien envuelto en una relación personal asfixiante? ¿Es libre quien se apega exageradamente a las cosas materiales?
Solo es digno de la libertad, aquel que sabe conquistarla cada día, decía el gran Goethe.
La conquista cotidiana de la libertad nos exige valor, imaginación y muchas veces también una dosis de rebeldía. Rebelarnos ante lo indeseable es acercarnos a la libertad.
Mientras escribo pienso en una frase del también inmenso escritor Sandor Marai, quien señaló en su libro Liberación: “Considero que esta sociedad carece de fuerza moral para liberarse del mal”. Nada más cierto, para enfrentar los males que amenazan al mundo, para liberarse de la opresión, la violencia y la injusticia es necesario fortalecer los valores universales tan alejados hoy en día de las mayorías: amor, respeto, dignidad, lealtad, verdad, honestidad, solidaridad. Con esa fuerza, con esos baluartes, nada ni nadie podría contra nosotros.
En fin, septiembre es el mejor mes para conmemorar las luchas libertarias de la patria y también para asumir el desafío de trabajar unidos en las inacabadas luchas comunes e individuales. Mientras escribo repito a Sabines “Que no te esclavicen ni tu ombligo ni tu sangre, ni el bien ni el mal, ni el amor consuetudinario”. Suena difícil la consigna. A mí mis padres me dejaron un gran compromiso con este nombre. Sigo en la búsqueda. Ya lo decía Carlos Fuentes: No hay libertad, sino búsqueda de libertad y eso nos hace libres.
¡Feliz septiembre!