Por Francisco Ramos Aguirre:
Una de las características culturales que históricamente distingue a los victorenses, es el baile. Para muestra, en noviembre de 1870 los victorenses celebraron dos bailes con motivo de la promulgación de la Ley de Amnistía por el Congreso del Estado. Uno de carácter popular en la Plaza Principal y el segundo en los salones de la presidencia municipal, dedicado al “bello sexo.” En ambos jolgorios se notó plena tranquilidad, es decir no se registraron escándalos. En cuanto al recinto legislativo tamaulipeco, a finales del siglo XIX se acostumbraba organizar bailes al concluir los trabajos parlamentarios.
Al menos a finales de la centuria pasada, además de considerarse una de las formas de entretenimiento, el baile representaba un pretexto auxiliar para fortalecer la cercanía social y génesis de una relación amorosa. Probablemente por estos detalles, en 1902 la iglesia católica lo asociaba a una actividad pecaminosa, propia de maridos infieles. Más todavía, las mujeres que bailaban “…parece que pierden la razón, corren arrastradas por la pasión, como los brutos en vergonzoso desorden…El que se deleite en los bailes con los demonios, no podrá regocijarse en el cielo con los ángeles.”
A partir de la década de los treinta, sorprende la abundancia temática en relación con los bailes populares en Ciudad Victoria. Se anunciaban alusivos al carnaval, careta, rancheros, blanco y negro, Halloween, Compadres, graduación, fin de año, navideños, Cruz Roja, Aniversario del Cinco de Mayo, Día de la Raza, Revolución, Club de Leones, Casino Victorense, Posadas, Disfraces y otros.
En los bailes de parejas, predominaba todo clase de ritmos. Desde populares norteños, boleros románticos, ranchera, pasodobles, cha-cha-cha, mambo, temas de grandes orquestas y danzón. Lo mismo géneros de antaño como swing, charlestón y jazz. Otra música que causó enorme escándalo entre los victorenses, fue la aparición del ritmo tropical, donde se dejó sentir la influencia cultural de Cuba, Panamá y Colombia.
La mayoría de los intérpretes eran originarios de Victoria, integrantes de la Banda de Música del Estado. En 1932, como parte del proceso de elección de la directiva de la Unión de Filarmónicos de Victoria, se publicó la planilla integrada por Francisco Parra, Victorino Hernández, Policarpo Lara, Rafael C. Valero, Bardomiano Velarde, Ramón Balboa y Fidel C. Martínez dispuestos “…a trabajar desinteresadamente, y estén seguros que nos llevarán al éxito.”
Por lo general, dicho gremio organizaba bailes en el Salón Sámano de la localidad, a los cuales convocaban a través de propaganda periodística. Tenían una Orquesta de Jazz con jóvenes elementos que amenizaba estas reuniones con entusiasmo y un selecto repertorio de canciones “….haciendo las delicias de las jóvenes parejas que concurran.” Incluso el natalicio de Benito Juárez fue motivo de un concierto musical y baile de primavera, realizado en 1934 en el Salón de los Filarmónicos -calle Morelos 9 y 10-. Por cierto en este salón se protagonizaron riñas sangrientas.
En medio de todo esto, la música tropical empezó a ganar terreno en el gusto de los victorenses aficionados al baile. Uno de los pioneros de este ritmo en Victoria fue José del Pilar Pérez Alvarado “bongosero”, originario de Tampico (1923) donde se inició con el grupo Tropical Son Playero artistas exclusivos de Playa Miramar. Al mismo tiempo conformaron un Cuarteto Musical donde figuraban Aurelio, Félix Piñón -cubano-, José del Pilar y Roberto Ríos, la mayoría originarios de Tampico. Finalmente se convirtió en Quinteto Musical Son Playero formado por Cruz Banda, José del Pilar, Raúl Aguilar, Juan de Dios El Chacho y Aurelio. Trabajaban en Monterrey, Matamoros, Mante, Nuevo Laredo y Victoria donde ofrecieron su repertorio musical de guarachas, cumbias, boleros y danzones. En Ciudad Valles actuaron en el Salón Cristal propiedad de Mario Moreno Cantinflas, a quien trató personalmente. En ese lugar también trabajaron Tin-Tan, Consuelo Guerrero y la bailarina cubana América Imperio.
Durante la gira artística del quinteto Son Playero, a su paso por la capital tamaulipeca conocieron a Rodolfo Rudy Varela, quien los invitó a sumarse a un conjunto de música tropical. Así las cosas, al ritmo de timbales, marimbol, bongos y tarolas de cha-cha-cha decidió permanecer en Victoria el resto de sus días. Con el tiempo adquirieron mayor experiencia profesional y durante los cincuenta fundaron el célebre Conjunto Siboney integrado por Raúl Aguilar, Juan de Dios, José del Pilar Pérez, Eulalio, Roberto Ríos y Aurelio. El nombre aludía la canción de Ernesto Lecuona, interpretada por Connie Francis.
Sus actuaciones las realizaban en los Salones Alianza, Sindicato de Meseros, Radiodifusora XEBJ, bailes de graduación de escuelas locales, bailes populares en la Plaza Primero de Mayo, fiestas familiares y salones de cabarets y centros nocturnos donde se congregaban los bailarines. En 1952 surgió el Son Carabalí que amenizaba en diferentes centros de la localidad, entre ellos los Salones de la Sociedad Guadalupe Mainero y la Pista Tierra Blanca.
Conjunto Camagüey
Definitivamente la joya de la corona de la música tropical en la capital tamaulipeca fue el surgimiento del Conjunto Camagüey. Esto fue posible gracias a Ricardo Velázquez García, joven tampiqueño de 17 años de edad que llegó a Victoria en 1940 a laborar en la marmolería de Rosendo Anzures, padre de un boxeador del mismo nombre de quien Velázquez era “Second.” También era aficionado a la música y canto por lo que fundó junto a Cruz Banda -marimbol-, Carlos González, Ramón Salas -tumbero-, La Cucharilla -bongosero-, Rafael Zurricanday -tresillo- y Ricardo Velázquez -vocalista- el grupo Son Tropical Musical Carabell que sobrevivió entre 1945-1946.
En 1947 el grupo se renovó con el nombre Son Camagüey, sumándose el solista Roberto Ponce y el trío integrado por Manuel Ulíbarri, Lalo Miranda y Roberto Ríos. El cantante de guarachas y cumbias era Ricardo Velázquez. Además intervenía Rudy Varela -trompetista-, Raúl Aguilar -tumbero-, Meléndez -güiro-, Agustín García -tresillo- y Roberto Ríos -cantante-. En aquel tiempo, actuaban en diversas celebraciones tres veces por semana y el pago correspondiente que recibían cada uno ascendía a $225.00.
Velázquez abandonó el grupo en 1954 y se trasladó a Reynosa donde fundó el Conjunto Tropical Musical Mocambo. Una de las canciones que mejor interpretaba era Confesión de Luis Alcaraz; además de La Última Noche, El Gallo Tuerto, Se Murió Panchita, Quizás, Quizás, Quizás y La Televisión. Repertorio similar al grupo Camagüey.
La presencia musical de estos y otros grupos, refrescó el ambiente musical de Victoria entre las décadas cuarenta y sesenta. El periodista Roberto Ruiz Treto, consigna en una crónica musical publicada en El Diario/1985 los nombres de los jóvenes bailadores que en aquella época deslumbraron con sus movimientos en diversos salones de la localidad: Hermanos Bocanegra, Juanito Zúñiga, Juan Salazar, Eustolio W. Delgado, Lupe Castillo, Manuel Castillo, Hermanos Rueda y Villafaña, “El Loco” Cuesta, El Canchola y muchos más.
(Fuentes: El Gallito/13 de noviembre/1932; Renovación/23 de enero/1932; El Gallito/marzo20/1934; La Iberia/22 noviembre/1870; El Siglo Diez y Nueve/enero 26/1889; El Diario de Ciudad Victoria/noviembre 28/1985, La Voz de México/febrero 19/1902.)